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Columna
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El Canal

No se la pierdan. Es una magnífica exposición que logra reflejar la locura de aquellos emperadores chinos que enterraban ejércitos de terracota junto a sus mausoleos para sentirse protegidos y acompañados en la vida eterna. Una monstruosa ingenuidad que movilizó, doscientos años antes de Cristo, a miles de artistas cuya obra nunca disfrutaron sus contemporáneos. Sólo diez, de los siete mil guerreros que fueron descubiertos en las colinas de Xi'an, son mostrados en el llamado Centro de Arte 4º depósito de la plaza de Castilla, pero la disposición de las figuras, los elementos accesorios y el envoltorio son tan enriquecedores que la exposición resulta espectacular.

El día de la inauguración, la delegación china que trajo la muestra del Fórum de Barcelona estaba con la boca abierta. La superficie es el doble de la que dispuso en la Ciudad Condal, y el lugar, fascinante. Un aljibe subterráneo construido en la primera mitad del siglo pasado con arcadas de ladrillo ha sido transformado en espacio cultural con una personalidad y unas posibilidades impresionantes. Tanto es así que muchos visitantes se sorprenden más por el continente que por el contenido. La inmensa mayoría ignoraba la existencia de este depósito de regulación del que apenas se ha habilitado una cuarta parte en desuso. Pocos, probablemente, recuerdan que hace seis años el Gobierno regional proyectaba construir allí un gran palacio de la justicia y un rascacielos con el que pretendía financiar la obra. Hubo suerte, la empresa Ferrovial quiso hacer negocio comprando los derechos de reversión de los terrenos a los antiguos propietarios, y el entonces presidente Ruiz-Gallardón, cabreado, ordenó que se construyera un parque.

La solución final fue bastante mejor. Los vecinos de plaza de Castilla disponen ahora de una zona verde de 45.000 metros cuadrados que necesitaban como el comer, y la capital de un nuevo y original espacio expositivo. El éxito incuestionable de la reforma pone de relieve las enormes posibilidades de otros terrenos que acogen los inmensos depósitos del Canal de Isabel II. Es el caso de la iniciada obra de Vallehermoso, que dotará de un gran parque al vecindario de Islas Filipinas. Otro tanto está previsto que suceda en el solar del depósito de Santa Engracia. Aljibes sobre los que descansaban apenas veinte centímetros de tierra y que, reforzando la estructura original, como se hizo en plaza de Castilla, pueden soportar ahora más de un metro de manto para plantar arbustos e incluso árboles de porte medio. Ninguna de estas obras realizadas o en marcha tendrá en cualquier caso la trascendencia que podría alcanzar la transformación del depósito número 1 del Canal de Isabel II. Situado en la confluencia de las calles de Bravo Murillo y Eloy Gonzalo, en la actualidad permanece ignorado bajo unas instalaciones deportivas. Se trata, sin embargo, del primer aljibe de regulación construido en Madrid y que permitió la distribución del agua proveniente de la sierra del Guadarrama. Inaugurado por la Reina Isabel II en 1850, el depósito fue realizado con ladrillos de tejar formando arcadas en ambos sentidos. Su techo abovedado conforma un ámbito extraordinario de una belleza inquietante y monumental. En desuso desde tiempos casi inmemoriales, durante la Guerra Civil sufrió algunos daños aunque no irreparables. Hay un plan que prevé el acondicionamiento de ese depósito para transformarlo en Museo de la Ciencia. El proyecto permanece dormido a pesar de que Madrid es una de las pocas capitales europeas que carece de ese tipo de dotación cultural. La reforma permitiría descubrir al público un excepcional ejemplo de la arquitectura industrial del siglo XIX, hasta ahora oculto. Convertirlo en espacio museístico le daría un valor añadido muy superior al que ahora tanto luce en el subsuelo de plaza de Castilla y que el público está aplaudiendo con su afluencia masiva. Es evidente que un proyecto de esa envergadura excede el ámbito y las competencias del Canal de Isabel II y la fundación que lleva su nombre.

La Comunidad de Madrid debería asumir la titularidad del aljibe, y el Gobierno regional, acometer la que podría ser su iniciativa cultural más emblemática de la legislatura. No es un ejército de terracota, pero el subsuelo de Madrid esconde algunas maravillas que han de ver la luz cuanto antes.

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