El Cristo blasfemo de Buenos Aires
Se reabre una exposición sobre iconos religiosos cerrada por un juzgado
Abrasados de calor, sofocados, casi sin aire, soportando una temperatura estimada en 36 grados, decenas de personas esperaban pacientemente que les llegara el turno para entrar en el centro cultural del barrio de Recoleta, situado al norte de Buenos Aires, donde se exhibe nuevamente la muestra antológica del artista plástico argentino León Ferrari, de 84 años. La exposición había sido clausurada a finales de diciembre por decisión de una juez ante una denuncia de la organización ultracatólica Cristo Sacerdote, después de que el arzobispo de Buenos Aires la calificara públicamente de "blasfema".
"Nadie les convocó, ni siquiera se anunció a qué hora abría la sala, están aquí desde muy temprano como estuvieron desde el primer día, en defensa de la libertad de expresión y para celebrar una nueva batalla ganada a la censura", dijo María Rosa Stoppani, encargada de prensa del centro cultural. Un compañero suyo, Celso Silvestrini, añadía: "La reacción de la gente en defensa del artista ha sido el verdadero y emocionante acontecimiento".
Un cardenal llamó a ayunar y pedir perdón por la "blasfemia que avergüenza a la ciudad"
La cámara, el tribunal de alzada ante el que recurrió el gobierno de la ciudad, con el voto favorable de dos de sus tres miembros, ordenó la reapartura con un fallo revocatorio de la decisión de la juez valorado como "histórico" por los intelectuales y artistas que se manifestaron "contra la censura". La resolución, firmada por el presidente del tribunal, Horacio Corti, dice en sus consideraciones: "La libertad de expresión debe proteger al arte crítico; y si es crítico, es molesto, irritante y provocador".
La muestra retrospectiva León Ferrari 1954-2004, en la que se exhibían 400 obras representativas de uno de los artistas más reconocidos del país, había sido inaugurada el pasado 30 de noviembre en la sala Cronopios y debía permanecer abierta al público hasta finales de febrero. En poco más de quince días la visitaron unas 30.000 personas. A finales de diciembre la muestra fue suspendida por orden de la juez Elena Liberatori. La juez justificó su decisión porque "en este momento la sociedad vive con la sensación de un sentimiento religioso lesionado", y se basó en el artículo 1071 bis del Código Civil, por el que "la mortificación de otros en sus costumbres o sentimientos es una intromisión arbitraria en la vida ajena". El cardenal Jorge Bergoglio había calificado de "blasfema" a la muestra en una carta pública dirigida a los fieles, en la que les convocaba a sesiones de ayuno y oración y a "un acto de reparación y petición de perdón para reparar la blasfemia que avergüenza a la ciudad".
Para León Ferrari, "la muestra señalaba la intolerancia y la clausura la confirmó", explicó. "La exposición tenía el mérito de haber puesto sobre el tapete algunos temas, como el de la discriminación de la Iglesia", añadió Ferrari. "Occidente tiene una tradición de dividir al mundo entre buenos y malos. Y de castigar a los malos. Entonces, cuando los malos realizan una muestra, los buenos la censuran".
León Ferrari, hijo de un arquitecto y pintor italiano que se dedicaba a construir y decorar iglesias, es un artista con reconocimiento internacional que ya en los años sesenta sufrió la censura y en los setenta padeció una persecución que le llevó al exilio. Uno de sus hijos fue secuestrado durante la dictadura militar que devastó el país entre 1976 y 1983 y continúa desaparecido. El MOMA de Nueva York y el Reina Sofía de Madrid, entre otros museos, cuentan con obra suya. La crítica feroz a los iconos de la Iglesia católica son sólo algunas de las características de su vasto y diverso genio creador. "Yo tuve una educación religiosa y pasé un tiempo desterrado en el infierno. De allí mis obras", explica Ferrari.
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