Compromiso en Kiev
El conjunto de leyes y cambios constitucionales aprobados ayer contrarreloj por el Parlamento de Ucrania representa un claro compromiso entre el presidente saliente Leonid Kuchma, instalado como árbitro de la crisis, y el vencedor moral de los comicios presidenciales, el líder opositor Víktor Yúshenko. El jefe de la revolución naranja ha obtenido satisfacción a sus dos reivindicaciones centrales, una vez logrado el desguace de la Comisión Electoral: la destitución del primer ministro y rival en las urnas, Víktor Yanúkovich, disfrazada de baja por campaña electoral, y una reforma de la ley electoral que prácticamente le blinda contra un nuevo fraude como el del 21 de noviembre.
Yúshenko, que quería una presidencia de competencias plenas, ha debido ceder a algunas de las pretensiones de Kuchma, y ha obtenido a cambio garantías de limpieza para la repetición de la segunda vuelta electoral, el próximo día 26, lo que despeja razonablemente su camino hacia el triunfo. El próximo presidente de Ucrania tendrá unos poderes disminuidos y se verán acrecentados los del Gobierno y del dividido Parlamento, que entrarán en vigor antes de las elecciones legislativas de 2006. También las regiones tendrán mayores competencias, a fin de amortiguar la tensión entre el oeste nacionalista y el este rusohablante de la antigua república soviética.
Kuchma lucha por impedir un final humillante de sus 10 años de ilimitado y, por tanto, corrompido poder en Ucrania. Busca sobre todo garantizarse inmunidad contra futuros sobresaltos judiciales, al estilo de lo conseguido por Borís Yeltsin hace cinco años, cuando abandonó la presidencia de Rusia. Porque parece claro, tras casi veinte días de agitación popular, que muchos ucranios consideran que en su país se ventila ahora la definitiva liquidación del régimen comunista, a todas luces incompleta en 1991. Uno de los últimos episodios sobre cierta manera de concebir la lucha política espera confirmación cuando los médicos establezcan definitivamente si, como parece, la degradación física del liberal Yúshenko se debe a que fue envenenado antes de iniciarse el proceso electoral.
Si quien más gana con el acuerdo de ayer es Ucrania, quien más pierde es el Kremlin. Para el presidente Putin, lo ocurrido en el antiguo granero de la URSS representa la mayor humillación sufrida en sus cinco años en el poder.
De ahí la escalada de ataques dirigidos por él mismo, la Duma o sus ministros -el último en la cumbre de la OSCE, en Bulgaria- al desarrollo de los acontecimientos y contra quienes, como la UE y EE UU, se alinearon desde el primer momento con los manifestantes de Kiev, ahora ya desmovilizados. En los planes de Putin no figuraba la eventualidad de perder Ucrania o, lo que es lo mismo, tener a la puerta de casa una democracia vigorosa y combativa.
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