Viejos proyectiles que todavía causan estragos

En el término municipal de Lopera se pueden encontrar hoy en día numerosas huellas del conflicto bélico, puesto que en los alrededores de la localidad se situó la línea divisoria entre los dos bandos, conocido popularmente como frente de Andújar. Así, existen dos nidos de ametralladoras muy bien conservados junto al puente del arroyo Salado en la carretera de Bujalance (Córdoba), restos de unas trincheras en el cerro de las Esperillas y Casería de Escalona, fortín antitanques y refugio de la Guerra Civil en el pago de Valcargado, así como un monumento en el jardín del Pilar Viejo en honor a los poetas ingleses Ralph Fox y John Cornford.

También fueron utilizados como refugios bélicos algunas cuevas repartidas por distintas zonas del casco urbano, aunque la mayoría han desaparecido en la actualidad. En los años cuarenta, la localidad fue además testigo de la explosión de dos proyectiles de guerra a los vecinos José de la Torre Sánchez y José Adán Valenzuela, dejándoles heridas irreversibles en diversas partes de su cuerpo. Recién terminada la guerra, en abril de 1939, fallecieron otros dos loperanos al manipular dos bombas de mano que se habían quedado sin explosionar en el casco urbano. El 30 de mayo de 1990 otro proyectil hirió de gravedad a dos personas que trabajaban en una finca de olivares. Casi todos los años estos proyectiles vuelven a salir a la superficie por las torrenciales lluvias o las tradicionales labores de arado de la tierra.

El historiador Antonio Marín Muñoz asegura que estos artilugios forman parte del paisaje urbano de Lopera, e incluso son muchos los vecinos que los utilizan como floreros, ceniceros, pitilleras para el tabaco u otro objeto decorativo. Al finalizar la Guerra Civil, viviendas y edificios emblemáticos como el castillo, la iglesia, el colegio Miguel de Cervantes y el Ayuntamiento sufrieron graves desperfectos por los bombardeos, lo que obligó a reconstruir parte del municipio.