Los ingleses de Extremadura
Molinos, viñedos y castañares jalonan un paseo por esta comarca que desmiente con su verdor el árido tópico de Cáceres
Monseñor don Tirso Lozano Rubio, camarero secreto de su santidad, canónigo lectoral de Badajoz y autor de una Historia de Montánchez impar -pues nadie ha escrito otra-, observaba en 1894: "A costa de un inmenso trabajo, los naturales han reducido toda la sierra al cultivo en los términos más dignos de elogio; su verdura y lozanía se descubren por todas partes aun en el verano; sus habitantes se pueden llamar, con razón, los ingleses de Extremadura, no sólo por no despreciar un palmo de tierra, sino por haber convertido su estéril sierra en una granja".
Un siglo y pico después, la sierra de Montánchez sigue siendo bellísima y, salvo por las referencias de don Tirso, rematadamente ignota. La de Montánchez es una serrezuela de granito que descuella en el confín occidental de la cordillera Oretana -divisoria entre el Tajo y el Guadiana, cuyo grueso lo forman la sierra de Guadalupe y los montes de Toledo-; una serrezuela que se alza solitaria a casi un kilómetro de altura, en el centro de un triángulo monumental definido por los núcleos de Trujillo, Mérida y la capital cacereña, cuyas grandezas la han eclipsado.
Predios cercados por altos y espesos muros de granito flanquean el camino
La sierra de Montánchez se yergue, pues, en el corazón de una tierra dominada por el afán de conquista. Y no deja de extrañar que de aquí partieran mil Pizarros, Corteses y Orellanas por haber riquezas en ultramar, teniéndolas tan cerca de casa.
Hay encinares y cerdos ibéricos; alcornocales y robledos; olivos, higueras y viñas. Y la tierra no debe de ser mala cuando se ve hasta algún castañar. Arroyos y veneros pintan todo el año de verde esta mansión de ovejas, yeguas y vacas, y si algún tópico le cuadra bien a esta sierra, no es el de la reseca Extremadura, sino el de la Arcadia felice. Pero todo esto, casi mejor, lo vamos a ver caminando. Para ello hemos elegido la llamada ruta de los Molinos, un itinerario facilón que nos va a llevar dando un garbeo desde Arroyomolinos de Montánchez, en la vertiente sur de la sierra, hasta el pueblo de Montánchez, apiñado en la ladera contraria en derredor de su castillo roquero. El título de la ruta, que aparece rotulado en varios letreros desde la plaza del Ayuntamiento hasta la salida de Arroyomolinos, es asaz ilustrativo del asunto principal de la misma.
Una docena de aceñas, remozadas en parte, jalonan el arroyo de la garganta de los Molinos, por cuya margen izquierda subimos culebreando entre los restos de estos venerables ingenios hidráulicos: molinos de cubo que hacían harina -por lo menos, hasta mediados del siglo XX- del cereal cosechado en las vegas del Aljucén. A la altura del último molino, la senda enlaza con una calzada empedrada que asciende a mano izquierda hasta la divisoria de aguas, para adentrarse acto seguido en un frondoso castañar. Predios cercados por altos y espesos muros de granito flanquean el camino, que a partir de aquí es de suave bajada. A ambos lados vemos prados risueños, bancales de olivos, viñedos geométricos que prometen blancos ligeros y piaras de cochinos renegríos dotados de túrgido pernil que nos inspiran las más depravadas fantasías gastronómicas. Más real, porque la tenemos justo enfrente, es la villa de Montánchez, en la cual entramos tras una hora y media de marcha.
Sesenta metros por encima del caserío -dédalo de callejas empedradas, muros encalados, roídos blasones y teja árabe- se erige la fortaleza que Alfonso IX de León regaló en 1230 a la Orden de Santiago, por lo bien que le había ayudado a conquistarla. A su vera está la ermita de la Virgen del Castillo y está el cementerio, en cuya portada leemos: "Templo de la verdad es el que miras. / No desoigas la voz del que te advierte / que todo es ilusión, menos la muerte". En eso vamos pensando, que todo es engaño, incluido el árido tópico de Extremadura, mientras regresamos por el mismo camino.
Ibérico para comer y llevar
- Cómo ir. Montánchez (Cáceres) dista 300 kilómetros de Madrid yendo por la carretera de Extremadura (A-5) hasta Trujillo y luego por la EX-381. Un kilómetro más allá de Montánchez está el desvío a Arroyomolinos, pueblo en el que se inicia la ruta.
- Datos de la ruta. Duración/longitud: tres horas/diez kilómetros (incluida la vuelta). Desnivel: 340 metros. Dificultad: baja. Senda y calzada, señalizadas en varios puntos con letreros. Cartografía: hoja 12-29 del Servicio Geográfico del Ejército.
- Alrededores. Pico Montánchez (a tres kilómetros): accesible en coche, domina 24 pueblos a la redonda. En Alcuéscar (a siete kilómetros): basílica hispano-visigoda de Santa Lucía. Además, conjuntos monumentales de Trujillo (a 41 km), Cáceres (a 45 km) y Mérida (a 45 km).
- Comer. Montecalabria (927 38 02 16): embutidos, sopa de buñuelillos, migas y caldereta; precio medio, 18 euros. La Posada (tel. 927 38 00 45): restaurante especializado en ibéricos y cochinillo; 15-20 euros. Asador El Castillo (tel. 927 38 07 58): secreto, solomillo y bola de ibérico; 20 euros.
- Dormir. Casa Margarita (tel. 927 38 00 42): en el casco antiguo de Montánchez, casa labriega de 1860, decorada con objetos del XIX y XX; habitación doble, 50 euros. El Fontano (tel. 699 95 72 02): la roca, que aflora por doquier, protagonista de la vivienda erigida al pie del castillo; 50 euros. Canchalejo (tel. 676 37 55 00): casa popular, con bodega y vistas; 50 euros.
- Compras. Jamones, en los secaderos Álvaro Galán (tel. 927 38 03 10), Monsalud (tel. 927 38 01 63) y Casa Bautista (tel. 927 38 03 11).
- Actividades. Finca Al-Manzil (tel. 927 19 60 00): alquiler de caballos y bicicletas de montaña, senderismo y rutas ecoturísticas.
- Más información. Oficina de Turismo de Montánchez (plaza de España, 1; tel. 927 38 07 63). En Internet: www.montanchez.net.
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