Los chiíes defienden las elecciones de enero como oportunidad histórica para llegar al poder
Crecen las voces que piden un retraso de los comicios ante la ola de violencia en Irak
El Partido Islámico, la principal agrupación política suní de Irak, se ha inscrito finalmente para las legislativas del próximo 30 de enero. Aun así, la violencia no disminuye, y la cita electoral sigue dividiendo tanto a los iraquíes como a sus vecinos. "No hay condiciones para que se celebren los comicios en la fecha prevista", señalan fuentes diplomáticas de varios países árabes limítrofes con Irak a pesar del respaldo formal de sus Gobiernos en la reciente Conferencia de Sharm el Sheij. "Ponerlos en duda es un tabú para nosotros", apunta un diplomático europeo destinado en Bagdad.
El argumento de quienes piden un retraso de seis meses (entre ellos 17 partidos suníes y laicos) es la violencia. Casi un centenar de personas han muerto el pasado fin de semana en todo Irak debido a ataques de todo tipo (coches bomba indiscriminados, asesinatos selectivos, secuestros de colaboracionistas) que los observadores interpretan como "la entrada en campaña de los insurgentes". Mal presagio para unas elecciones con las que EE UU quiere salir del atolladero estableciendo un Gobierno legítimo, además de fiel, que le permita una retirada organizada de sus fuerzas antes de que el fiasco de la ocupación se transforme en una catástrofe sin atenuantes.
"Buena parte del país está fuera de control", admite la fuente europea. "Una empleada de nuestra Embajada viajó recientemente en taxi a Jordania y comprobó que desde Abu Ghraib hasta la frontera, todas las carreteras están en manos de antiguos baazistas y jefes tribales contrarios a la presencia estadounidense". Lo mismo ocurre en Baquba, al noreste de Bagdad, o en Mahmudiya, al sur. Aunque el Ejército norteamericano insiste en los avances de la lucha contra los rebeldes, la lista diaria de incidentes que compilan sus responsables evidencia que la destrucción de Faluya no ha logrado quebrar la insurgencia e incluso está ampliando su campo de operaciones.
Sin embargo, el mismo interlocutor reconoce que para los chiíes resulta inaceptable retrasar la cita con las urnas. "¿Qué va a mejorar en seis meses?", preguntaba recientemente a esta informadora uno de sus dirigentes. Convencida de su oportunidad histórica, esa comunidad (que agrupa al 60% de los iraquíes) insiste en que se mantenga la fecha de la convocatoria (que ya fue pospuesta casi medio año). Con el visto bueno de su líder espiritual, el ayatolá Alí Sistaní, han presentado una lista de 228 candidatos que bajo el nombre de Alianza Iraquí Unida engloba a sus dos principales partidos religiosos, la Asamblea Suprema y Al Dawa, además de algunos laicos, los chiíes kurdos, un grupo suní y dos de las minorías turcomana y cristiana.
El rebelde Múqtada al Sáder, que ha cuestionado la autoridad de Sistaní y encabezado dos revueltas contra los ocupantes, mantiene la ambigüedad. El joven clérigo se cura en salud diciendo que sólo participará en unas elecciones cuando el ocupante se haya ido, pero se ha asegurado de que varios de sus hombres aparezcan en la lista chií como independientes. Además, cuenta con Ahmed Chalabi en el décimo puesto. El ex hombre del Pentágono ha usado sus lazos con Irán para acercarse a Sistaní y al populista Múqtada, y recuperar así el terreno que ha perdido con Washington.
Muchos iraquíes, incluido el ministro de Defensa, Hazem al Shalán (chií laico), tachan esa lista de "iraní". Y es precisamente un Gobierno dominado por Irán lo que temen los países árabes vecinos de Irak, tal como ha dejado claro el rey Abdalá de Jordania. Al final, la guerra de guerrillas que libra la obscura alianza entre ex partidarios del derrocado Sadam Husein e islamistas radicales vinculados o simpatizantes de Al Qaeda, ha terminado por abrir brechas sectarias. "¿Cómo van a votar los 300.000 desplazados de Faluya?", se pregunta un embajador árabe que no esconde su temor a que la mayoría chií margine a los suníes, principal cantera de la resistencia.
A pesar de las amenazas de ésta, más de 230 partidos agrupados en 89 bloques se han registrado para intentar entrar en la Asamblea Constituyente que se elegirá dentro de seis semanas. Cinco mil candidatos se disputan los 275 escaños de un distrito único que se repartirán de forma proporcional entre las listas más votadas. EE UU confía en el éxito de su apuesta: el primer ministro Ayad Alaui, un chií laico y favorable a sus políticas. Pero dada su pérdida de popularidad (ha quedado excluido de la lista bendecida por Sistaní y concurre con la suya propia), Washington puede encontrarse con un resultado contrario a sus intereses.
Asistencia masiva
Además, está en riesgo la credibilidad del proceso. Aunque se ha logrado la inscripción de varias formaciones que pedían el retraso, queda la incógnita de la participación. Tanto los responsables iraquíes como estadounidenses trabajan con la premisa de que algunos grupos boicotearán los comicios, pero esperan una asistencia masiva a las urnas. Los observadores coinciden en que para que tengan éxito deberán desarrollarse a escala nacional, es decir, en las 18 provincias y sin que ninguna etnia o confesión quede excluida. Tal vez por ello, tanto Alaui como su ministro de Exteriores, el kurdo Hoshyar Zebari, han dejado caer la posibilidad de que el voto se prolongue dos o tres semanas, una idea que desagrada a sus vecinos.
El entusiasmo es palpable en las zonas chiíes donde los líderes religiosos han decretado que se debe votar, pero en el oeste del país y entre Bagdad y las regiones kurdas, la insurgencia ha destruido el material de registro electoral. Además, algunos observadores señalan que las campañas institucionales animando al voto son "poco pedagógicas". Muchos iraquíes aún creen que van a elegir presidente. No se les ha explicado bien que esta primera Asamblea redactará una Constitución que tendrán que refrendar antes de designar la Asamblea de la que saldrá el primer Gobierno con plenos poderes. Y tres elecciones en poco más de un año, si se celebran, pueden ser demasiado para una población que jamás ha ido a las urnas.
Embajadas bajo mínimos
"Los diplomáticos europeos estamos aquí para sujetar el palo de la bandera", se duele el embajador de un país de la UE destinado en Bagdad. No se trata de una simple apreciación subjetiva. Sin apenas trabajo consular (los extranjeros escasean en Irak y las embajadas occidentales no están expidiendo visados a los iraquíes), con la actividad política al ralentí y la reconstrucción del país hipotecada por la violencia, muchos diplomáticos se preguntan qué hacen allí, en especial aquellos que no tienen tropas en la fuerza multinacional.
La consigna de los respectivos Gobiernos parece ser pasar lo más inadvertido posible. El fantasma de los secuestros y decapitaciones les ha puesto en guardia. Así, se han reducido al mínimo los desplazamientos y de forma discreta, pero cada vez más evidente, también el personal diplomático y administrativo presente al mismo tiempo en Irak.
"En el último acto oficial europeo, la Embajada holandesa [actual presidente de turno de la UE] nos convocó en la legación danesa", confía la fuente. Los daneses se han instalado en la llamada Zona Verde, en principio más protegida por encontrarse en ella las embajadas estadounidense y británica, además de la sede del Gobierno provisional iraquí. Allí se aloja durante sus estancias en Bagdad el encargado de negocios holandés, quien, sin cerrar formalmente su Embajada, desde hace unos meses pasa parte de su tiempo en Ammán, la capital de la vecina Jordania. Medidas similares han tomado otros países europeos cuyas representaciones están durante largos periodos a cargo de sus número dos.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.