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PANTALLA INTERNACIONAL

'El gran dictador' vuelve a Alemania

Llega a las pantallas la versión restaurada de la célebre sátira de Charles Chaplin

La versión restaurada de la película El gran dictador, del cineasta Charles Chaplin (1889- 1977), la más famosa parodia de Adolf Hitler, se reestrena hoy en Alemania coincidiendo con el fin de un año marcado por el descubrimiento de Adolf Hitler como ser humano. Frente a la realista El hundimiento, la película de Oliver Hirschbiegel que demuestra que el dictador más cruel de la historia no era un monstruo, un extraterrestre o un diablo con cuernos, contrasta este acercamiento realista y naturalista a la figura histórica con el poético y satírico de Chaplin.

Tanto el último gran éxito del cine alemán, El hundimiento, un retrato de Hitler en sus últimos días en el poder, como El gran dictador, una historia de amor que sirve de pretexto a su director, exploran la psicología del autor principal del Holocausto y la Segunda Guerra Mundial (1933- 1945). La primera excluye la perspectiva de las víctimas para evitar que las capas arqueológicas escondan a la persona; la segunda, porque lo más bárbaro aún no había llegado cuando se realizó.

Gracias a la minuciosa labor de la Cineteca di Bologna se resucitó la parodia de Hitler
Chaplin intentó frenar el avance de la locura con el remedio del humor y la risa

La película de Chaplin se estrenó en Nueva York en 1940, un año después del comienzo de la guerra y después de la primera interpretación cinematográfica del nacionalsocialismo alemán, Ser o no ser, de Ernst Lubitsch. El filme de Chaplin alcanzó su mayor éxito después de 1945 y en los países victoriosos de la guerra. En Alemania se estrenó en 1958.

En El gran dictador no se culpa a nadie de nada. Auschwitz estaba lejos. incluso de la imaginación. Chaplin dijo en su autobiografía que si hubiera sabido de los campos de concentración no habría hecho la misma película. No obstante, logró el actor luchador político revelar la perversidad de Hitler y prevenir el peligro que éste significaba. El artista intentó frenar el avance de la locura con la risa, un remedio casi inexistente en Alemania, para curar el mal del nacionalsocialismo.

El hombre inflado y maniaco que era Hitler se hace evidente cuando Adenoid Hynkel (Hitler) y Bengino Napoloni (Mussolini) discuten: "¡Yo soy más grande! ¡La mía es más grande! ¡Soy el más grande!". El temeroso Hynkel trepado a una cortina desde donde ordena la matanza de 3.000 trabajadores y su baile con un globo transparente, el mundo al que quiere dominar y que explota en el acto son otras de las tantas escenas graciosas y alarmantes a su vez. El mimo Chaplin le da vida y voz a las dos caras de la historia: al peluquero judío que vive en un gueto y al Führer Hynkel, a quienes cambia sus papeles cuando los soldados los confunden. El peluquero convertido en el Führer se dirige al final de la película al pueblo. Charlie Chaplin refleja en este discurso la relación entre el miedo y la agresión característica del fascismo.

En El hundimiento todos pueden ver a un Hitler que no es diferente, en lo esencial, al resto de la humanidad. Ello despertó infinitos debates en los últimos meses en cualquier espacio público alemán. También el éxito de las series documentales sobre los managers, las mujeres, los generales... de Hitler producidas por el historiador de la segunda cadena de televisión alemana (ZDF), Guido Knopp, aumentaron la polémica. Todos los proyectos audiovisuales mostraron que la sociedad germana ha alcanzado en 2004 la madurez para replantearse su relación con el dictador que movilizó a las masas de manera irrepetible en la historia del hombre. Casi 60 años después de finalizar la guerra y el horror del Holocausto, se hunde, sin embargo, en esta especie de nueva hitlermanía mediática acentuada por la proyección de El hundimiento, el intento de explicarse a sí mismo por qué los padres y abuelos siguieron a Hitler.

La objetividad es el lema. Muchos aplauden al Hitler-hombre de Hirschbiegel. Pero corren el peligro de silenciar a las víctimas. Tampoco la "única verdadera película sobre Hitler", "el retrato más revelador y malvado" del dictador nacionalsocialista, según describe el crítico Hellmuth Karasek a El gran dictador, responde la pregunta. El Hitler de Chaplin es una figura ridícula, pero llena de vida, palpable en el presente, una caricatura que alimenta el pensamiento. El de Hirschbiegel es trágico y está congelado en la historia, lejos del nosotros. "Bruno Ganz dominará los síntomas de un Hitler que tirita al llegar a su fin. Sus frases (...) serán auténticas. Chaplin, quien desconoce el final de la historia, sin embargo, se acerca a este final mediante intuición genial (...). No lo hace mediante la imitación. Lo hace a través de la intuición", opina Karasek.

Gracias a la minuciosa labor de la Cineteca di Bologna resucitó la parodia de Adolf Hitler en una calidad brillante de sonido y de luz. Por motivos de derecho de distribución llegan 15 copias a Alemania, dos años después de Francia, donde se difundieron 200 copias.

Charles Chaplin, en una imagen de <i>El gran dictador.</i>
Charles Chaplin, en una imagen de El gran dictador.

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