Ucrania, en crisis
Los resultados aún provisionales de las elecciones presidenciales ucranias contienen casi todos los ingredientes de una situación explosiva en la antigua república soviética. La aparente victoria por tres puntos del primer ministro, y heredero político del corrupto presidente saliente, Leonid Kuchma, ha sido considerada por los observadores internacionales como carente de garantías democráticas. Mientras la Unión Europea y EE UU califican los comicios de fraudulentos, Vladímir Putin ha felicitado al primer ministro, Víctor Yanukóvich, por su victoria "honesta y convincente". Las regiones occidentales del país y ayuntamientos de algunas ciudades, entre ellas la capital, piden al Parlamento que rechace el recuento de los votos que ha dado la victoria a Yanukóvich frente al líder opositor y prooccidental, Víctor Yúshenko, que a su vez mantiene movilizados a sus simpatizantes en Kiev entre amenazas de intervención de las fuerzas de seguridad.
Los elementos del cisma ucranio estaban servidos mucho antes de esta segunda vuelta, que, junto a una una altísima participacion, ha tenido tantas irregularidades como la del 31 de octubre, que dejó frente a frente a los dos contendientes. Yanukóvich, primer ministro desde 2002, es el candidato de Moscú -que con Putin en persona ha interferido groseramente en la campaña-, de la élite política y la del dinero. El aparente presidente electo maneja también sin escrúpulos la policía, la televisión y el dinero público -ha doblado las pensiones en las últimas semanas y subido el sueldo a los funcionarios- en un país que sólo hace 13 años se libró de la férula soviética y depende todavía de aquellos métodos. Además de los resortes formales del poder, Yanukóvich, un individuo bronco con dos condenas juveniles de cárcel por agresión y robo, controla otros más sutiles. La oposición ucrania ha sido víctima en las semanas previas a la votación definitiva de múltiples episodios de intimidación y chantaje.
En Ucrania, un país mayor que España, predominantemente rural y políticamente dividido, muy alejado de la escena europea pese a ser vecino de la UE, se ventila el predominio de dos fuerzas antagónicas: la prooccidental, que representa el perdedor Yúshenko, y la rusa, que encarna Yanukóvich. Moscú, después de 300 años, quiere a toda costa mantener vara alta en su antiguo imperio, sobre todo tras la elección el año pasado de un líder hostil en Georgia. Por encima de la pugna Este-Oeste, sin embargo, la cruda realidad geopolítica aboca a Ucrania a necesitar para su desarrollo de estos dos grandes vectores.
La situación poselectoral exige la máxima responsabilidad de parte de los dirigentes del país. Un arbitraje neutral parece inevitable si se quiere dilucidar el resultado veraz de unos comicios en los que los ucranios han puesto tanto empeño y convicción: es difícil en un país tan polarizado gobernar cinco años bajo la sospecha de un fraude masivo. Por encima de todo es preciso que en la resolución de la disputa que se avizora prevalezcan pacífica y democráticamente las instituciones de Ucrania.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.