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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Ahora, la economía

Que la economía apenas haya influido en los resultados de las elecciones presidenciales de EE UU no significa que sea un asunto menor. La cuestión más importante que suscita el inicio del segundo mandato de George W. Bush en materia de política económica es la capacidad y voluntad por reducir de forma significativa los dos graves desequilibrios que padece, el de la balanza de pagos por cuenta corriente y, muy especialmente, el presupuestario, ambos en torno al 5% del PIB. Esos déficit gemelos, además de rodear de fragilidad el futuro económico de la superpotencia, constituyen una amenaza a la estabilidad financiera del resto del mundo.

El más reciente y relevante de los indicadores económicos de EE UU, la creación de empleo en octubre, es inequívocamente bueno. Los 337.000 nuevos empleos en ese mes duplican la media de las previsiones y desde el pasado abril no se registraba una expansión tal. Aun cuando en esa cifra hayan influido factores singulares, como las obras de reconstrucción tras los huracanes de Florida, es un claro síntoma de vitalidad que compensa parcialmente otros, como el incremento del precio del petróleo, el descenso en la renta real de las familias o la menor demanda del resto del mundo, que habían determinado revisiones a la baja de las previsiones de crecimiento en el próximo año. Se trata de una buena base sobre la que asentar las intenciones de Bush para encauzar el rumbo económico por una imprescindible senda de mayor estabilidad.

La reconducción del déficit fiscal no será fácil. Los dos factores que han determinado la ampliación sin precedentes de ese desequilibrio -reducciones impositivas y aumentos de los gastos de seguridad y militares- no van a registrar en el corto plazo cambios significativos. El aumento de la recaudación, por otra parte, va a encontrar en el ya anticipado menor crecimiento económico nacional e internacional una seria limitación. El resultado seguirá siendo una dependencia excesiva del ahorro del resto del mundo y una vulnerabilidad de todas las economías a los movimientos en los tipos de interés estadounidenses y a la evolución del tipo de cambio del dólar. La depreciación de este último tras conocerse el resultado de las elecciones no es precisamente el mejor de los presagios.

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