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Reportaje:ESCAPADAS | Villanueva de los Infantes

Más que un lugar de La Mancha

Esta noble población de Ciudad Real fue sede de la Orden de Santiago, tumba de Quevedo y posible cuna de Don Quijote

Un equipo científico de la Universidad Complutense acaba de determinar cuál es el lugar de La Mancha, de cuyo nombre no quiso acordarse Cervantes, en que vivía Don Quijote.

Curiosamente, es el mismo lugar en que murió Quevedo (1645) y en cuya iglesia fue sepultado con el hábito de caballero de Santiago, espada y espuelas de oro. El mismo que, en el siglo XVIII, exhumó al escritor para premiar con dichas espuelas la faena de un torero del que ya nadie se acuerda; y que, en 1925, al frustrarse el intento de trasladar sus restos al Panteón de Hombres Ilustres de Madrid, los arrumbó en un desván, para finalmente echarlos a un osario común.

El lugar que tan fácilmente olvida y es olvidado se halla en el sureste de Ciudad Real, justo en el centro de la comarca triguera, vinífera y quijotesca del Campo de Montiel. En 1974, alguien reparó en que atesoraba el mayor número de casas blasonadas de La Mancha -más de 200- y fue declarado conjunto histórico-artístico. Ahora, por lo dicho al principio, todo el mundo ha vuelto a acordarse de él. Quizá estas amnesias se nos curaran si, como ha sugerido su alcalde, Mariano Sabina, el Código Penal considerase delito no visitar este lugar en el IV centenario del Quijote.

Entre las calles de Cervantes y Santo Tomás se concentran las más notables casonas

Por cierto, que ya se nos olvidaba decir su nombre: Villanueva de los Infantes. Monumental, como para no acordarse de ella, es la Plaza Mayor, que está flanqueada por dos largas arcadas de piedra arenisca y a la que se asoma la iglesia de San Andrés con su majestuosa fachada de estilo clasicista.

Rodeando el templo, descubriremos, frente a la puerta norte, el hospital de Santiago, recuerdo de los días en que la orden homónima señoreaba desde esta villa medio Ciudad Real, Albacete, Murcia y Jaén. Y cerca de la oeste, la Alhóndiga, edificio del siglo XVI destinado a casa de contratación, con un patio de columnas de un metro de diámetro y un cartel de 1719 avisando que también fue cárcel: escrito en piedra, para que no se olvide.

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Entre la calle de Cervantes, que es la principal de la villa, y la paralela de Santo Tomás, se concentran las más notables casonas: la del Arco, que perteneció al virrey de México; la de los Estudios, con un patio bordado de pilares enanos, cual obra de gnomos; la del Caballero del Verde Gabán, descrita por Cervantes en el capítulo XVIII de la segunda parte del Quijote... Por doquier, escudos que miran a la derecha o a la izquierda según el propietario de la casa fuera descendiente legítimo o bastardo.

La que nunca se ha andado con muchos miramientos es la Parca, que en el número 1 de Don Pedro Fernández Sevilla avisa: "Yo, a nadie respeto". Ambas calles van a morir -porque hasta las calles mueren- junto al convento de Santo Domingo, donde a su vez lo hizo (morir) el poeta, humorista, político y caballero santiaguista Francisco de Quevedo.

Hoy es un hotel-museo consagrado a su memoria, en el que parece que nada ha cambiado desde entonces, ni una losa del suelo. Ese respeto religioso se respira en el claustro, en las gastadas escaleras y, sobre todo, en la celda donde escribió sus últimos versos: "Ya formidable y espantoso suena, / dentro del corazón, el postrer día; / y la última hora, negra y fría, / se acerca, de temor y sombras llena".

Para dormir, la verdad, no es un sitio muy alegre. Villanueva de los Infantes -tampoco debería olvidarse- es hija de la Jamila romana, cuyos restos afloran junto al santuario de Nuestra Señora de la Antigua, en un paraje con pinos y mesas donde comer pueden, como las avecicas, los que discrepan de la cocina manchega.

No lejos de allí, un puente romano de 300 metros, ya inútil, observa con sus cinco ojos el curso desviado del Jabalón. "No hay memoria a quien el tiempo no acabe" y "en los nidos de antaño no hay pájaros hogaño". Lo dijo Alonso Quijano, el cuerdo, poco antes de morir en un lugar de La Mancha del que nadie, dentro de poco, volverá a acordarse. Olvidar y ser olvidado...

Hospedarse en un museo

- Cómo ir. Villanueva de los Infantes (provincia de Ciudad Real) dista 220 kilómetros de Madrid, yendo por la A-4 hasta Manzanares, luego por la N-430 hasta La Solana y por la CM-3127.

- Qué ver. Plaza Mayor, iglesia de San Andrés, hospital de Santiago, Alhóndiga, casas nobles de las calles de Cervantes y Santo Tomás, antiguo convento de Santo Domingo, santuario de Nuestra Señora de la Antigua y yacimiento arqueológico de Jamila.

- Alrededores. San Carlos del Valle (a 27 km) es otro de los pueblos más bellos de Ciudad Real. Lindando con la provincia de Albacete (a 30 km), está el Parque Natural de las Lagunas de Ruidera.

- Comer. La Plaza (tel.: 926 36 13 05): platos de caza como la perdiz en escabeche y el arroz con liebre; 10-15 euros. Casa Milagros (tel.: 926 36 09 02): cocina tradicional del Campo de Montiel; 15 euros. Jaraiz (tel.: 926 36 01 18): setas de cardo y pichón relleno con salsa de boletus y frutos rojos; 25 euros.

- Dormir. Hospedería Real El Buscón (tel.: 926 36 17 88): hotel-museo con 13 salas dedicadas a la memoria de Quevedo; doble, 50-56 euros. Posada Fidela (tel.: 619 33 97 36): hotelito decorado con escudos heráldicos, muebles regios y vigas de madera; 48 euros. La Casona del Abuelo Parra (tel.: 649 77 59 69): seis habitaciones en una típica vivienda con patio, fuente y bodega; 54 euros. Información sobre casas rurales en www.turinfa.com

- Compras. Gildo (Mencheros, 25): artículos de forja. Domingo Franco (Monjas Franciscanas, 17): navajas y grabados en acero. Tejeima (Jacinto Benavente, 52): prendas tejidas artesanalmente.

- Actividades. El Teatino (tel.: 605 81 44 66): visitas a una quesería tradicional. Campo de Montiel (teléfono: 600 50 75 22): rutas en 4x4.

- Más información. Oficina de Turismo de Villanueva de los Infantes (Plaza Mayor, 1; tel.: 926 36 13 21) y en www.infantes.org

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