Más de 60 muertos en dos atentados contra las ciudades santas chiíes de Irak
Asesinados a sangre fría en el centro de Bagdad tres funcionarios de la Comisión Electoral
Dos coches bomba sembraron ayer de cadáveres las dos ciudades santas de los chiíes en Irak. Los atentados contra Nayaf y Kerbala, que causaron más de 60 muertos, se inscriben dentro de una ola de terrorismo de la insurgencia contra las elecciones del 30 de enero, cuya campaña ha estado teñida por la violencia desde que comenzó la semana pasada. La lista más importante agrupa a las principales formaciones chiíes (60% de la población de Irak). Además, en el centro de Bagdad y a plena luz del día, varios pistoleros asesinaron a sangre fría a tres trabajadores iraquíes de la Comisión Electoral.
Las dos atentados suicidas tuvieron lugar junto a concurridas estaciones de autobuses y se produjeron de forma coordinada, con dos horas de diferencia, primero en Kerbala y luego en Nayaf. Los coches bomba estallaron cerca de los dos lugares más venerados por los chiíes de todo el mundo, el santuario del imán Alí en Nayaf y del imán Husein en Kerbala. A última hora de ayer, fuentes hospitalarias aseguraban que 14 personas habían muerto en Kerbala y 48 en Nayaf. Los heridos se contaban por cientos.
Los chiíes, salvajamente reprimidos durante la dictadura de Sadam Husein, tienen grandes posibilidades de hacerse con el poder tras las elecciones, por primera vez en la historia de Irak, un país que ha estado tradicionalmente dominado por la minoría suní (20% de la población), a la que pertenecían Sadam y la mayoría de los capitostes de su régimen. Los expertos y el espionaje militar estadounidenses creen que la resistencia está formada en su inmensa mayoría por suníes.
"Ha sido Al Qaeda", dijo Haidar al Jazairi, uno de los responsables de la policía de Nayaf, que impuso el toque de queda y puso controles en todas las entradas de la ciudad para evitar nuevos ataques. No es la primera vez que los lugares santos chiíes sufren atentados de este tipo: el pasado 2 de marzo, durante la celebración de la Achura, más de 150 personas murieron en atentados simultáneos en Kerbala y Bagdad: en aquella ocasión tanto Estados Unidos como los dirigentes chiíes acusaron al grupo liderado por el terrorista jordano Abu Musab al Zarqaui de haber provocado la masacre.
Un cámara de la agencia Reuters que filmó los momentos inmediatamente posteriores a la explosión en Nayaf aseguró que la estación de autobuses a cielo abierto, como casi todas las de Irak, estaba llena de cadáveres y heridos, así como de vehículos en llamas. Fuentes hospitalarias señalaron que tanto en Nayaf como en Kerbala la inmesa mayoría de los muertos eran civiles y que había muchas mujeres y niños entre las víctimas.
Líderes chiíes piden calma
Los principales líderes chiíes, que se han negado a cualquier aplazamiento de las elecciones pese a la violencia creciente, han pedido a sus seguidores que no respondan a las provocaciones. Para muchos analistas, esta serie de atentados -el miércoles explotó otro coche bomba en el centro de Kerbala, dejando ocho muertos- quiere provocar una oleada de violencia sectaria. "Están intentando iniciar una guerra civil y evitar que se celebren las elecciones. No lo han conseguido antes y no lo conseguirán ahora", dijo Mohamed Bahr al Ulum, un importante clérigo chiíta. "Los chiíes están comprometidos a no responder a la violencia. Estamos comprometidos con las elecciones y el gran ayatolá Alí al Sistani lo ha dejado muy claro", agregó.
El jefe de Gabinete de la Casa Blanca, Andrew Card, calificó los atentados de "campaña modesta" de intimidación contra el proceso democrático. Card declaró en una entrevista con la cadena de televisión ABC que "la guerra ya se ha ganado. Ahora se lucha por la oportunidad de tener una democracia". Los insurgentes iraquíes "atacan, pero no atacan a toda la población continuamente, están llevando a cabo campañas modestas para intimidar a la gente y tratar de que no participe en la democracia", insistió el alto cargo estadounidense.
La lista única chií, que cuenta con la aprobación del gran ayatolá Sistani y de los principales partidos políticos de esta confesión e incluso con partidarios del clérigo rebelde Múqtada al Sáder, que encabezó dos revueltas contra las tropas estadounidenses, tiene grandes posibilidades de lograr una clara victoria en los comicios del próximo 30 de enero.
Pero la violencia insurgente durante la campaña electoral no sólo se ha desatado contra los chiíes, sino también contra los centros de recuento de votantes -tres fueron atacados con morteros el sábado, con dos víctimas mortales- y ayer contra los trabajadores de la Comisión Electoral. Tres empleados de este órgano independiente encargado de organizar los comicios fueron asesinados a sangre fría en la calle Haifa, una zona del centro de Bagdad controlada por la insurgencia, a pesar de que se encuentra a unos pocos cientos de metros de la llamada Zona Verde, donde están la embajada de Estados Unidos y la sede del Gobierno provisional.
Cuatro kurdos asesinados
El asesinato fue filmado y las brutales imágenes muestran la impunidad con que actúa la resistencia en algunas zona del país. Cinco empleados de la Comisión fueron detenidos por una treintena de hombres armados y arrastrados fuera de los vehículos. Dos lograron huir, pero otros tres fueron asesinados a sangre fría. Una vez cometido el crimen, los asesinos se quedaron unos momentos discutiendo cerca de los cadáveres, que dejaron abandonados en la calle.
El norte del país fue ayer también el escenario de crímenes similares: en Hawija, en el triángulo suní, fueron asesinados seis iraquíes, cuatro de ellos kurdos, cuando se encontraban en un mercado; una iraquí que trabajaba para el Ejército estadounidense fue tiroteada en Tikrit, la ciudad natal de Sadam Husein, y cinco cuerpos fueron encontrados en Balad y otros dos en Baiji, otras dos localidades del triángulo suní. Todos los cuerpos presentaban heridas de bala.
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