El candidato de la oposición ignora el recuento oficial y se autoproclama presidente de Ucrania
Víctor Yúshenko marcha junto a cientos de miles de personas sobre la sede presidencial
Víktor Yúshenko, el candidato oficialmente derrotado en las elecciones del pasado domingo en Ucrania, dio ayer un temerario paso y prestó juramento como presidente del país durante una sesión de la Rada Suprema (Parlamento). Después, por la noche, a la cabeza de una manifestación de centenares de miles de personas, se dirigió a la sede presidencial. En Ucrania había anoche tres personas que se llamaban a sí mismas presidentes: Leonid Kuchma, saliente; Víktor Yanukóvich, supuestamente electo y felicitado ya por el presidente ruso, Vladímir Putin, y Yúshenko.
El juramento de Yúshenko, realizado ante 191 de los 450 legisladores de la Cámara, no tenía valor jurídico, pero sí simbólico y político y causó una verdadera oleada de exaltación entre los centenares de miles de seguidores que continuaban llegando masivamente a la capital en columnas de autobuses y vehículos desde diversas regiones del país, sobre todo del Oeste, pero también del Este, para apoyar a su líder, protestar por el fraude electoral, expresar un deseo de cambio radical y rechazar decididamente a Víktor Yanukóvich, el jefe del Gobierno, al que la Comisión Electoral Central atribuyó la victoria en los comicios presidenciales.
El ambiente era cada vez más incontrolable, y cuando la multitud concentrada frente al Parlamento con banderas anaranjadas (el color de los partidarios de Yúshenko) oyó por los altavoces que Yúshenko había jurado como presidente, un grupo de manifestantes se abalanzó contra las enormes puertas del Parlamento y trató de irrumpir en él. Tras un forcejeo, la escolta rechazó el asalto y cerró las puertas. "Ahora sólo queda ser consecuentes con el juramento e ir a tomar posesión del cargo a la Administración presidencial", señalaba un experto en estrategias políticas presente en el debate parlamentario.
Ésta parecía la lógica que guiaba a la radical Yulia Timoshenko, que pidió a los manifestantes que se dirigieran en columnas a las inmediaciones de la Administración presidencial, que, junto con la plaza de la Independencia y el Parlamento, se convertía así en el tercer escenario callejero de la Revolución de los Castaños o la Revolución Naranja de Ucrania.
La posibilidad de que Yúshenko prestara juramento aparecía como algo marginal por la mañana incluso para miembros de la coalición de partidos que lo apoyan, como el socialista de Olexandr Moroz, que después, ante esta corresponsal, trató de quitar importancia al hecho. Sin embargo, lo que había parecido una extravagancia fue precisamente lo que sucedió a las 17.15 horas de Kiev (una hora menos en España), para satisfacción de los sectores radicales que apoyan a Yúshenko y desmayo de los moderados, que temen un desbordamiento violento de los acontecimientos.
Vladímir Litvin, el jefe del Parlamento, intentó con todas sus fuerzas que la Cámara se centrara en el análisis de los resultados electorales y las posibles salidas legales del estancamiento, como, a su juicio, podría ser una ofensiva de demandas judiciales que por su magnitud obligaran a replantear la legitimidad de los comicios. Los radicales que rodean a Yúshenko no estaban dispuestos a tener tanta paciencia ni a seguir los consejos de acudir a los tribunales que también les dieron los observadores de la Organización para la Seguridad y Cooperación en Europa (OSCE), animados por el papel imparcial que el Tribunal Supremo ha jugado últimamente.
Desde la tribuna del Parlamento, los periodistas pudimos ver a la diputada Timoshenko que discutía acaloradamente con Yúshenko, y gesticulaba como si tratara de convencerlo de algo. "No hagan comedia. La sesión ha concluido", dijo Litvin, que abandonó la sala, tal como había amenazado ya cuando el decano del Parlamento, el octogenario Ígor Yojnovski, pidió a Yúshenko que subiera a la tribuna y jurara como presidente. Con el micrófono y las cámaras desconectados, Yúshenko juró, como "presidente electo de Ucrania", defender la Constitución y la ley. Luego, todos cantaron el himmo nacional e irrumpieron en aplausos agitando cintas anaranjadas.
"Debemos impedir que Ucrania se deslice hacia un conflicto civil", comentaba después Litvin a los periodistas. El jefe del Parlamento insistía en que una presidencia obtenida con derramamiento de sangre no sería un éxito para nadie. Litvin, que reiteraba la necesidad de salvaguardar los procedimientos legales, dijo estar trabajando para reunir en la mesa de negociaciones a Leonid Kuchma (el presidente saliente), a Yanukóvich y a Yúshenko. Afirmó que tanto Kuchma como Yanukóvich habían dado su consentimiento y el equipo de Yúshenko también, aunque había planteado condiciones.
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