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Reportaje:ESCAPADAS | Ruta del Mimbre

Los valles de color púrpura

Artesanos, secaderos y campos vestidos de rojo invitan a acercarse en otoño a la localidad conquense de Priego

En el noroeste de Cuenca, donde la sierra y la alcarria se tocan, el río Escabas y su afluente el Trabaque surcan vegas cultivadas de mimbrales que, a finales de noviembre, desnudos ya de hojas, forman un tapiz kilométrico de millones de ramillas de color púrpura, ofreciendo uno de los mayores espectáculos cromáticos del paisaje español, sólo comparable con el incendio otoñal de los hayedos.

La diferencia es que en los hayedos de los alrededores de Madrid hay que hacer cola para entrar y aquí, como decía Cela de las vecinas tierras de Guadalajara, la gente no viene porque no le da la gana. Muy pronto, los lugareños saldrán con sus desbrozadoras a cosechar esta belleza que, con ser desconocida, supone el 80% de la producción nacional de mimbre.

El convento de San Miguel domina un panorama digno de un grabado de Doré

Tras la recolección, deberían de venir el empozado, el descortezado, el secado y el trenzado de las varas, pero lo cierto es que estas últimas tareas son ya casi historia. La competencia de los talleres asiáticos y el uso de otros materiales, como la médula, han arriconado la manufactura del mimbre en Cataluña, adonde el conquense se envía en bruto. Aquí tan sólo resisten dos heroicos cesteros, ambos en Villaconejos de Trabaque. Y, en realidad, es como si fueran uno, porque están casados. Además del taller donde José Luis Encijo y Pilar Pérez llevan 30 años urdiendo desde la escueta nasa piscatoria hasta el excesivo sillón de abanico, Villaconejos tiene la curiosidad del río Trabaque, el cual culebrea por un vallejo acribillado de bodegas-cueva y ensangrentado de mimbreras. Por éste discurre la carretera de Priego, villa que aparece nueve kilómetros más adelante, ya en la vega del Escabas, sobre un cortado rocoso al que se asoman, añadiendo vértigo a la belleza del emplazamiento, la iglesia gótica de San Nicolás de Bari y el torreón de Despeñaperros, único vestigio de la antigua muralla.

En Priego nació -y ahora nos explicamos muchas cosas, viendo estos tajos y repechos- el ciclista Luis Ocaña. A la entrada de Priego, hay un secadero de mimbre: cientos de haces amontonados en pilas cónicas que, de no ser por la bermeja color y porque esto es Cuenca, podrían confundirse con un campamento apache.

Y hay también, frente por frente, los talleres de dos alfareros. Otros artesanos del mismo ramo -que es el que puja en esta localidad, en detrimento de la cestería- se descubren paseando por el casco urbano, entre casonas con espesas rejas, arcos de medio punto y blasones que evocan el gran esplendor de Priego a finales del siglo XVI, siendo sexto conde de la villa don Fernando Carrillo de Mendoza, del que enseguida volveremos a hablar.

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En Priego arranca, bien señalizada, una senda circular que invita a pasear durante una hora y media por la vega del Escabas. Ya nos gustaría, pero nuestra ruta continúa en coche. La primera parada es en las ruinas de convento de las Concepcionistas del Rosal (1525), que yacen en una luminosa campa salpicada de almendros, álamos y rosas, éstas labradas en las enjutas de los arcos del claustro. Luego subimos al convento de San Miguel de las Victorias, edificado por el tal don Fernando para celebrar la de Lepanto. Luchó al lado de don Juan de Austria, del que era mayordomo, y fue el encargado de darle la buenísima nueva al rey. Felipe II, es fama, ni pestañeó.

El convento de San Miguel domina un tremendo panorama, digno de un grabado de Doré, con el Escabas abriéndose paso allá abajo por el estrecho de Priego, tan angosto que los buitres sólo pueden atravesarlo en fila india. Milagrosamente, también se abre paso la carretera, para después enfilar hacia Cañamares entre explotaciones donde aún se realiza la transformación del mimbre, no para cestas, sino para cercados. Tal es hoy su principal destino: forrar, en lejanas tierras, los chalés de gente que no sospecha qué cosa es, ni de dónde viene, ni lo hermosas que lucen sus ramas, ahora mismo, brillando como rubíes sobre el gris pelado de las alamedas.

Morteruelo y ajoarriero

- Cómo ir. Priego (Cuenca) dista 170 kilómetros de Madrid yendo por la carretera de Barcelona (A-2) hasta Guadalajara capital y por la de Sacedón (N-320) hasta Cañaveras. Aquí hay que desviarse a la izquierda, por la CM-310, hacia Villaconejos de Trabaque, y luego seguir las indicaciones hacia Priego y Cañamares.

- Qué ver. Iglesia de San Nicolás de Bari, torreón de Despeñaperros, museo etnográfico, conventos de Nuestra Señora del Rosal y de San Miguel de las Victorias y estrecho de Priego.

- Alrededores. En Fuertescusa (a 16 km.): paseo por las hoces del río Escabas. En Solán de Cabras (a 25 km.): balneario y hoces del Cuervo. En Beteta (a 32 km.): senda botánica de la hoz de Beteta.

Comer. El Rosal (teléfono 969-31 20 85): platos típicos como el morteruelo, ajoarriero y zarajos; precio medio, 10 euros. Los Claveles (teléfono 969-31 10 29): pucherete, gazpacho manchego y tarta de queso; 25 euros. Río Escabas (Cañamares; 969 3104 52): alubias pintas con chorizo y ciervo al aroma de trufa; 15 euros.

- Dormir. Los Claveles (tel.: 969-31 10 29): hostal céntrico y acogedor; doble, 36 euros. El Rosal (tel.: 969 312085): hotel decorado en estilo rústico; 35 euros. Llano de los Conejos (Cañamares; 969 31 01 28): cabañas nórdicas de madera con vistas a los mimbrales; desde 60 euros (para dos personas) hasta 130 (para seis).

- Compras. En Villaconejos: Taller Artesano del Mimbre José Luis (Corcho, 3). En Priego: alfarerías Jesús Parra Fernández (Doctor Nicolás Herraiz, 3), Jesús Parra Luna (Luis Ocaña s/n), Julián Parra (Gregorio de la Llana s/n) y Magán (Condes de Priego, 10).

- Actividades. Llano de los Conejos (969-31 01 28): senderismo, paseos en piragua, alquiler de bicis y rutas en todoterreno.

- Mas información. Ayuntamiento de Priego (plaza de los Condes de Priego, 1; tel.: 969-31 10 01) y en www.dipucuenca.es/priego

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