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Reportaje:

A la intemperie en el olivar

Miles de inmigrantes deambulan por los pueblos de Jaén a la espera de un trabajo en la campaña de la aceituna

Ginés Donaire

"¿Dormir? ¿Cómo vamos a dormir con el frío que hace? Es imposible". El senegalés Mamadou Seck muestra los sabañones que le han salido en sus manos después de tantas noches de infierno desde que llegó a Jaén hace medio mes para buscar trabajo en la campaña de la aceituna. Primero aguardó varios días la apertura del albergue de la capital, sin más techo que unos soportales y el abrigo de unos cartones viejos y unas mantas recibidas de la solidaridad vecinal. Cuando el albergue abrió sus puertas, durmió tres noches calentito (es el límite de estancia en el centro), pero luego empezó otro peregrinaje por la provincia buscando un alojamiento provisional mientras alguien le contrata para trabajar en alguna de las fincas que pueblan el auténtico mar de olivos del paisaje de Jaén, con más de 50 millones de árboles.

El subdelegado del Gobierno denuncia que hay "gente interesada" en crear una crisis

Como Mamadou, varios miles de inmigrantes han ido llegando a los pueblos de Jaén atraídos por el efecto llamada. La mayoría son subsaharianos, proceden de otras campañas agrícolas, especialmente de la provincia de Lérida, y ahora esperan un empleo en los olivares donde, con un poco de suerte, tendrán dos meses de trabajo a 39 euros el jornal de seis horas y media. Pero la lluvia de los últimos días ha pospuesto la actividad en el campo. Esta campaña hay menos empleo porque la cosecha se va a reducir en un 30%, pero los sindicatos han constatado, paradójicamente, una mayor afluencia de inmigrantes temporeros.

Ossman Yara, de Ghana, es otro de los que ha pasado dos semanas durmiendo a la intemperie recostado sobre la pared del albergue de Jaén, cuando al otro lado de la pared había 200 literas vacías. No es la única paradoja que se da en esta tierra que concentra el 20% de la producción mundial de aceite de oliva y más de la mitad de la producción nacional. Si no fuera por los 8.000 inmigrantes que llegan en cada campaña, buena parte de la aceituna quedaría sin coger, y eso que en la provincia hay cerca de 22.000 parados y 24.000 perceptores del subsidio agrario.

"Claro que produce vergüenza ajena". El alcalde de Jaén, Miguel Sánchez de Alcázar, del PP, no oculta el sonrojo que le supone a las instituciones públicas la estampa, que se repite año tras año, con centenares de inmigrantes sin techo deambulando por las calles de cualquier pueblo olivarero. El alcalde, que había rechazado anticipar la apertura del albergue para evitar el efecto llamada, se vio obligado a abrir, "por razones humanitarias", las puertas el pasado 19 de noviembre acosado por la fuerte presión social, procedente de ONG, sindicatos y colectivos vecinales que denunciaban las condiciones "miserables e infrahumanas" en las que malvivían los inmigrantes.

La pasividad institucional contrasta con la solidaridad de muchas entidades sociales, como Cáritas, Cruz Roja o Jaén Acoge, y de muchas personas anónimas que reparten mantas y alimentos a unos seres humanos que desde hace años ya forman parte del paisaje rural en los más de 300 pueblos olivareros de Andalucía.

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La Junta andaluza, que se gasta tres millones de euros en la campaña de albergues, guarderías y puntos de información a inmigrantes durante la campaña de la aceituna en Jaén, defiende que el dispositivo provincial "es único en España". Pero en Córdoba, la Asociación Pro Inmigrantes ha contabilizado a más de 600 personas viviendo en asentamientos por falta de albergues. Con todo, la Junta no oculta cierta impotencia para hacer frente a semejante flujo de temporeros. "Si llegan 4.000 o 5.000 inmigrantes en octubre o noviembre no hay dispositivo en toda España capaz de funcionar", sostiene el delegado del Gobierno andaluz en Jaén, Francisco Reyes.

El problema es que los 19 albergues para temporeros de la provincia están diseñados para ser abiertos unos días antes del inicio de la campaña olivarera, y apenas ofertan 650 plazas, una cifra que organizaciones sociales y hasta el Defensor del Pueblo andaluz, José Chamizo, consideran insuficiente. Así ha quedado de manifiesto esta última semana en Úbeda, donde Cruz Roja se ha visto obligada a habilitar una nave con un centenar de literas para paliar la situación de colapso del albergue municipal. En esta localidad, epicentro de la principal comarca productora d aceituna, se ha producido una avalancha inusual de inmigrantes, que la Subdelegación del Gobierno ha achacado a grupos organizados que en Madrid les inducían -a través del reparto de octavillas- a trasladarse a este municipio, "donde hay trabajo para inmigrantes con papeles y sin papeles". La Comisión Provincial de Inmigración se apresuró a desmentir este bulo, aunque el sindicato CGT ha recomendado que se pueda contratar a cualquier trabajador, con o sin papeles. "Así ganamos, se elimina economía sumergida y se eliminan bolsas de marginación", indica Jacinto Ceacero.

Los sindicatos estiman que un 30% de los inmigrantes que llegan a Jaén no tienen papeles, lo que les dificulta su contratación. El Grupo de Extranjeros de la Comisaría de Policía de Jaén tramitó en noviembre 81 expedientes de expulsión. La mayoría eran de marroquíes y rumanos, pero también había ucranios, búlgaros, guineanos, argelinos, bolivianos, colombianos y senegaleses. El subdelegado del Gobierno en Jaén, Fernando Calahorro, añadió a este respecto que si no se producen más expulsiones es por la imposibilidad de ejecutarlas en muchos países subsaharianos. UGT cree que hay discriminación en la contratación de trabajadores marroquíes a favor de inmigrantes procedentes de países del Este. "El marroquí conoce sus derechos y es más exigente", explica Pedro Marcos.

Varios inmigrantes caminan por Jaén mientras esperan ser contratados para recoger aceitunas.
Varios inmigrantes caminan por Jaén mientras esperan ser contratados para recoger aceitunas.JOSÉ MANUEL PEDROSA

Contrato sin alojamiento

La filosofía de los albergues de Jaén es la de facilitar el tránsito a los temporeros hasta su contratación por algún empresario. Desde ese momento, son los olivareros los responsables de su alojamiento, aunque en la práctica no siempre ocurre así. Hace tres años se acordó poner en marcha un parque de viviendas, que gestionarían los ayuntamientos y que sufragarían los empresarios. Pero desde el principio el convenio estaba abocado al fracaso: "No podemos pagar el alojamiento a los temporeros porque discriminaríamos a los nativos", dijo el presidente de la patronal jiennense, Diego Torres.

Así las cosas, los alojamientos quedan a expensas de la voluntad de cada olivarero. Muchos los acogen en sus viviendas, pero otros muchos esquivan la generosidad y alojan a los temporeros en cortijos abandonados. Para paliar esta situación CGT pide que los alojamientos se financien con parte de las ayudas comunitarias que perciben los olivareros, y que en Jaén fueron el último año 431 millones de euros, el 41% de lo que recibieron los olivareros españoles.

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