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Columna
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Estatuto a la ITV

El cronista que es de naturaleza curiosa, lee un párrafo del artículo segundo del título primero del Estatuto de Autonomía, y hace un gesto entre apesadumbrado y sarcástico. El párrafo dice: "(...) fomentar el desarrollo de las peculiaridades del Pueblo Valenciano [escrito así, tan mayestáticamente, cómo suena] y facilitar la participación de los valencianos en la vida política, económica, cultural y social". Luego, vuelve una página atrás y mira por encima de los espejuelos: "La Comunidad Valenciana tiene por objeto reforzar la democracia y garantizar la participación de todos los ciudadanos en la realización de sus fines". En este punto, y en otros muchos que irán llegando, el cronista suspira y sonríe. Que sepa, que recuerde, que evoque, a los ciudadanos de este país la única participación que se les ha demandado periódicamente es el voto, lo demás, a los unos y a los otros, no sólo se les ha dado una higa, sino que les ha incomodado cualquier iniciativa popular. Si será por la falta de costumbres democráticas; pero es lo cierto que lo que se pone sobre el papel parece exactamente destinado al papel y no a la vida. La culpa, y no se trata de buscar culpabilidades, pero sí de promover acciones y prácticas que hagan del Estatuto un instrumento de uso social y frecuentado, no la tienen tan sólo quienes se dedican interinamente al cobro de nóminas en concepto de cargos -o cargas- públicos y orgánicos, ¿cómo andan las finanzas de los partidos?, sino del mismo pueblo, que ya sea por desconocimiento, ya por desconfianza, ni siquiera lo ha manejado como espolsador de indolencias, ausencias y negligencias. Vamos a ver qué pasa a partir de ahora. Ahora que gracias a Zapatero, por la una, y a Mariano Rajoy por la otra acera, se va a meter este mamotreto, que es teóricamente "garantía de nuestros derechos históricos", en algo así como en la inspección técnica de valores democráticos, a ver si se apaña la cosa. Y mucho se recela el cronista que si los inspectores no están debidamente untados o el mamotreto, debidamente reparado y actualizado, se marcha solito al desguace, porque de histórico tiene poco y sí mucho de antigualla. Por el momento, las señales que se perciben son de consuelo, aunque algo tímidas y dispersas. A Francisco Camps, ya con el permiso de sus mayores, eso de poder disolver las Cortes le da prestancia presidencial y cierto pavoneo. No ha demorado Camps en celebrar conversaciones con Joan Ignasi Pla, dirigente de los socialistas, quien de entrada en el Palau, parece que dijo algo así de lapidario: A la tercera, va la vencida. Y es que, después de tanto intento, ya anda razonablemente mosqueado. Dos horas después, ambos convinieron en no darle ni una pasada al preámbulo ni al título primero del Estatuto, o sea, que todo eso de las señas de identidad propias, al depósito, por el momento y por si acaso, que tampoco presumen de malabaristas estatutarios. Pero luego, llegaron los líderes de EU, Glòria Marcos y Joan Ribó y pidieron tiempo y todo al aire del debate, hasta lo prohibido: que se deje clara de una vez por todas la condición de nacionalidad histórica del País Valenciano. Glòria Marcos lo puso muy sencillo: más allá de Andalucía y Galicia, dijo, hasta donde lleguen Cataluña y el País Vasco. Pálido Camps, pero qué brega.

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