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Columna
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Cuentos chinos

El mundo está atravesando -otra vez- por una situación muy peligrosa. Incluso nos cuesta ser conscientes de ella, porque su magnitud nos aturde. La estúpida guerra de Irak, en manos de una pandilla de truhanes, las guerras étnicas de África, el capitalismo más salvaje haciendo de las suyas en la antigua URSS, el fanatismo religioso apoderándose de los desesperados del mundo islámico... Si no pareciera frivolidad literaria, se diría que el cataclismo ideológico que sufre el planeta sólo es comparable al seísmo que acaba de sacudir al océano Índico. Pero también aquí se ha desnudado la engañosa estabilidad del sistema, como presunta red de compensaciones a través del turismo, el sexual incluido, claro.

Bien mirada, toda esa conmoción geopolítica tiene un común denominador: la sustitución del eje social de la historia por el eje mítico. Este a su vez contiene tres subespecies principales: la religiosa, la nacionalista y la étnica, que a menudo van juntas. Lo importante para esta estrategia es camuflar una lectura correcta de la historia, como lucha real entre pobres y ricos, por un conflicto simbólico entre pueblos, dioses, y banderas. El asunto no es nuevo, y viene de muy antiguo. Exactamente desde que los primeros sacerdotes consiguieron embaucar a los papanatas con fábulas de ultratumba, para que siguieran trabajando mientras ellos rezaban. Utilizo palabras de Machado: "El deber de la mentira es embaucar papanatas".

Sería ilusorio creer que hasta aquí no llegan las ondas de ese cataclismo. Hace tiempo que llegaron, sólo que ahora se están poniendo bravas. El caballero Ibarretxe se ha envuelto en unos cuantos de esos camuflajes y ya nos desafía abiertamente con su fábula de que los vascos no son españoles. Lo son, incluso más que los andaluces, por razones meramente históricas. Tienen más trienios de españolidad que el palo de la bandera. Pero aquella patraña de Sabino Arana, pobre cateto iluminado, ha hecho fortuna. Como que andan reclamando que España entera les pida perdón por lo de Guernica. No Franco y Hitler, sino España. O sea, usted y yo. Lo mismo fabulan los nacionalistas catalanes, y poco tardarán en hacerlo los andaluces. Hasta los de IU andan dándole vueltas a lo de "nación andaluza", que da no sé qué ver a los comunistas enredados en esas embusterías. Raro será que, como sus colegas vascos, no se dejen caer cualquier día con ese otro cuento chino de la autodeterminación, y que sus últimos manuales no digan que España nos sometió y nos arruinó. No los señoritos, que guardaban su dinero en los bancos vascos, sino España. Ella fue la que nos jodió a todos cuando aquello del 36. No unos militares sediciosos, unos fascistas y unos obispos vergonzantes. Sino España. Qué pena.

Una única ventaja tiene esta situación: que por fin está llegando a sus límites. Ea, ya tenemos aquí al señorito vasco llamando a las puertas del Parlamento español con sus tres votos de sangre. Por fin. Fuera máscaras. También lo decía Machado: "Reparad en que no hay lío político que no sea un trueque, una confusión de máscaras, en que nadie sabe su papel". Ayudemos a Zapatero a mantener el suyo, que más que nunca es el de la España social, diversa, ilustrada y laica. Y que el baile de máscaras se ha terminado.

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