Un tenso tira y afloja

El enriquecimiento de uranio ha sido el centro de la disputa entre Irán y la comunidad internacional. El Tratado de No Proliferación de Armas Nucleares, bajo supervisión de la OIEA (al que pertenecen 35 países), permite a todos los países firmantes (incluyendo a Irán) el acceso a la tecnología nuclear con fines civiles, aunque el programa del país persa ha estado provocando gran inquietud.

En octubre de 2003, Irán acordó con la UE una primera suspensión voluntaria del enriquecimiento. Pero poco después Teherán violó su compromiso en protesta por varias resoluciones de la junta de gobernadores del OIEA. Esas resoluciones del órgano ejecutivo del OIEA fueron elaboradas en base a dos informes del director general del organismo, Mohamed el Baradei, que descubrió irregularidades en el programa nuclear iraní desde su inicio a principios de los ochenta.

Este verano, y para agudizar la crisis, Irán anunció que había abierto material precintado por la OIEA y que iba a seguir adelante con el ensamblaje de centrifugadoras de gas, instalaciones con las que se enriquece uranio. En septiembre, el Gobierno de Teherán informó que iba a iniciar, utilizando 37 toneladas de concentrado de uranio, la producción de hexafluoro de uranio (UF6), el gas que se transforma en uranio enriquecido. Según los expertos, la cantidad de UF6 obtenida sería suficiente para producir uranio enriquecido para unas cinco bombas nucleares.

EE UU y otros países acusaron a Irán de trabajar en un programa nuclear secreto, algo que Teherán negó, al alegar que todos sus esfuerzos en el campo atómico sólo tienen objetivos civiles como la generación de energía eléctrica. Mientras que Washington ha presionado por una denuncia de Irán ante del Consejo de Seguridad de la ONU, la UE ha optado por una solución negociada.