El desorden natural
El francés Jean-Jacques Annaud es uno de esos directores a los que la aventura de un rodaje, lejos de amedrentarle, parece despertarle la osadía y la inquietud. Producciones tan complicadas como En busca del fuego (1981), Siete años en el Tíbet (1997) y, sobre todo, El oso (1988), confirman una cualidad ratificada ahora con el estreno de Dos hermanos, historia protagonizada casi exclusivamente por dos tigres nacidos en el corazón de la selva del sureste asiático (aunque interpretados por hasta 30 ejemplares, 18 de ellos cachorros).
Diálogos mínimos y preponderancia de la lucha del hombre contra la naturaleza son las características esenciales de una película que tiene más de peripecia que de narración clásica. Aunque Dos hermanos tenga detrás una historia con un planteamiento, un nudo y un desenlace (dos cachorros de tigre son separados por sus captores, acabando uno de ellos como atracción de circo y el otro como mascota de un rico hacendado), lo importante en ella son las escenas centradas en la lucha por la vida.
DOS HERMANOS
Dirección: Jean-Jacques Annaud. Intérpretes: Guy Pearce, Freddie Highmore, Vincent Scarito, Jean-Claude Dreyfus, Philippine Leroy-Beaulieu. Género: aventuras. Francia-Reino Unido, 2004. Duración: 109 minutos.
Mérito de rodaje
El instinto de supervivencia, los traviesos jugueteos de los animales, sus pequeñas o grandes desgracias, y sus miradas de asombro ante las intromisiones del hombre en el orden natural en el que se mueven se consagran como lo verdaderamente apasionante de un filme a medio camino entre una ecológica producción de la Disney, un documental de La 2 y una dramática aventura fílmica al estilo de directores amantes del peligro como John Huston o Werner Herzog.
De este modo, los méritos implícitos en un rodaje de este tipo, en el que hay que aportar una gran paciencia y una buena capacidad de improvisación para seguir las a veces inesperadas reacciones de los animales, se imponen sobre la levedad de una historia un tanto básica e ingenua. De todos modos, estamos lejos de la carga de profundidad y de la madurez de El oso, producción que no iba acompañada de dos ventajas que ahora sí tiene Dos hermanos. La primera, que en El oso no se utilizaba tanto el montaje con continuos cortes en la secuencia para describir alguna acción o reacción de los animales. El elegante plano general fijo dominaba aquella película de 1988, con lo cual no había posibilidad de dar gato por liebre en el montaje posterior (algo, por otro lado, relativo, pues al fin y al cabo eso es el cine, una mentira contada a través de los recursos cinematográficos al alcance del director). Además, la segunda ventaja de Dos hermanos, ésta sí definitiva a la hora de valorar el esfuerzo de una y otra película, es la utilización de cámaras digitales de alta definición, que reducen no solamente el coste en celuloide sino también los preparativos para cada toma en una producción tan a merced de los caprichosos e inhumanos comportamientos de sus protagonistas absolutos.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.