Rumania cierra una campaña electoral marcada por la crispación
Los últimos sondeos auguran la victoria del socialdemócrata Adrian Nastase, actual primer ministro en funciones, en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales del próximo domingo en Rumania frente al líder de la oposición liberal, Traian Basescu. Ayer se cerró la campaña electoral, que ha tenido un tono extremadamente bronco y crispado. En un momento clave para Rumania -el futuro presidente negociará la entrada en la Unión Europea-, se ha discutido más sobre la orientación sexual de los candidatos que sobre los retos que el país tiene planteados.
Además del cruce de acusaciones homofóbicas, el otro gran asunto que ha marcado la campaña es la acusación de fraude en la primera vuelta. Los resultados oficiales -avalados en líneas generales por la Organización para la Cooperación y la Seguridad en Europa (OSCE)- situaron en primer lugar a Nastase, con más de seis puntos de ventaja sobre Basescu, pero éste denunció la existencia de fraude.
Nastase, que como primer ministro tiene la responsabilidad de organizar los comicios, consideró garantizada la credibilidad de las elecciones y reprochó a su rival haber organizado "un escándalo internacional que ha supuesto un grave problema de imagen para Rumania". "El problema no lo crea quien denuncia, sino quien comete irregularidades", respondió Basescu. Para la segunda vuelta, la OSCE reducirá el número de observadores de 18 a 12.
Los sondeos otorgan a Nastase un apoyo del 57% de los votos frente al 43% de su competidor. Los socialdemócratas, que también quedaron en primer puesto en las elecciones parlamentarias del mes pasado, se proponen formar un Gobierno de coalición con los Humanistas, el Partido Húngaro y los 18 escaños de las minorías nacionales, desde ucranios a hebreos pasando por la minoría gitana. Solo así se garantiza una mayoría suficiente para gobernar, aunque le faltan cuatro escaños en el Senado para impedir que la oposición bloquee esta Institución. Basescu afirma que las alianzas vendrán después, aunque sólo podrá gobernar en mayoría con la ayuda del Partido Rumania Grande, los ultras de Vadim Tudor.
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