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Columna
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Consenso perverso

Los portavoces del pueblo contra la guerra de las grandes movilizaciones pasadas afirman que el Tratado Constitucional europeo acabará apuntándonos al programa de las seis guerras del presidente Bush. Pues el Reino Unido, apoyado en la unanimidad exigida para las decisiones en materia exterior, nos impondrá el alineamiento con la política exterior norteamericana. En estas circunstancias no deja por ello de ser sorprendente que los tres paises -Alemania, Francia, España- que dijeron no a la invasión de Irak, y a sus consecuencias, promuevan la firma de un Tratado que va a dificultar, considerablemente, comportamientos futuros como el que ellos tuvieron. ¿Cómo explicar que un hombre como el Presidente Zapatero, capaz de oponerse con determinación al seguidismo guerrero de José María Aznar, quiera ahora encerrarnos, plebiscitariamente, en el articulado de un Tratado que, aunque tenga otras virtudes, tiene la inmensa servidumbre de limitar muy notablemente, por mor de la unanimidad, la autonomía política exterior europea? Y ¿por qué hemos llegado a esta situación? Las dos grandes asignaturas pendientes de la construcción europea fueron, desde su mismo inicio, la articulación entre los Estados y la Comunidad y la especificidad de Europa en el concierto occidental y mundial. La interacción entre lo intergubernamental y lo supragubernamental ha acompañado los 60 años de historia de la integración europea con los altos y los bajos de sus diversas opciones. Hace cinco décadas los federalistas pensamos que el fin del Estado-nación y con el, nuestra hora, había llegado; hoy, con el florecimiento de las afirmaciones nacionales -ya más de doscientos miembros en Naciones Unidas- y con la regresión general de lo político podemos darnos por satisfechos con esos híbridos institucionales incongruentes y confusionarios que nos proponen : la Federación de Estados y el chusco Federalismo intergubernamental.

La posición y el rol de la Unión Europea en el statu quo actual con la OTAN en su posición central no consigue dar respuesta plenamente satisfactoria. Pues si bien es cierto que la Unión Europea y los EE UU son dos componentes esenciales para el equilibrio mundial, no son los únicos y el enquistamiento occidental a que puede dar cuerpo un acuerdo demasiado beligerante entre ambos puede al contrario ser un importante factor de riesgo e inestabilidad. Vuelvo a las preguntas formuladas. ¿Por qué el Tratado constitucional y sobre todo la Convención, ésta con una presencia tan importante de parlamentarios europeos, aceptó mantener el régimen de unanimidad para todas las decisiones capitales: gobierno económico, fiscalidad y política exterior? En un divertido y excelente relato político de Íñigo Méndez de Vigo El rompecabezas -Biblioteca Nueva, Madrid 2005-, que merecía haberse llamado Vida y milagros de la Convención, vista desde dentro se nos cuenta de manera traviesamente inteligente la experiencia común de los 105 convencionales, en especial de sus líderes -el Presidium- que prepararon durante 16 meses la oferta constitucional. El libro pone de relieve, aún sin quererlo, que más allá de su condición de parlamentarios nacionales, europarlamentarios y representantes de los Estados, lo que los une es la argamasa nacional -cada uno la suya-. Sin ella, sin ese consenso nacional-estatalista, difuso pero totalmente determinante, no hubiera podido Valery Giscard d'Estaing, presidente de la Convención, imponerle al combativo europarlamentario alemán Elmar Brok la unanimidad frente a la mayoría cualificada que él reclamaba. En el mismo sentido ¿por qué nuestra tríada de rupturistas -Chirac, Schröder, Zapatero- se han convertido en promotores de la bendición constitucional del belicismo euroatlántico? Antes que nada por el vértigo de la audacia ¿cuántas veces no se habrán autoreprochado nuestros tres protagonistas el haber quizá ido demasiado lejos en Irak? Las recientes tomas de posición de los tres paises en Afganistán, Marruecos y Colombia son signos anunciadores de ese arrepentimiento. Pero sobre todo ¿quién puede resistir a la capacidad de arrastre de un consenso en el que participan todas las fuerzas políticas en instancias de poder, la mayoría de fuerzas sociales y la práctica totalidad de los medios de comunicación?

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