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Reportaje:CRÓNICA

Noche de fiesta

Dos bailarines, una pintora, un cocinero, un interiorista, una cantante, un actor, dos modelos y una escritora. Diez profesionales jóvenes y con muchas ideas acudieron a nuestra cita. Todos de tiros largos. Y con mucho arte para compartir con nuestros lectores en Navidad.

Lugar: una casa a las afueras de Madrid. Ambiente: mesa navideña de diseño, regalos de envoltorios sugerentes, velas y un menú alejado de la ortodoxia navideña. Invitados: 10 hombres y mujeres que no se conocen entre sí. De tiros largos, como manda el protocolo festivo. ¿En común? Ser profesionales sin horarios, muy vocacionales. Todos con vitola de triunfador. Y jóvenes. Por delante, una larga sesión-fiesta after hours. Y un mar de dudas: ¿se caerán bien?, ¿tendrán temas de qué hablar entre canapé y copa de cava, una vez superados los tópicos típicos de tiempo y situación?, ¿habrá brindis navideño?, ¿algún flechazo irresistible?, ¿algún exceso alcohólico?

Ya en los previos, alguien desenfunda una cuestión con alardes maniqueístas: Navidad, ¿a favor o en contra? La gran pregunta cuando noviembre declina y las luces de los escaparates recuerdan que ya están aquí otra vez las cenas pantagruélicas, los anuncios con mensaje de buenos sentimientos, el gran maratón de regalos, las burbujas por toneladas, las sonrisas bobaliconas, el anuncio de la lotería, las reuniones en familia, el corazón blandito, las comidas de empresa (¿quién se sienta al lado del jefe, eh?), Papá Noel o los Reyes Magos, árbol o belén, el turrón (que vuelve a casa con acordes de anuncio comercial). Y la Visa que echa humo, o que directamente se declara en huelga cuando amenazan los números rojos. Total, como es Navidad…

"Yo no es que tenga nada en contra de la Navidad, pero el 30 de diciembre pasado anuncié a mis padres que este año las pasaría fuera de España", anuncia el actor Unax Ugalde. Eso en boca de hijo único no es cuestión menor. ¿El lugar elegido para su autoexilio? Marruecos. "Quiero estar en una jaima en medio del desierto, sin ver árboles ni lucecitas. Sin Reyes Magos ni discursitos. Sin todos esos reclamos que han convertido la Navidad en puro comercio", proclama.

La modelo Laura Sánchez cuenta sus propios planes. Pasa la mitad del año subida en un avión, pero en esas fechas su brújula se orienta indefectiblemente hacia el sur. A Huelva, su tierra. Y por precisar más, al pueblo de su abuela, Santa Ana la Real. "Tiene 300 habitantes nada más. Allá nos juntamos la familia y lo pasamos bomba", recuerda. Como religiosa que es, aunque poco practicante, asiste a la misa del gallo "aún refunfuñando". Tradición manda.

Como manda igualmente que los cuatro hermanos Garrido se reúnan bajo techo materno. Saulo, bailarín, se apresura a describir el plantel: "Nosotros somos cuatro chicos y siempre nos hemos juntado con mi madre, separada y muy bien, gracias". Risotada general. En este cuadro familiar, cada uno tiene su rol, que se repite casi milimétricamente en todo hogar patrio: el que pone la mesa, el que se planta frente a la tele y se escaquea con fingido e inusitado interés por el Telepasión… Y el que apaña tres canapés y se come uno. ¿Por qué hay tanta prisa por cenar la noche del 24? Es la gran pregunta de la noche, junto con otra que no le va a la zaga: ¿por qué nadie se come el turrón de coco, que termina en la bandeja a merced de los que, tras más de una copa, lo engullen sin discriminar? "¿Es que nadie puede avisar a los fabricantes de que no hagan nunca más turrón de coco?", sugiere la bailarina Helena Martín.

En casa de Amaya Bozal, ilustradora, no son muy familiares: "Sí, nos juntamos y seguimos la tradición aunque somos más bien ateos, pero a mí me parece todo un poco rollo. Además no me gustan las calles tan llenas de gente… Creo que las navidades son para los niños. ¡Es increíble cómo se lo creen todo!". Y pensar que Laura Sánchez se enteró de lo de los Reyes "en el instituto, como aquel que dice". Pura inocencia. Más perspicaz resultó la escritora Laura Gallego, como relata a sus compañeros de fiesta: "Tenía como siete años y me llevaron a la cabalgata. La carroza estaba aparcada y levanté las faldas que la cubrían. Para mi sorpresa, dentro había cajas de cartón. ¡Qué cutres!, pensé". La siguiente estación de su peculiar vía crucis la llevó directa a las rodillas del rey negro… Sólo negro hasta el cuello, porque los hombros se adivinaban blancos. Y no había que ser Sherlock para concluir. Verde y con asa, cubo.

Anuncio de servicio público: aquellos que la noche del 31-D estén desubicados, sin familia y en Barcelona tienen una oportunidad en casa de Dolo Beltrán. La voz del grupo Pastora acostumbra a invitar a un grupo de impares, de descolgados. Vamos, la versión moderna del siente a un pobre a su mesa: "Solemos ser pocos, porque no me gustan las cenas multitudinarias. Una vez fueron ocho hombres y yo. Algunos ex novios, por cierto". Saulo Garrido no desaprovecha la ocasión: "Ya, tú y tus ocho ex, ¡qué morbo!". Las mujeres del grupo se retuercen de envidia ante semejante harén masculino. E imaginan también a Dolo aquella otra Navidad que, como relata divertida, se topó con una langosta viva en plena calle. "Vivo al lado de la Boquería [mercado barcelonés], y un día iba en la bici y vi un bicho que salía corriendo. Fui detrás de la langosta y, después de varios intentos y sucesivos ¡ah, ah!, logré atraparla. Terminó en la cazuela. Gratis total".

Marisco igual a tradición. Como el consabido paseo por la ciudad para paladear las luces y los escaparates. "Gran pesadez lo de ir a la plaza Mayor", resume el chef del grupo, Darío Barrio. Quien agrega: "Odio las multitudes. Me basta con ver luces en el trayecto del restaurante a casa". Otras, como Helena Martín, son capaces de personarse una y otra vez en un puesto de la misma plaza… si el reclamo lo merece: "El chico del puesto de los arbolitos era muy mono, así que fui una y otra vez, como si dudara de llevarme el árbol o no"… "¿Pero le dijiste algo al vendedor?", pregunta alguien. "Nooo, soy tímida en el fondo. Pero compré el árbol, que conste". La cuestión conduce al capítulo de adornos navideños. Y así sabemos que el interiorista Javier Sol no decora la casa, haciendo honor a lo del herrero y el cuchillo de palo. "Yo me dedico a adornar las casas de los demás, de los amigos y clientes más próximos". Eso sí, es de esos raros especímenes que aún escriben tarjetas navideñas. Serán 150 este año. Cifra por cifra: los 35 metros cuadrados de casa de Dolo dan para poco ornato, así que se inclina por las luces. "Aún no he quitado las del año pasado, por cierto". Y Amaya recuerda la fiesta en la que rellenaron la cubierta helada de la piscina con ostras que fueron cayendo durante la noche. "Atención, pregunta", reclama Saulo, "¿sabe alguien por qué tardamos tanto en guardar los adornos navideños?". Otro gran arcano, profundo como el del turrón de coco, al que se suma un tercero, copyright de la cantante de Pastora: "¿Por qué los lotes de Navidad de empresa son tan cutres?".

Tanto reto intelectual sume al grupo en la reflexión más profunda. Sólo hasta que alguien tararee el "vuelve, a casa vuelve, que te esperamos". Una de las bandas sonoras de cada Navidad. "Como también lo son los acordes del anuncio del calvo y la lotería", apunta Laura Gallego. "¿Os habéis dado cuenta de que los cuentos navideños se han trasladado a la publicidad? ¿Qué os parece el de Caperucita de Chanel y el lobo? Es genial". "Pues para mí la música de Navidad es la banda sonora de la película El cazador: 'I love you baby'… Habla del reencuentro de los amigos, de la camaradería". Quien habla ahora es Unax, que se sale del guión tradicional, aunque su padre desempolve cada año el cancionero tradicional por aquello de que la familia que entona unida permanece unida. "Yo lo escondo en Nochebuena y él lo encuentra en Nochevieja. Suerte que a la una me voy con los amigos y me libro de cantar", dice el actor, con cara de pícaro.

Y Dolo: "¿No odiáis a esa gente que te machaca con el típico disco de villancicos de Operación Triunfo". Sí, la odian. "Pues yo tuve un novio que ponía a todas horas uno de villancicos flamencos. Un horror", interviene Helena. "Por eso lo dejaste, no me extraña", bromea Saulo. "¿Que qué villancico me sé?", reflexiona Darío, "ese de hale, hale, hale, la marimorena". "Bien, salvo que es ande, ande, ande", le corrigen. Y Dolo, imparable, rompe una lanza por el clásico verde: "¿Os sabéis el de la vieja jaraposa, que por delante y por detrás se le ve la mariposa?".

De la música al cine sólo hay un paso. A ese Qué bello es vivir que no puede faltar y todos confiesan tragarse; o a La princesa prometida, favorita de nuestra escritora; o, aportación de Unax Ugalde, a la desasosegante Pesadilla antes de Navidad, de Tim Burton. "Yo creo que la mía es La guerra de las galaxias", aporta Saulo. Y recita a dúo con Helena: "El miedo te lleva a la ira, la ira al odio y el odio al lado oscuro". Yoda y Luke Skywalker parecen vagar por la fiesta.

A estas alturas, los invitados se han ido acoplando en el pasillo. Las corbatas se aflojan y los tirantes de los vestidos tienden a obedecer el mandato sagrado de la gravedad. Con esa indolencia que recuerda el final de un día de compras. "A mí me gustan los regalos prácticos", afirma Amaya Bozal. "Suelo ir a tiro hecho, y tiendo a regalar libros o algo relacionado con la pintura". Helena confiesa que tira mucho de tienda de aeropuerto. "Normalmente esos regalos precipitados aciertan con el gusto", tercia Javier Sol. "O son los más freakis", muestra su desacuerdo el modelo Oriol Elcacho, que se plantea un día de compras como una prueba de atletismo que resuelve con soltura olímpica. Hasta que los dependientes le ponen en las narices el cartel de "cerrado".

¿Qué es lo más hortera que habéis regalado? Saulo recoge el guante: "Una vez compré una agendita horrible. Luego me metí en un fotomatón y me fotografié con ella en distintas posturas. La regalé con fotos dentro". Customización, que es lo que se lleva ahora. Una voz sugiere lo mucho que han ampliado el horizonte del regalo las tiendas de todo a cien. "Me molesta mucho que la gente regale lo que le gustaría que le regalaran a ella, no lo que te gusta a ti", interviene Gallego. Helena apoya el comentario: "Dan ganas de decir: ¿que me conoces desde hace cuántos años?". Otros tienen mejores experiencias: en la memoria de Oriol quedó grabada esa moto de verdad que le trajeron los Reyes a sus 11 años; en la de Unax, aquella flamante bicicleta Torrot roja; en la de Darío, "el castillo de los clicks de Famobil; mis amigos fliparon".

"A mí me encantó cuando a los 14 años me regalaron una máquina de escribir", evoca Laura Gallego. La otra Laura no puede olvidar la Barbie, y Saulo rememora esos regalos del amigo invisible que cada año suelen hacerse en las compañías de baile: "Es emocionante porque recibes notas anónimas de tu amigo con pistas sobre lo que te va a regalar". Sólo entonces, Dolo hablará de una costumbre que todos piensan adoptar desde ese instante: "Regalar un pongo". ¿Y eso qué es?, pregunta general. "Algo que tienes en casa y siempre te preguntas: ¿dónde lo pongo?". Carcajada y vuelta al ruedo.

Tiempo de confesiones íntimas. Primera: que levante la mano quien vea el discurso del Rey por televisión el día 24. Nadie -¿es políticamente incorrecto?-. Pero todos aseguran que el regio busto parlante es una presencia de Nochebuena tan imprescindible como el árbol o la tía Purita -"oye, que mi madre se llama Puri", protesta Unax-. Segunda: que levante la mano quien se trague el especial de Nochebuena y el especial de Nochevieja. "Nada de eso, pero no me pierdo el especial muñegotes de Canal +", defiende Amaya. "Ojo, que una vez actué en un Telepasión", confiesa Saulo. Y tercera: que levante la mano quien no se haya cogido una buena cogorza navideña. Ninguna mano en alto.

Pues a soltar anécdotas. "Navidad de 1998", sitúa Laura Sánchez. "Salí con mi hermano y me tomé un par de copitas de anís. Nada grave, si no fuera porque después los quintos del pueblo me hicieron beber una jarra con mosto. Se me revolvió el estómago y pasé la noche en el cuarto de baño". Helena nunca olvidará la Navidad en la que, embutida en un pantalón dos tallas menos, apenas probó bocado. Pero beber, vaya que si bebió. No hace falta relatar las consecuencias. "Yo recuerdo la Navidad de cuando tenía 14 años", le toca el turno a Saulo. Para continuar: "Mezclé de todo: tinto, blanco, champán…". Y Dolo, ídem. Y Javier Sol: "Pues lo más es desmayarse. Esa sensación de despertar y ver a mucha gente a tu alrededor es tan reconfortante…". Todos de acuerdo en que se trata de una performance de alto nivel.

Copa en mano, y para contrarrestar tanto exceso etílico, los invitados acometen el asunto gastronómico. Divertido el proceso de reciclaje en casa de Oriol: "Primero es el pollo; a continuación, los canelones con relleno del pollo y algo más, y al fin, siempre queda relleno que alguien se come". El alguien pueden ser padres, los tíos, su hermana, el novio de ésta o el conejo de la familia, Crispeta. Habla ahora su colega Laura: "A mí me divierte mucho encerrarme con mi madre en la cocina. Con una copita en la mano lo pasamos bien. Yo me encargo de los postres. ¿Mi especialidad? El tiramisú". Unax asegura que mata por el cordero que prepara su abuela; Helena, por el marisco. "Yo, por un buen vino, porque como bien todo el año, que conste", ironiza Saulo. Darío Barrio se apunta al priorato o a la denominación de origen de Toro, por citar dos propuestas. Y mejor que el turrón, natillas de ídem. Una modernidad.

Inevitable aterrizar en otro clásico: la nostalgia. Laura y Oriol coinciden: "Siempre hay un rato para pensar en los que no están". O ese recuerdo de Navidad funesta que almacena Darío, cuando su familia tuvo un gravísimo accidente de tráfico. Y de la nostalgia, a los propósitos que uno se hace cada año, en septiembre y Navidad: "Yo me propongo ser más ordenada, y me hago la lista de las historias que voy a escribir", arranca Gallego. "Dejar de fumar. Me dura ocho días", agrega Dolo. Saulo se disculpa: "La Navidad no coincide con mis ciclos naturales de propósitos".

El pescado está vendido, que diría el Michael Robinson en versión guiñol; los invitados, fanés y descangallados, que diría el tango. Pero antes de cerrar el telón hay quien sueña con unas navidades diferentes. "Encerrada en una cabaña en medio del bosque", fantasea la escritora. O en el sur de Italia, imagina Dolo. "En un sitio con mucha nieve para cumplir con el topicazo del muñeco y todo eso", aventura Sol. Amaya quería haberse ido a Egipto, pero por causa mayor no podrá ser este año. El único que no sueña, porque tiene ya el billete para Marruecos, es Unax. Y esta vez no piensa probar el turrón, por mucho que los supermercados lo vendan hasta febrero.

La trastienda de una sesión

9.00 El equipo de estilismo de decoración ultima los detalles del decorado de nuestra fiesta. El fotógrafo diseña el desarrollo de la sesión y su ayudante coloca focos aquí y allá. 10.00 Desembarcan dos maquilladoras y el peluquero. "¿Dónde nos ponemos?". "Preguntan qué dónde se pooonen". Transmite una voz. Vacilación y ejecución inmediata: un despacho y un aseo serán su territorio comanche. Justo al lado de un garaje-cuarto de juegos donde Renée -la estilista de moda- y su ayudante han desplegado burros con ropa como para vestir a toda una orquesta sinfónica. Tacones, gasas, tules, zapatos… Caos; glamouroso, pero caos. 10.30 Llega el catering. "¿Dónde nos ponemos?", preguntan. "Qué dónde se poneeeen". "¡En el garaje!". Sea. Pero hace un frío pelón. Llega Darío Barrio, nuestro cocinero invitado, con todos los ingredientes para ejecutar el menú. "¿Dónde está la cocinaaa?". Alguien le lleva en volandas. Saca foie, un bogavante, fresas, turrón… Y trabaja a contrarreloj porque hay que fotografiarlo todo antes de que comience la fiesta. Justo entonces aterrizan Laura Gallego y su editora. Y la editora, que ve el camarote de los Marx versión EPS, se retira prudente. Llega Dolo Beltrán con su road-manager. Han estado perdidas llamando, ¡pero aquí no hay cobertura! Estamos casi ilocalizables. ¿Alguien da más? Son abducidas por maquilladoras y peluquero, mientras los siguientes en aterrizar se prueban ropa. Estar parado es pecado mortal. Los primeros en estar listos han comenzado la tertulia. Hay buena química. Unax Ugalde será el último en llegar, a la hora del café: está en plena promoción de su última película. Somos una veintena. Corremos. Fotos, fotos, fotos. Y mucha conversación, con escapadas al garaje de los fumadores. Doce horas después se pone el punto final a la sesión, pero sólo hasta el día siguiente. Antes de volver a casa, los invitados se han intercambiado los teléfonos. Buena señal.

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