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Reportaje:BALANCE DE UNA EPIDEMIA

'Elvira' no deja huella

La granja en la que apareció el primer caso español del mal de las 'vacas locas' vuelve a sus rutinas

Xosé Hermida

Una leve corriente nerviosa agita aún a Erundina Negreira cuando ve acercarse a su explotación ganadera de Cabana de Bergantiños (A Coruña) algún coche rotulado con el anagrama de la Xunta de Galicia. Pero estos días Erundina no había reparado en el aniversario, hasta que vio por la tele al científico Juan José Badiola comiéndose un chuletón.

Fue un 23 de noviembre de 2000 cuando Erundina se encerró en casa para no ver cómo sacaban de la cuadra a sus 23 reses, destinadas al sacrificio. Durante los días siguientes, la mujer "rompía a llorar por cualquier cosa", recuerda ahora con una sonrisa a la que asiente su marido, José Toja, mientras apila la hierba en el establo ante las cabezadas de las vacas.

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Casi nada ha cambiado en la granja de Erundina y José desde ese día de 2000 en que todos sus vecinos del lugar de Ameixenda aunaron los sollozos, al tiempo que veterinarios de la Xunta y agentes de la Guardia Civil dejaban la cuadra vacía. Cuatro años después, la cabaña se ha reducido a 14 reses, pero únicamente "porque la salud no permite más esfuerzos", explican los propietarios.

La cuadra, que fue desinfectada tan exhaustivamente que "hasta los hierros humeaban", sigue siendo un galpón de bloques de cemento adosado a la vivienda. Erundina y José tampoco han variado las costumbres laborales repetidas durante decenios y ni siquiera han buscado otros proveedores de piensos, porque están seguros de que "la culpa no fue de ellos". "¿Cómo podríamos nosotros controlar los piensos?", aduce José. "Damos a las vacas lo que nos venden, como hicimos siempre".

El matrimonio, con dos hijos que se han independizado, admite que ahora ya no olvidar consignar todas las incidencias en el libro de registro de la granja, dedicada por entero a la producción láctea. Antes criaban la mitad de las reses para venderlas en el mercado de la carne. Una de ellas era Elvira, la nieta de una vaca de origen austriaco comprada por el matrimonio de Cabana que se convirtió en la primera víctima conocida en España de la encefalopatía espongiforme bovina (EEB).

El primer caso oficial reconocido fue el de Parrula, una vaca de Lugo, pero el de Elvira venía de más atrás, sólo que en su caso el análisis no resultó del todo concluyente y la Administración se afanó por mantenerlo en secreto durante semanas. Cuando murió, Elvira ya no estaba en la granja de Erundina y José, que la habían vendido a otro ganadero de Coristanco, un municipio vecino. En agosto de 2000, el jefe de veterinarios de zona se presentó en la explotación donde había nacido la res para comunicar a sus antiguos propietarios que una de las vacas "resultara agraciada con algo que no aclaró mucho", recuerda Erundina. Las constantes visitas de los veterinarios en las semanas siguientes permitieron entrever que les rondaba una misteriosa enfermedad. Hasta que un día, el veterinario se dejó olvidados sus papeles. "Los leímos, pero no entendíamos nada, no sabíamos que era aquello de EBB", comenta José. "Cuando vino el hijo y los leyó él, nos enteramos de qué se trataba".

Todas las vacas fueron sacrificadas y la explotación cerrada por dos meses. Durante ese período, cobraron dos pagas de 167.000 pesetas. Por el sacrificio de las vacas les entregaron 4.625.000. "Nos las pagaron bien, pero hubo que comenzar de nuevo. Si no tuviéramos otros recursos, no saldríamos adelante", aseguran. El aciago episodio que les tuvo muchos días sin dormir y casi sin comer reafirmó su desconfianza en la Administración. "Los políticos nos trataron mal, aunque algunos pagaron su precio", dice Erundina. "El conselleiro de Agricultura, que estuvo aquí sentado conmigo en la cocina de casa, tuvo que dimitir. Y nosotros no somos ricos, pero seguimos adelante".

Erundina Negreira trabaja en su granja de Cabana de Bergantiños (A Coruña)
Erundina Negreira trabaja en su granja de Cabana de Bergantiños (A Coruña)IAGO LÓPEZ

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Sobre la firma

Xosé Hermida
Es corresponsal parlamentario de EL PAÍS. Anteriormente ejerció como redactor jefe de España y delegado en Brasil y Galicia. Ha pasado también por las secciones de Deportes, Reportajes y El País Semanal. Sus primeros trabajos fueron en el diario El Correo Gallego y en la emisora Radio Galega.

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