Mi lucha por la vida
Acostumbrados a que los nazis estén siempre en el mejor lado de la alambrada en las películas sobre campos de concentración, ver a uno de ellos detrás del enrejado y condenado a trabajos forzados resulta del todo novedoso. Hasta donde los pies me lleven, película alemana que llega a España con tres años de retraso, muestra la odisea de un ex oficial preso en un campo de concentración soviético y obligado a trabajar en una mina de plomo de Siberia. Evidentemente, la crueldad no tiene espacio ni tiempo y los guantánamos en los que el bando vencedor campa a sus anchas con sus prisioneros han existido, existen y existirán.
Árida como los lugares en los que se ambienta, la larguísima película de Hardy Martins tiene su mejor virtud en el retrato de un hombre empeñado en agarrarse a la vida. Una lucha que le lleva a escapar de las minas e iniciar un tortuoso y nevado camino de cientos de kilómetros en busca de lo desconocido. A Martins, un antiguo especialista de cine reciclado en productor y director, se le nota su origen aventurero, porque es en las secuencias de supervivencia donde mejor se desenvuelve, donde hace que por momentos su película recuerde a cintas como Hombres de Arán, o Dersu Uzala.
HASTA DONDE LOS PIES ME LLEVEN
Dirección: Hardy Martins. Intérpretes: Bernhard Bettermann, Michael Mendl, Anatoly Kotenyov. Género: drama. Alemania, 2001. Duración: 158 minutos.
Sin embargo, pese a que los medios han sido abundantes, toda la producción desprende un irresistible olor a antiguo, a rancia miniserie de televisión. Además, no parece muy valiente que en ningún momento se sepa nada del pasado del protagonista absoluto de la historia y que, cuando se enfrenta con un judío que se presta en su ayuda, Martins solucione la secuencia (y su discurso político) con una retahíla de lugares comunes, actitudes beatas y cobardes huidas en forma de trucos de guión.