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La consulta para dar la ciudadanía a los húngaros en el exterior fracasa por la baja participación

La victoría del 'sí' queda invalidada en el referéndum al no alcanzar el 25% del censo

Guillermo Altares

El referéndum celebrado ayer en Hungría para conceder la nacionalidad a los 3,5 millones de magiares residentes en el extranjero quedó en tablas y su resultado no fue válido. La baja participación (37,48%) y el estrecho margen (51,55% a favor, 48,45% en contra) hizo imposible una victoria del o del no. Con este resultado, la tensión política provocada por la consulta mantendrá encendido el enfrentamiento entre el Gobierno socialdemócrata y la oposición conservadora que ha marcado la vida pública húngara en los últimos años.

Para que el resultado de la consulta sea válido (una victoria del o el no), al menos un 25% del censo (dos millones de votantes) debía haber elegido una de las dos opciones. Con esta baja participación, el voto a favor representaba anoche el 18,7% del electorado total e hizo imposible que la estrecha victoria del permitiese enviar al Parlamento una ley para conceder la nacionalidad a los húngaros residentes fuera de las fronteras.

La cuestión de los magiares en el extranjero -tras el tratado de Trianón, al final de la I Guerra Mundial, Hungría perdió un tercio de su población y dos tercios de su territorio- es una cuestión extremadamente delicada en este país, pero el trasfondo de la discusión ha sido ante todo político. Se enmarca dentro de los enfrentamientos del Gobierno de coalición de socialdemócratas y liberales con los conservadores del Fidesz, cuyo líder, el ex primer ministro Víktor Orban, ha llevado a cabo una campaña de acoso y derribo contra el Ejecutivo desde que, en 2002, perdió las elecciones contra todos los pronósticos de los sondeos.

En su defensa de las dos respuestas positivas en la consulta, a la nacionalidad de los húngaros del exterior y a detener la privatización de la sanidad pública, sobre lo que también se votó ayer con otra victoria invalidada del , Fidesz se ha aliado por un lado con el movimiento nacionalista Federación Mundial de los Húngaros y, por otro, con una pequeña formación comunista, que es quien planteó la cuestión de la sanidad. El Gobierno socialdemócrata ha pedido que se vote no a las dos preguntas alegando motivos económicos.

Incluso firmes partidarios del como el principal partido húngaro rumano, la Unión Democrática de los Magiares de Rumania (UDMR), han reconocido que se trató de una cuestión "planteada de forma muy populista". "No fueron los húngaros de fuera los que sacaron este tema", señala Eva Jozsa, una ingeniera de 45 años que dejó Rumania en 1990 y que ahora reside en Budapest con nacionalidad húngara. "Si hubiesen recibido la ciudadanía, Orban habría logrado una gran popularidad en Rumania. Creo que todo ha sido una manipulación política y las víctimas serán la gente corriente", agrega.

"Este referéndum ha sido un instrumento de lucha entre los partidos", ha escrito Attila Juhasz, analista del instituto independiente Political Capital. El duro ambiente político y la victoria del Fidesz en las elecciones europeas de junio en medio de un descenso de la popularidad del Gobierno acabaron por provocar la caída del primer ministro Peter Medgyessy, que fue reemplazado a finales de agosto por un joven millonario, Ferenc Gyurcsany. "La formación del nuevo Gobierno y la creciente popularidad del nuevo primer ministro obligaron a Fidesz a tomar la iniciativa. El referéndum era una buena oportunidad para hacerlo", agregó el analista.

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El ex primer ministro Orban ha asegurado siempre que su objetivo era defender los intereses de los húngaros fuera del país, con la doble nacionalidad, y dentro, evitando que se disparen los costes sanitarios si prosigue la privatización del sistema de salud. La victoria del en las dos cuestiones, aunque la consulta no sea válida, le permitirá seguir manteniendo la tensión política.

Tres mujeres de un pueblo cercano a Bucarest depositan el voto vestidas con su traje tradicional.
Tres mujeres de un pueblo cercano a Bucarest depositan el voto vestidas con su traje tradicional.AP

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Sobre la firma

Guillermo Altares
Es redactor jefe de Cultura en EL PAÍS. Ha pasado por las secciones de Internacional, Reportajes e Ideas, viajado como enviado especial a numerosos países –entre ellos Afganistán, Irak y Líbano– y formado parte del equipo de editorialistas. Es autor de ‘Una lección olvidada’, que recibió el premio al mejor ensayo de las librerías de Madrid.

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