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Columna
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Viva la moderación

Javier Cercas

Como de costumbre, la campaña electoral para las elecciones norteamericanas resultó interesantísima, y la gente de la farándula no quiso perdérsela. Esto está muy bien, porque la gente de la farándula suele ser mucho menos insensata de lo que se cree. Hace cuatro años, Woody Allen escribió un artículo en el que afirmaba que Al Gore era un tipo soso, mediocre y no muy inteligente; a continuación proclamaba que iba a votarlo con entusiasmo, porque George W. Bush era infinitamente peor. Es evidente que Allen tenía razón, y no sólo porque Bush haya demostrado ser un radical fanatizado y peligrosísimo, sino también porque en política el mal menor es casi siempre el bien mayor. Aterrados ante la posibilidad de un segundo mandato de Bush, en esta campaña, actores, cineastas, músicos y escritores apoyaron masivamente a Kerry, que todavía es más soso que Gore. Los músicos dieron el do de pecho. Bruce Springsteen montó una gira en la que pidió el voto para Kerry actuando en compañía de estrellas de rock de primera fila, como Pearl Jam, REM y Dave Mathews. Los apoyos de los republicanos, en cambio, fueron escasísimos: aparte del grupo de country Brooks & Dunn, de los radicales cristianos de Third Day y del actor Vincent Gallo -cuyo primer trabajo como director fue aclamado en Cannes, hace dos años, como uno de los peores filmes de la historia-, no tengo noticia de que nadie más diera la cara. Bueno, sí, también la dio el cantante de soul Donnie McLurke, ex homosexual y héroe de los grupos religiosos antigays. Sí, han oído bien: ex homosexual. ¿Se puede ser ex homosexual?, se preguntarán ustedes. Hace muchos años, cuando yo tenía 18, en un arranque de clarividencia coincidente con una indigestión tremenda a base de libros de Jean Genet, decidí convertirme en ex heterosexual. Fue un momento maravilloso: creí que toda mi vida había sido un error y que estaba a punto de solucionarse, porque creí comprender que todos mis terroríficos problemas con las mujeres procedían del hecho de que a mí no me gustaban las mujeres. Por desgracia, el momento maravilloso sólo duró hasta que me encontré en la escalera a la vecina del quinto.

Escribo estas líneas el día siguiente a las elecciones. El resultado aún no está del todo claro, pero parece que ha ganado Bush; parece también que su victoria en Ohio va a ser decisiva. Los esfuerzos de la farándula no van a servir de nada; a veces diríase incluso que son contraproducentes (vean, si no, lo que ocurre aquí con Izquierda Unida: cada vez la apoyan más artistas de prestigio, y cada vez la vota menos gente). En realidad, lo que cuentan son otros apoyos. ¿He dicho Ohio? De entre todos los apoyos que ha obtenido Bush, el más fascinante es el de Phil Burress, a quien descubrí gracias a una crónica de Andy Robinson publicada en La Vanguardia. Burress, cuya participación puede haber sido determinante en Ohio, es un cristiano radical y ex adicto al porno que ha encabezado en Cincinnati campañas contra la pornografía, la prostitución, la homosexualidad y el aborto; también ha amenazado con demandar a dos cadenas hoteleras que incluían, igual que la mayoría de los hoteles del mundo civilizado, películas porno en su oferta, y ha realizado una campaña contra los clubes de vídeo que alquilan ese tipo de películas, así como contra los bares de strip-tease. Es muy posible que Burress tenga éxito en estas empresas, como lo tuvo cuando hace poco consiguió, con el apoyo de otros radicales, que todos los institutos de Ohio se pasasen por el forro la teoría de la evolución de Darwin y varios siglos de investigación científica; lo que es seguro es que Burress y Mohamed Atta harían muy buenas migas, si es que no son la misma persona. Esto no tiene ni pizca de gracia; sí la tiene, en cambio, lo siguiente. Según Robinson, Burress, que achaca el fracaso de sus tres matrimonios anteriores a su adicción al porno, con el fin de evitar tentaciones y una posible recaída, encarga todas las inspecciones de material potencialmente pornográfico a su cuarta mujer, quien le describe las imágenes. La escena es ésta: Burress de espaldas a la tele, mientras su mujer -la cuarta- introduce en el vídeo una película de Rocco Siffredi; a continuación, la mujer de Burress empieza a describir con detalle felaciones, estupros, triples penetraciones; a continuación, y tras varias sesiones como ésta, la mujer de Burress se convierte en una salvaje adicta al porno; a continuación, Burress, cargado de razón, decide emprender una carrera imparable hacia las próximas elecciones presidenciales. Es divertido, pero no inverosímil; mucho más probable es que a este sujeto le deba Bush la presidencia de su país.

Yo sospecho que al PP lo echamos porque sus Gobiernos eran demasiado radicales: estaban llenos de ex maoístas, ex estalinistas, ex falangistas partidarios de la revolución pendiente. Los apoyos de Bush también son una pandilla radical de ex: ex homosexuales, ex adictos al porno, ex alcohólicos como el propio Bush. Es triste que los norteamericanos no hayan añadido a esa pandilla el nombre de un ex presidente de Estados Unidos llamado George W. Bush.

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