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Reportaje:

Los guardianes del retablo

Un pueblo de Lleida recupera una pieza de arte escondida durante años

Han tenido que pasar casi treinta años para que los vecinos de Abella de la Conca, en el Pirineo de Lleida, puedan admirar de nuevo el retablo gótico de La Pietat que durante siglos presidió una de las tres naves de la iglesia parroquial de Sant Esteve de esta localidad. Desde el pasado día 22, la valiosa pieza de finales del siglo XV se exhibe en el Museo de Isona después de haber permanecido escondida en domicilios particulares por temor a que sufriera un expolio y fuera a parar a manos de algún coleccionista de arte sacro. El retablo será expuesto en su ubicación original cuando el templo reúna las condiciones ambientales y de seguridad adecuadas.

Nunca un pueblo había estado tan estrechamente unido a su patrimonio artístico como Abella de la Conca, construido al abrigo de una gran roca, a 956 metros de altitud, de empinadas y estrechas calles medievales y donde la mayoría de sus 100 habitantes viven en masías diseminadas. Uno de los edificios más simbólicos es la antigua iglesia románica de Sant Esteve, con un campanario de planta cuadrada y motivos lombardos.

Los emisarios del obispado de Urgell nunca consiguieron arrancar una pista sobre su paradero

En esta iglesia, documentada en el año 1141, se conservaban dos retablos góticos de un valor incalculable, el de La Pietat y el del Roser. El segundo, pintado en 1375 por Pere y Josep Serra, fue robado una noche de junio de 1972.

En 1985 fue detenido en Estepona Josep Rocosa, que explicó que el retablo había sido adquirido por su novia en el mercado de Els Encants de Barcelona por 80.000 pesetas. En 1977, Roncosa había conseguido vender la pieza a Robert Roozemond, un anticuario holandés que cometió la imprudencia de ofrecer la pintura al Estado español por un millón y medio de dólares. Las autoridades españolas le tendieron una trampa y le citaron en un hotel de Nueva York, donde el FBI le detuvo con la joya.

El retablo del Roser regresó en mayo de 1978, pero en vez de ser retornado a su emplazamiento original, fue depositado en el Museo Diocesano de La Seu d'Urgell, donde continúa actualmente. Esta medida, justificada por razones de seguridad, disgustó enormemente a los vecinos de Abella de la Conca, quienes decidieron fragmentar el otro retablo, el de La Pietat, y guardarlo en sus casas.

Como en la obra Fuenteovejuna, todos han sido guardianes de la pieza durante 30 años. Los emisarios enviados por el obispado de Urgell nunca consiguieron arrancar una pista sobre su paradero. "Nadie sabía quién tenía cada uno de los fragmentos", señala Julià Sala, el actual alcalde. Este episodio deterioró las relaciones con el anterior obispo de La Seu d'Urgell, Joan Martí Alanís, que en la primera visita al pueblo fue recibido con indiferencia y pintadas de "Fora lo lladre" ("Fuera el ladrón").

"Lo teníamos envuelto en hojas de periódico dentro de un armario grande", ha explicado Josep Codina, uno de los vecinos que custodiaron en su casa un fragmento del retablo. Su mujer, Dolors Rendé, añade: "No sé si hicimos bien o mal, pero fue por una buena causa y quién sabe si sirvió para salvarlo de un posible robo". Dolors, al igual que muchos habitantes de Abelló de la Conca, es partidaria de que el retablo del Roser también sea exhibido en su iglesia. "Aunque si no fuera posible, me conformaría con una reproducción", afirma.

El secreto mejor guardado por los vecinos de Abella de la Conca dejó de serlo hace dos años. Un acuerdo entre el Ayuntamiento, el Departamento de Cultura y el obispado de Urgell puso fin a la insólita situación. El obispado se comprometió por escrito a devolver el retablo al pueblo una vez restaurado. Antes, y durante los dos próximos años, podrá ser contemplado en el Museo de Isona, a unos cinco kilómetros de Abella de la Conca.

Una mujer contempla el retablo que se exhibe en el Museo de Isona.
Una mujer contempla el retablo que se exhibe en el Museo de Isona.HERMINIA SIRVENT

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