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Crítica:FLAMENCO
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Música para Alberti

Los versos del exilio que integran esta obra pertenecen a Rafael Alberti y a sus libros Entre el clavel y la espada y Baladas y canciones del Paraná, y datan, respectivamente, de los años 1939-1940 y 1954. Salieron en disco, pero ahora hemos tenido la oportunidad de oírlos en directo en un concierto que tuvo problemas de sonido derivados del recinto, la iglesia de San Esteban. Hubo dificultades para equilibrar las distintas superficies, pero al final se logró si no un concierto perfecto, sí aceptable.

La obra es importante. Al poeta le mueve la lejanía de la patria, en un impulso lírico persistente y sin paliativos. Una profunda tristeza lo domina todo, y pareciera que no puede -¿no quiere?- luchar contra ese estado anímico próximo a la desesperanza. Tales materiales han servido a Enric Palomar para componer una música mestiza, llena de resonancias diversas, con frecuencia exasperada. Quizá fue así en la versión que oímos en Fuenlabrada, un tanto sobrepasada en ocasiones, aunque no podría decir si se buscó eso intencionadamente. Me queda la duda.

Poemas del exilio

De Alberti. Cante: Miguel Poveda, con el Big Ensamble del Taller de Músics, dirigido por Enric Palomar. Iglesia de San Esteban. Fuenlabrada, Madrid, 19 de diciembre.

En cualquier caso, repito, música importante, jugosa, fresca, que el Big Ensamble ejecuta con sobriedad eficiente. Ejecución en la que destacan algunos solistas, como el bandoneón Carlos Morera, incisivo, siempre personal; o el contrabajo de Pablo Martín, quien tiene autoridad y decisión. La dirección de Palomar fue, por añadidura, de una gran discreción pero de enorme eficacia, una de esas direcciones que parecen no estar pero que están ahí, y de qué manera.

Miguel Poveda cantó con un gran esfuerzo personal, que le obligó casi a romperse. Había hecho previamente una primera parte de cante tradicional, con la guitarra de Juan Ramón Caro, en la que no tuvo problema alguno y estuvo incluso brillante -cosa habitual en él, por otra parte-, pero en los poemas del exilio de Alberti la exigencia era mucho mayor. Tuvo que elevar la tesitura de su voz hasta límites casi insoportables, y ello no fue en vano, desde luego. Estuvo ahí constantemente, y supo hacer frente de manera admirable a las dificultades. Fue un nuevo triunfo del joven cantaor.

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