El aprendizaje del explorador

Lo que en 1979 empezó como una extravagante idea del explorador Miguel de la Quadra-Salcedo llega en 2005 a su vigésima edición. Desde la selva del río Orinoco hasta los imponentes volcanes mexicanos, la Ruta Quetzal-BBVA ha llevado a más de 8.000 jóvenes de 16 años, procedentes de más 40 países, a los terrenos de la aventura. Por falta de patrocinadores, no todos los años se ha podido celebrar, pero hoy en día la Ruta se ha consolidado como un singular proyecto educativo.

"La Ruta Quetzal potencia el conocimiento del otro y la convivencia en la diversidad: es un elemento generador de curiosidad y búsqueda", indicó la semana pasada la secretaria de Estado de Cooperación, Leire Pajín, durante la presentación de la expedición de 2005.

Durante el verano del año que viene, los alumnos seleccionados, los ruteros (como ellos mismos se denominan), viajarán por Perú y España. Por tierra, mar y aire, no sólo emplearán los músculos, también recibirán clases de historia ante los vestigios de grandes civilizaciones desaparecidas, lecciones de zoología y botánica en la selva, "y clases de supervivencia en plena jungla", según indicó De la Quadra-Salcedo. Se trata pues de una forma de aprender en la que el conocimiento entra por los poros.

"Es una actividad educativa porque se transmiten conocimientos, capacidades y valores que facilitan la comprensión de un mundo diverso. Los chavales formulan hipótesis, se plantean interrogantes y trabajan en equipo", indicó la ministra de Educación, María Jesús San Segundo.

La tarea educativa comienza antes del viaje. Los escolares españoles que quieran participar en 2005 deben presentar un trabajo original (histórico, literario, plástico o musical) sobre diferentes temas relacionados con la expedición, entre otros: El Inca Garcilaso de la Vega (el primer gran humanista nacido en tierra americana); la cultura Huari; la gestión del agua en la cuenca del Amazonas y la agrodiversidad amazónica.

"Cruzar el Atlántico a los 16 años y llegar a un país tan distinto, en el que se habla tu idioma, es una experiencia que no se olvida", afirmó en conversación telefónica Leonel Aldaz, de 32 años. Aldaz participó en la expedición de 1988, que reprodujo el primer viaje de Cristóbal Colón. "Nuestro barco era un aula navegante, allí estudiábamos cartografía, literatura... Se aprende muchísimo y todo te interesa. Está pensado para implicar a los chavales", indicó.

En los ochenta no había Internet, y muchos de los que participaron entonces han perdido el contacto entre sí; pero los ruteros más recientes se comunican en páginas web creadas por ellos mismos, y todavía se reúnen para mantener vivo el espíritu aventurero. Se pueden consultar las bases en www.rutaquetzal.com.