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Reportaje:LA HORA DE UN PUEBLO SIN ESTADO

Los kurdos emergen de su condena histórica

El mayor pueblo sin Estado, perseguido y sometido hasta ahora, afirma su identidad en Turquía y afianza su autogobierno en Irak

Juan Carlos Sanz

Perseguidos durante siglos en sus valles y montañas, los kurdos -el mayor pueblo sin Estado del mundo, a caballo entre Turquía, Irak, Irán y Siria- comienzan a emerger de una larga condena histórica. El Kurdistán iraquí se dispone a afianzar su sistema de autogobierno, alcanzado tras la guerra del Golfo, y sus partidos se convierten en piezas clave para el futuro del país tras las elecciones previstas para el 30 de enero en Irak, en las que los kurdos también elegirán a su Parlamento autónomo. Y aunque en Irán y Siria siguen sometidos a restricciones culturales y políticas, en Turquía (70 millones de habitantes), donde la comunidad kurda supera los 15 millones de personas, comienza a abrirse paso poco a poco un nueva sociedad civil que busca afirmar la identidad cultural mediante la enseñanza del kurdo, al tiempo que rechaza el conflicto armado. Durante la semana que ahora concluye, EL PAÍS ha visitado algunos de los territorios del Kurdistán para recoger el testimonio de un pueblo que aguarda la hora del cambio.

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Mustafá Kemal, Atatürk, abolió los caracteres árabes e impuso el alfabeto latino como muestra de su voluntad modernizadora. Turquía acaba de completar ahora el abecedario con las letras q, w y x, que existen en la lengua kurda pero no en turco. Este cambio, aparentemente insignificante, ha roto con el tabú que prohibía la enseñanza del kurdo en Turquía. El Gobierno de Ankara ha tenido que ceder y permitir la apertura de las primeras escuelas kurdas para poder recibir la luz verde de la Unión Europea para el inicio de las negociaciones de adhesión.

"Todo es nuevo para nosotros", asegura Kemal Teskin, profesor del Instituto de Lengua Kurda de Diyarbakir, la capital del Kurdistán turco, que abrió sus puertas el pasado 14 de septiembre con 240 alumnos. "Pero también soy estudiante al mismo tiempo", explica este físico de 33 años que ha dejado su trabajo como técnico para dedicarse a la enseñanza de una lengua materna cuya gramática, según confiesa, aún no domina.

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Contables, médicos, empleados de banca, funcionarios, profesores jubilados... centenares de profesionales kurdos están siguiendo los pasos de Teskin y abandonan sus empleos para formarse como profesores de kurdo, el principal objetivo del Instituto. Este centro abrió su primera sede en Estambul -la mayor ciudad kurda del mundo, a la vista de los centenares de miles de inmigrantes kurdos que se han instalado en la capital económica de Turquía-, y ahora cuenta con una red de centros en todo el sureste de Anatolia, desde Van hasta Mardin pasando por la ciudad de Batman.

"Estos centros son absolutamente insuficientes para la demanda existente", reconoce Salih Acikgor, de 40 años, otro estudiante que ha dejado su trabajo en la dirección de un hotel para aprender a escribir su propia lengua. "Las condiciones son absolutamente precarias, no hemos podido editar los manuales de enseñanza, y el Ministerio de Educación sólo nos ha autorizado a publicar un diccionario turco-kurdo. "La lengua debería aprenderse en la escuela", advierte Acikgor.

Después de casi tres décadas de guerra no declarada en el Kurdistán turco que ha dejado más de 35.000 muertos y una economía arrasada, con tasas de desempleo que superan el 50%, una nueva sociedad civil kurda parece estar surgiendo en silencio. En el ambiente de libertades crecientes propiciado por el proceso de acercamiento de Turquía a la UE, han comenzado a surgir iniciativas como la recogida de firmas para solicitar al Gobierno de Ankara que cree una asignatura opcional de lengua kurda en las escuelas públicas.

Esto es precisamente lo que defiende Mehmet Cagirici, de 34 años, empleado del sector servicios, y estudiante en el Instituto de Diyarbakir. "Tengo seis hijos y todos hablan el kurdo en casa; como a muchos padres, me gustaría que siguieran utilizando su lengua en la escuela, y ¿por qué no?, también en la enseñanza secundaria y en la universidad", alega.

"La presión de la Unión Europea es fundamental para que la democracia progrese en Turquía, para que en una región donde el 99% de la gente habla el kurdo, la lengua materna se pueda estudiar en la escuela. Yo tuve que estudiar en turco, y perdí el tiempo", reconoce el profesor jubilado Ibrahim Halil, que ahora imparte clases de lengua kurda después de haber dado clases de francés durante 30 años en un centro oficial de Diyarbakir.

Aunque la enseñanza del kurdo comienza a dar sus primeros pasos en libertad en Turquía, el Kurdistán sigue sin tener medios de comunicación audiovisuales en su propia lengua. En torno a Mehmet Jamur, de 25 años, un grupo de jóvenes periodistas acaba de poner en marcha la agencia de prensa Dicle, especializada en informaciones sobre el Kurdistán. Por ahora sólo suministra sus despachos informativos al diario Azadiya Welat (País Libre), el único editado en kurdo en Diyarbakir. "La televisión y la radio tendrán que esperar", asegura Mehmet Jamur, de 25 años, redactor jefe de la agencia Dicle, "por ahora, todo sigue siendo muy oscuro en Turquía".

En la capital del Kurdistán turco existen varias cadenas de televisión locales que no emiten noticias y programan música kurda, pero con la estricta orden oficial de mantener la locución en turco. Se trata de estaciones como Gun o Soz-TV que están estudiando crear una televisión generalista kurda para cubrir todo el territorio del sureste. "TRT, la cadena estatal turca, emite unos minutos diarios en kurdo en su programación local, pero ni siquiera tienen todas las letras kurdas para rotular sus programas", explica el periodista de Diyarbakir. "Los cambios que ha adoptado el Gobierno del primer ministro [Recep Tayyip] Erdogan para lograr la aprobación de la Unión Europea han sido sólo cosméticos, la vida cotidiana de los kurdos sigue igual", asegura el redactor jefe de la agencia de noticias Dicle, "pero es cierto que ahora podemos expresarnos con mucha mayor libertad".

Especialista en el largo conflicto ente la guerrilla kurda independentista kurda y el Ejército de Turquía, el escritor Faruk Balikci, acaba de editar el libro Las dos caras de todo esto, sobre los abusos cometidos por las fuerzas de seguridad y la guerrilla del PKK. "Las reformas emprendidas por el Gobierno no parecen suficientes, a pesar de que el clima de violencia parece haber desaparecido", explica Balikci, delegado del diario Miliyet y de la cadena de televisión CNN Türk, en Diyarbakir.

"En algunas zonas, como Tuncelli, sigue habiendo focos de violencia y choques armados ocasionales", matiza, "aunque la guerrilla del PKK carece de fuerza operativa en Turquía y mantiene la mayor parte de sus efectivos en las montañas del norte de Irak desde hace unos cinco años".

Pero, aún reconociendo que su situación ha mejorado notablemente tras el levantamiento del estado de emergencia, los kurdos siguen criticando la ausencia de inversiones en servicios públicos e infraestructuras en el sureste de Turquía. "Los kurdos ya hemos perdido el miedo a hablar", asegura Balikci, curtido también como reportero en la guerra de Irak, donde cubrió el conflicto siguiendo los avances de las unidades de los peshmergas kurdos.

Los kurdos hablaron en las calles. Decenas de miles de habitantes de Diyarbakir recibieron con júbilo el pasado 13 de junio a la ex diputada kurda Layla Zana, excarcelada tras cumplir casi 10 años de cárcel por el único delito de haber hablado en kurdo en el Parlamento de Ankara.

La ex diputada kurda Layla Zana es recibida en Diyarbakir, el pasado 13 de junio, tras ser excarcelada.
La ex diputada kurda Layla Zana es recibida en Diyarbakir, el pasado 13 de junio, tras ser excarcelada.REUTERS

La amenaza de los paramilitares

Hace apenas dos años, Turquía eliminó el estado de emergencia que pesaba sobre varias provincias del sureste de Anatolia. Las unidades del Ejército y la Gendarmería se retiraron a sus acuartelamientos y los controles que antes jalonaban las carreteras se han vuelto cada vez más esporádicos. Por ejemplo, mientras hace unos pocos años era factible encontrar en el camino entre Diyarbakir y Habur, en la frontera iraquí, hasta una veintena de puestos de control sucesivos, en la actualidad sólo hay un par de barricadas donde los gendarmes revisan los vehículos y la identidad de sus ocupantes de forma rutinaria.

Pero en los momentos de mayor intensidad de los combates, entre 1984 y 1993, el régimen de Ankara decidió aplicar una política de tierra quemada y desalojar las aldeas en las que los campesinos kurdos eran sospechosos de apoyar -de buen grado o a la fuerza- a la guerrilla del PKK. En aquellas poblaciones que aceptaron colaborar con las fuerzas de seguridad en la lucha contra los rebeldes independentistas, los campesinos recibieron armas y quedaron encuadrados en las llamadas Guardias Rurales. Estas unidades de civiles a las órdenes de la Gendarmería llegaron a contar con 85.000 hombres en sus filas. Cerca de 5.000 de ellos se vieron envueltos en 2.640 casos investigados por los tribunales por violación, secuestro y tráfico de drogas.

El Parlamento Europeo ha exigido a Turquía la abolición de las unidades de Guardias Rurales que aún permanecen en el Kurdistán turco tras el fin del estado de emergencia.

Sobre la firma

Juan Carlos Sanz
Es el corresponsal para el Magreb. Antes lo fue en Jerusalén durante siete años y, previamente, ejerció como jefe de Internacional. En 20 años como enviado de EL PAÍS ha cubierto conflictos en los Balcanes, Irak y Turquía, entre otros destinos. Es licenciado en Derecho por la Universidad de Zaragoza y máster en Periodismo por la Autónoma de Madrid.

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