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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Presos de ETA

Algunos notorios ex jefes de ETA actualmente encarcelados propugnan abandonar la llamada lucha armada en un escrito fechado en agosto, pero difundido ahora, tras la detención de la pareja que, al parecer, dirigía todo el tinglado. Cuando los discrepantes actuales tenían el mando tacharon de liquidacionistas a otros que proponían lo que ellos plantean ahora, e incluso alguno de ellos participó en la decisión de eliminar a Yoyes, una antigua dirigente, por haberse autodeterminado sin permiso. Tal vez un día Mikel Antza y Amboto también sean considerados liquidacionistas. Esta nueva disidencia podría ser, en las actuales condiciones -con una ETA políticamente derrotada-, un aval para un sector de la antigua Batasuna que se atreviera a levantar la bandera de la renuncia a la violencia. Pero no hay síntomas de que tal cosa esté próxima.

Tras las caídas de Bidart, en 1992, fue la llamada Koordinadora Abertzale Sozialista (KAS, la ETA civil, según los autos del juez Garzón) la que tomó el relevo. Ahora, con la dirección descabezada y el resto en desbandada, es posible que el brazo político intente hacer lo mismo, y que los nuevos jefes busquen su legitimación interna en el apoyo de las cárceles. Por eso puede tener importancia esta nueva disidencia. Los firmantes del escrito reconocen, con otras palabras, la derrota política de ETA. No es que la consideren incapaz de seguir realizando atentados, sino que ello no serviría ya para posibilitar la "negociación con el poder central". La "estrategia político-militar" ha sido "superada por el enemigo", y hace falta una nueva, decidida por el conjunto de la izquierda abertzale, sustituyendo la ya inservible "lucha armada" por la "lucha institucional y de masas".

Estudios recientes han destacado la escasa incidencia que han tenido en ETA en los últimos años posiciones disidentes cuya existencia se ha conocido a posteriori. Una razón es que, desde el asesinato de Yoyes, en 1986, los jefes etarras han preferido tolerar que los discrepantes salieran de la organización y se acogieran a fórmulas de reinserción a tener que hacer frente a debates internos de cuestionamiento de la violencia. Es una experiencia a tener en cuenta porque seguramente habrá más presos que seguirán a estos seis.

Que ello acabe generando un movimiento de impugnación de la violencia depende en gran medida de la ex Batasuna. Sus portavoces han anunciado una propuesta de "superación del conflicto" que presentarán el día 14. Pero del adelanto ofrecido en el diario Gara el pasado 17 de octubre no se deduce ninguna intención de plantear el desistimiento de ETA o siquiera una tregua indefinida, como ha pedido, por ejemplo, Aralar, el partido independentista escindido de Batasuna. La clave de la solución siguen situándola en la celebración de un referéndum de autodeterminación en toda Euskal Herria: lo que ya planteó ETA para no romper la tregua en 1999 y que al PNV le pareció "una propuesta estrambótica". Si ETA no existiera, a ningún dirigente de Batasuna se le ocurriría crearla ahora. ¿No habrá nadie entre ellos capaz de sacar la conclusión que se deduce de esa constatación?

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