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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Repeticiones de curso

El sistema educativo español no levanta cabeza. Tras el demoledor Informe PISA, que situaba a los alumnos de secundaria entre los últimos de la OCDE, se han conocido los resultados de las repeticiones de curso. El 38% de los alumnos españoles de 15 años ha repetido curso alguna vez, uno de los índices más altos de la Unión Europea. Este dato, estrechamente relacionado con el fracaso escolar, revela con luz propia el pésimo acople de nuestro entramado educativo con sus alumnos y, sobre todo, una apabullante incapacidad para hacer cumplir objetivos en el tiempo programado.

La reforma educativa emprendida por la ministra San Segundo va a tener que enfrentarse a este desfase. La solución impuesta por su antecesora, Pilar del Castillo, fue endurecer con la Ley de Calidad los mecanismos selectivos, reduciendo las posibilidades de promoción automática e imponiendo la repetición cuando el alumno recibía más de dos suspensos. Fue, en cierto sentido, el triunfo de la competitividad aplicada a la educación. Los resultados de esta fórmula, que es la que ahora mismo funciona en España, no son conocidos, pero no es difícil prever que sólo sirva para aumentar o al menos mantener estable la abultada cifra de repetidores. Aunque aún tiene que perfilarse, la idea avanzada por el nuevo equipo ministerial se aleja de esta concepción mecánica de la repetición. Para ello vuelve a los planteamientos anteriores al rigorismo de Pilar del Castillo, de forma que el alumno sólo pueda repetir dos veces en secundaria (frente a las cuatro actuales) y que el equipo profesoral recupere su capacidad de decisión en las promociones.

Pero difícilmente el simple cambio de modelo servirá para acabar con un problema estructural. Los datos muestran que en los últimos 15 años (lo que incluye el periodo LOGSE) el porcentaje de repetidores ha variado muy poco, manteniéndose en torno al 40%. Ante esta evidencia deben abordarse de una vez las causas de fondo del fracaso escolar, que no puede ocultarse con una manga más ancha para promocionar de curso. Diseñar apoyos efectivos para los alumnos con más dificultades, como ha anunciado el Ministerio de Educación, representa una buena iniciativa, pero también lo es invertir en los centros, incentivar al profesorado o mejorar los programas. Suspender a un alumno implica también, guste o no, un suspenso para el sistema.

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