EE UU: los locos toman el manicomio
El 2 de noviembre no sólo venció Bush sobre Kerry; con el primero triunfó la idea de la sociedad de propietarios frente a la sociedad de red seguridad, que pregonizaba el candidato demócrata y que se aproximaba más a lo que los europeos entienden por sociedad del bienestar. La sociedad de propietarios trasmite la responsabilidad de la seguridad económica de los ciudadanos a ellos mismos, y la arranca del Estado, donde la habían llevado entre otros Franklin Delano Roosevelt y Lyndon Johnson. Se trata de que la Seguridad Social y la salud, principales bastiones del Estado del Bienestar americano, sean gestionadas de modo individual, lo que supone la muerte de cualquier idea de solidaridad y la apoteosis del conservadurismo compasivo.
Bush y su equipo de neocons quieren que los americanos se olviden pronto de la nueva economía, porque la identifican con Clinton y los demócratas. Para ello están poniendo de moda una nuevo concepto: la neoeconomía. De los neocons, la neoconomía. Ésta ha sido teorizada por un libro del mismo nombre, de reciente aparición, de Daniel Altman. ¿En qué consiste la neoeconomía? No es muy novedoso: se trata de llevar al extremo las ideas de la revolución conservadora de Reagan (no por casualidad hay muchos reaganianos detrás del nuevo palabro): la economía, para crecer sin interrupción, necesita acabar con los anclajes que la coartan, fundamentalmente los impuestos directos; hay que aumentar la tasa de crecimiento modificando la utilización de recursos. Sólo así se conseguirá un periodo largo de prosperidad. El capital es lo único que importa en una sociedad de propietarios, ergo hay que mimarlo. ¿Cómo?: eliminando toda progresividad en el impuesto sobre la renta o, en el extremo, haciéndolo desaparecer y sustituyéndolo por un gran impuesto al consumo; haciendo permanentes las tres bajadas de impuestos que instrumentó Bush en su primera legislatura, por valor de 1,9 billones de dólares; reduciendo los impuestos a los dividendos, las plusvalías o las cuentas de ahorro, etcétera. El denominado Impuesto Alternativo (Alternative Minimun Tax), creado en 1969 para garantizar que incluso los individuos y empresas más hábiles a la hora de escapar al sistema tributario gracias a sus lagunas pagasen algo, también desaparecería.
¿Cómo se financiaría el déficit con esta reforma fiscal tan revolucionaria que, de ser puesta en marcha, podría hacer de EEUU una sociedad campeona en otra clasificación, la de que los pobres paguen, por primera vez en la historia, más impuestos que los ricos? Elemental: si no hay ingresos, tampoco habrá gastos públicos.
La reforma fiscal conecta así con la segunda prioridad de los neoeconomistas: sustituir las pensiones públicas (la Seguridad Social) por pensiones privadas: se facilitarían cuentas de ahorro sin impuestos -o con pocos impuestos- a los ciudadanos. Como según esta filosofía cuidar al capital es lo más importante, los problemas de los trabajadores pobres, los que no tienen empleo, o los que están fuera del sistema nacional de salud son secundarios, y se atenderían en la letra pequeña de las normas. Los expertos estudian ahora los costes de transición de un sistema público de pensiones a un sistema privado.
¿Es esto una exagerada invención izquierdista o un experimento de laboratorio de los darwinistas sociales? Éntrese en la página web de la Agenda for America que resume (oportunidades, familia, propiedad, defensa y valores) las prioridades de Bush para su segunda legislatura, y allí está explicado todo. Para conocer el poder de los neoconomistas, una pista muy importante será conocer quien va a sustituir a Greenspan al frente de la Reserva Federal. Entre los nombres que se citan está el de Martin Feldstein, ideólogo económico de Reagan, profesor en la Universidad de Harvard y considerado el padre espiritual de esta nueva secta. No es de extrañar que el economista Paul Krugman, que cree que la Administración Bush quiere llegar a la quiebra fiscal como primer paso para acabar con el Estado del Bienestar, acabe de hacer unas declaraciones diciendo: "Tengo miedo".
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