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Columna
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Los olvidados

Los he mencionado aquí antes (se nota que es una obsesión). Son los grandes creadores españoles -sobre todo escritores- que a estas alturas merecían tener su biógrafo pero que todavía no lo tienen. Treinta años después de la muerte de Franco, ¿no era ya hora de que, donde antes se registraba una ausencia casi absoluta de biografías, éstas ya proliferaran? Pienso que sí, pero el cambio esperado no se ha producido todavía, aunque hay indicios de que la situación va mejorando poco a poco. Por lo que toca a la llamada Generación de 1927 dicha laguna biográfica es, de veras, cruel. De las figuras de primera fila todavía carecen de biografía Cernuda, Guillén, Aleixandre, Buñuel, Alberti, Prados, Salinas, Bergamín y no sé si alguno más (Maruja Mallo acaba de tener la suya, gracias a José Luis Ferris). De las figuras menos destacadas de la misma generación, pero muy meritorias, la ignorancia del público lector es necesariamente casi completa, pues acerca de su vida y circunstancias apenas hay nada en el mercado (si nos limitamos a los andaluces, ya me dirán ustedes qué han podido leer recientemente, por ejemplo, sobre Adriano del Valle, Francisco Garfias o Fernando Villalón). Mientras, entre anteriores notabilidades más o menos cercanas en el tiempo, lo mismo se puede decir de Valle-Inclán, Pérez Galdós, Baroja, Falla o Unamuno.

De los del 27 duele mucho la falta de biografía de José Bergamín, sin duda una de las figuras más relevantes de su época, dentro del ámbito cultural, y hoy muy injustamente postergada. ¿Hasta qué punto pudo influir en Bergamín, y en su actitud hacia Andalucía, el hecho de haber tenido padre malagueño y madre antequerana, aunque él, a diferencia de sus numerosos hermanos y hermanas, naciera en Madrid y no a orillas del Mediterráneo? El otro día quería saberlo. No había manera. Por lo cual he llamado al máximo especialista en la vida y obra bergaminianas, Nigel Dennis, catedrático de literatura española en Escocia. Este gran hispanista, que llegó a tener con el autor de El arte de birlibirloque una relación personal de confianza, me asegura que la influencia andaluza sobre Bergamín no sólo era evidente para sus amigos sino que el escritor gustaba de insistir sobre lo que le debía al Sur, recordando por ejemplo cómo, en Madrid, siempre tenían criadas andaluzas y que éstas le habían enseñado canciones y bailes que nunca olvidó. También alegaba que el hecho de poseer sangre malagueña explicaba su relación muy especial con el grupo de poetas y escritores animadores de la magnífica revista Litoral, en primer lugar Emilio Prados y Manuel Altolaguirre. Todo ello sería materia de enorme interés para el biógrafo, quien tendría que investigar cuidadosamente el parentesco y trasfondo andaluces del hombre más verbalmente ingenioso de su generación, fundador de la revista Cruz y Raya, ensayista profundo y agudo observador de los años republicanos.

Bergamín era católico sui generis. Allá por 1980 le pregunté, sentados en la plaza de Oriente, sobre su posición política actual. Sonrió y dijo: "Con los comunistas hasta la muerte. ¡Pero ni un paso más!" No hay derecho a olvidarle.

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