Francia quiere cerrar el paso a las aspiraciones de los turcos
El ministro de Exteriores francés, Michel Barnier, volvió a echar el pasado jueves en Bruselas un jarro de agua fría sobre las urgencias del Gobierno de Recep Tayyip Erdogan de que las negociaciones para la entrada de Turquía en la Unión Europea se inicien con el año nuevo. A Francia, dijo Barnier, le parece mejor que comiencen "a finales de 2005 o a principios de 2006". París intenta ganar tiempo y espera que del Consejo Europeo, que se celebrará el jueves y viernes próximos, salga una alternativa viable a la entrada de Turquía en la UE si las negociaciones fracasan. "No deseamos el fracaso", aclaró Barnier, "pero puede producirse". Aunque evitó emplear la fórmula de socio privilegiado, eufemismo con el que se pretende cerrar las puertas a Turquía, las palabras del jefe de la diplomacia francesa no fueron precisamente un bálsamo para Ankara. "En cualquier caso hay que evitar que se pierda todo lo que se ha hecho" y mantener un "lazo fuerte", dijo.
No parece haber una explicación clara de la súbita y abierta oposición de la Francia oficial a la entrada de Turquía en la UE. Siendo importante -algo más de 200.000-, la comunidad turca en Francia no es ni de lejos la más visible ni, desde luego, la más numerosa, especialmente si se compara con los millones de árabes y bereberes que forman el contingente de origen magrebí. Sin embargo, Francia es ahora mismo el país más reacio a la pretensión de iniciar de inmediato las negociaciones para la adhesión.
La derecha, empezando por el actual presidente del partido gubernamental y probable candidato a la presidencia, Nicolas Sarkozy, está abiertamente en contra. El presidente, Jacques Chirac, no se oponía, pero, vista la dimensión que está tomando el tema, ha empezado a asumir como suyas las dudas y las vaguedades que aplazarían sine die la entrada de Turquía en el club europeo. Incluso la izquierda parece haberse contagiado.
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