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El mandato de Bush

Lo más fuerte de la victoria electoral de George W. Bush no es el alto número de votos obtenidos (el cual sólo deriva de un aumento de la participación que ha favorecido a los dos candidatos), sino el hecho de que, por primera vez en setenta años, un presidente republicano tiene mayoría en las dos cámaras del Congreso, es decir, hay un "gobierno unificado" republicano. Desde que, a raíz de la gran depresión, F. D. Roosevelt ganó la presidencia por primera vez en 1932, transcurrieron, primero, unos veinte años con gobierno unificado demócrata. Después, desde la primera victoria de Eisenhower en la posguerra mundial, en 1952, hubo casi cincuenta años de gobierno dividido, en los que la relación más frecuente (el 70% del tiempo) fue un presidente republicano con una mayoría demócrata al menos en la Cámara de Representantes. Durante un breve periodo fue al revés: un presidente demócrata, Clinton, cohabitó con un Congreso republicano. Pero desde el año 2000 los republicanos controlan de nuevo la presidencia, ahora confirmada con una mayoría de votos populares, junto con la Cámara y el Senado. Desde el primer tercio del siglo XX no se había vuelto a ver algo así.

Los creadores de opinión neocons ya se han precipitado a decir que esta situación constituye un "mandato" para que, en su segundo término, Bush lleve a cabo todas las iniciativas que empezó o apenas se atrevió a esbozar en sus primeros cuatro años. Sin embargo, el análisis de las estrategias y los resultados electorales sugiere que el presidente reelecto cuenta con apoyos muy amplios en el tema de la guerra al terrorismo, pero, pese a lo que se ha aireado justo después de la elección, las posiciones fundamentalistas no son muy populares en los temas morales.

El terrorismo y la guerra de Irak fueron los temas más importantes para elegir un presidente para más de un tercio de los americanos encuestados a salida de urna. Ésta ha sido, sobre todo, la primera elección presidencial después del 11-S, fecha a partir de la cual el Gobierno de Bush ha conseguido evitar que volviera a haber atentado terrorista alguno en Estados Unidos -en contraste con lo ocurrido en otras latitudes-. Tres cuartas partes de los americanos declaran hoy estar preocupados por el terrorismo, pero una amplia mayoría cree que el país está más seguro que hace tres años y confía en Bush para manejar el tema. También una clara mayoría considera Irak como parte de la guerra contra el terrorismo y aprueba la decisión de ir a la guerra allí. En estas condiciones, la elección presidencial se parecía mucho a la elección del comandante en jefe de unas fuerzas armadas en guerra, cargo para el cual una mayoría tiene una opinión favorable de Bush y lo ha preferido por su firmeza, liderazgo decisorio, honestidad y fiabilidad. En cambio, unos dos tercios de los votantes de Kerry eran más anti-Bush que favorables al candidato demócrata, poco apreciado, en general, por su oportunismo y volubilidad.

La mayor sorpresa poselectoral fue la importancia dada por algunos electores al tema de los valores morales, que ni siquiera había sido incluido en la mayor parte de las encuestas durante la campaña electoral. Más de un quinto de los encuestados ha declarado que éste fue el tema más importante para su decisión. Sin embargo, si se examinan las encuestas de salida estado por estado se observa que, a diferencia del terrorismo e Irak, cuya importancia fue apreciada de un modo muy homogéneo en todo el territorio, el tema de los valores morales se ha concentrado sobre todo en algunos estados del Medio Oeste y del Sur. Mientras que en Arkansas, por ejemplo, más de un tercio de los electores declaraba que éste era su tema principal, en Nueva York la proporción era tres veces menor. Más que en la campaña presidencial, el tema surgió de los 11 referéndums estatales convocados para prevenir el matrimonio entre personas del mismo sexo, los cuales llevaron a las urnas a electores evangelistas y católicos renacidos que, sin esta motivación, habrían tendido a abstenerse. Entre los estados en los que la competencia entre los dos candidatos fue mayor, sólo en Ohio hubo un referéndum de este tipo, el cual pudo haber decantado la mayoría en el estado y con ella la del colegio electoral presidencial. Pero en todos los 11 referéndums hubo movilización religiosa, lo cual empujó hacia arriba el voto popular a Bush.

Esto no significa que haya, ni siquiera en esos estados, una mayoría intolerante dispuesta a aceptar otras iniciativas hipotéticas, como perseguir la homosexualidad o revisar la jurisprudencia sobre el aborto. En los 11 referéndums citados, la afirmación exclusiva del matrimonio heterosexual ganó por una media de 70 a 30, con un apoyo medio de 12 puntos porcentuales más alto que la candidatura de Bush en esos estados, lo cual indica que una parte de los votantes de Kerry compartieron aquella afirmación. Más del 60% de los americanos se declaran favorables a legalizar las parejas homosexuales como uniones civiles, pero muchos de ellos quieren que -como se proponía en casi todos los referéndums- se mantenga la diferencia con el matrimonio, el cual implica un derecho a adoptar hijos que tendrían dos padres o dos madres.

La importancia del tema de los valores morales en la movilización republicana ha inducido a Bill Clinton a decir que Kerry perdió la elección porque muchos americanos ven a los demócratas como "alienígenas" en estos temas. El Partido Demócrata, según el sureño Clinton, ha disparatado al no querer entablar conversación con los americanos de tierra adentro sobre la religión y los valores morales. En contra de su propia tradición moralista de defensa de los derechos civiles desde los años cincuenta y sesenta, los demócratas han hecho pensar a mucha gente que están "en contra de la fe, la familia y la moralidad, que no creen en la moral del esfuerzo y la libertad", lo cual ha sido fatal para el partido, según el ex presidente, y ha creado la impresión equivocada de que hay una decantación fundamentalista en el conjunto del electorado.

El mandato de George W. Bush es, pues, claro en un tema, pero muy ambiguo en el otro. Sin duda, el presidente reelecto proseguirá su política de combate al terrorismo, incluido el plan de democratización de Oriente Medio a través de la injerencia antisoberanista y la apelación a los potenciales aliados a compartir nuevas iniciativas diplomáticas. Si ya en 2000, con menos de la mitad de los votos populares, asumió este mandato, más lo hará ahora, desde luego. Sus primeras reflexiones, en lenguaje bien propio de un MBA, han sido que en estas elecciones ha ganado "capital político" y lo va a "gastar". De hecho, tampoco habría sido muy diferente con Kerry, que sobre todo le reprochaba a Bush no haber enviado suficientes soldados a Irak y no haber 'capturado' y 'matado' suficientes terroristas (palabras estas últimas que repitió una y otra vez durante la campaña electoral).

No es probable, en cambio, que Bush se enzarce en grandes batallas políticas en los temas de familia, una vez que ya fueron usados como complemento clave, hábil, pero discreto y algo sorpresivo, durante la campaña electoral. En sus declaraciones de intenciones después del 2 de noviembre, el presidente Bush ni siquiera ha mencionado el proyecto de enmienda constitucional para prohibir los matrimonios homosexuales a nivel federal que había sido discutido durante los meses anteriores. En los temas seleccionados como prioritarios, que incluyen la simplificación de los impuestos y la culminación del esfuerzo en Afganistán, Irak y Palestina, puede encontrar un mayor consenso social.

Josep M. Colomer es profesor de investigación en Ciencia Política del CSIC.

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