Equilibrio perfecto

Muga es una de las contadas bodegas familiares riojanas que, asentadas en la más sólida y rigurosa tradición, han sabido modernizarse sin perder por ello el alma; o lo que es lo mismo, el estilo. La personalidad de estos bodegueros entrañables y leales, estirpe que arranca con el fundador, Isaac Muga, se refleja en el arraigado carácter de sus vinos, magistral decantación de saber, cariño y excelente crianza artesanal, que incluye la utilización en todas las fases del proceso exclusivamente de envases de madera de roble. Ellos construyen sus propias barricas con las mejores maderas que secan durante años en el patio de su bodega. Así, junto a su inolvidable Prado Enea, un clásico imperecedero, han ido apareciendo tintos de factura más actual, con ese plus de carnosidad, taninos y color que hoy demandan los nuevos gustos.

Tal es el caso de su soberbio Torre Muga. Sin embargo, la opulencia se paga con una pérdida de finura que es, no olvidemos, el gran atributo de los mejores vinos, y seña de identidad del rioja. El desafío estriba, por tanto, en conseguir que el vino mantenga su elegancia natural, enriquecida por la adecuada crianza, sin renunciar a una actualización que pide más color, sabor y profundidad. Pocos lo consiguen. Y uno de ellos es este Aro, la muestra concluyente de una maestría familiar que tiene en la tercera generación una continuidad asegurada.

Se trata de un tinto de aromas complejos, con una fruta silvestre (grosella, arándano, mora) poderosa pero delicada, inmersa en un baño de especias, café y tostados. En la boca muestra su poderosa estructura con la amabilidad de unos taninos carnosos y maduros. Y termina con la emocionante armonía que sólo se consigue en el perfecto equilibrio.