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Tribuna:LA CARRERA HACIA LA CASA BLANCA | Perfil del líder demócrata
Tribuna
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Las primeras influencias de John F. Kerry

Se ha comparado al escurridizo John F. Kerry con muchos líderes demócratas liberales, incluido el presidente John Fitzgerald Kennedy. Después de todo, tienen las mismas iniciales y ambos provienen de la misma elite de Nueva Inglaterra. Pero los dos hombres tienen poco en común y es interesante que, desde un punto de vista emocional, Kerry tenga más en común con Jacqueline Bouvier Kennedy Onassis, en particular en lo que tiene que ver con su relación con el dinero. Ambos eran, comparativamente hablando, los parientes pobres de la elite social y financiera. El padre de Jackie era un borrachín de poco carácter que perdió todo el dinero que había estado bajo su control. La glamurosa finca donde Jackie se casó con Jack Kennedy, la Granja Hammersmith en Newport, pertenecía a su padrastro, Hugh Auchincloss, y Jackie no era una Auchincloss. Como John Kerry, Jackie fue a los mejores colegios, pero siempre tuvo menos dinero que sus compañeros de clase. Yo creo que el dinero, tanto para Kerry como para Jackie, nunca ha sido un fin en sí mismo, sino que representaba un proceso reparador necesario, un sustituto de lo que se había perdido.

A diferencia de cualquier otro presidente desde Roosevelt, Kerry representa una tradición que miraba a Europa por sus valores culturales
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Jackie se casó con dos hombres que eran ajenos al mundo blanco anglosajón protestante de Newport -Jack Kennedy, el hijo de unos turbulentos políticos irlandeses de Boston, y Ari Onassis- y que tenían dinero para protegerla. Su tercera relación -y la más feliz-, hacia el final de su vida, parece haber sido con el único hombre que verdaderamente la amó, y que era el más ajeno de todos, un judío ortodoxo y urbanita de Suráfrica, que casualmente también era muy rico y un brillante asesor financiero. El padre de Kerry tenía un empleo de nivel medio en el servicio diplomático; nunca tuvo bastante dinero para poder mantener bien a su familia, que aumentaba rápidamente, y la selecta educación de Kerry en internados y después en Yale se pagó gracias a la caridad de familiares ricos por parte de su madre; una tía rica y sin hijos pagó todos sus gastos.

A diferencia de los Bush, con su dinastía de Tejas, y de John Kennedy, que tenía auténticas raíces en Boston y provenía de una familia de rudos políticos irlandeses y católicos -cuyo abuelo fue el legendario alcalde Honey Fitz, y que sabían moverse por la humeante trastienda de los jefes políticos que sacaban el voto de la clase obrera (a los que no podían persuadir, los compraban)-, John Kerry no tiene tras él una maquinaria que se ocupe de todos los pormenores. Es cierto que su madre pertenecía a una familia de auténticos aristócratas de Nueva Inglaterra (la familia Winthrop y la Forbes), pero para el joven Kerry todavía adolescente, su distinción histórica tuvo que haber sido algo nebuloso. El repetir los logros de sus antepasados pudo haber representado para el ambicioso estudiante un objetivo que quizá tuviera alguna propiedad reparadora, como un joven Hamlet que deshiciera los entuertos hechos a su padre muerto. Y como Jackie con los hombres, Kerry habría tenido una enorme necesidad de enamorarse y contraer matrimonio con mujeres de extraordinaria riqueza (primer matrimonio y el actual).

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Los abuelos paternos de Kerry eran judíos austriacos que se convirtieron al catolicismo, cambiaron su nombre de Kohn al de Fred e Ida Kerry y emigraron a Chicago para huir de la persecución en el clima antisemita de la Viena de principios de siglo. Fred Kerry se trasladó a Boston, ganó y perdió tres fortunas, y en 1921, totalmente arruinado, se pegó un tiro en el cuarto de baño del hotel más de moda de Boston, el Copley Plaza. Su hijo Richard, el padre de Kerry, nunca superó del todo la tragedia y, a pesar de su brillante matrimonio con la brahmán de Boston Rosemary Forbes Winthrop, cayó en una depresión. (Las fortunas Forbes y Winthrop no pasaron a Rosemary, que pertenecía a la rama femenina de la familia). La juventud de Kerry fue nómada e instructiva. Su padre desempeñó puestos en el servicio diplomático en muchos países distintos. Mucho antes de la guerra de Vietnam, Kerry, siendo todavía adolescente, vivió en el tenso Berlín de la guerra fría a mediados de los años cincuenta y había presenciado en primera fila la destrucción de las ciudades alemanas durante la II Guerra Mundial. Representando al mismo tiempo el papel del adolescente irresponsable que estuvo a punto de provocar un incidente internacional al hacer una escapada a la tierra de nadie de Berlín Oriental (un incidente bien descrito en la admirable biografía de Kerry publicada por los periodistas del Boston Globe Michael Kranish, Brian C. Mooney y Nina J. Easton), Kerry era un intrépido que siempre estaba haciendo proezas físicas, pero al que los horrores de la guerra habían marcado profundamente. Su madre, Rosemary, estaba veraneando en la gran finca de sus familiares más ricos en Saint Briac, Bretaña, en 1940, cuando de repente se encontró en plena invasión nazi de Francia. Consiguió finalmente volver a Estados Unidos, pero transmitió a su hijo John el terror que había visto en los indefensos refugiados que intentaban abandonar París. Después de la guerra, John Kerry también habría de pasar veranos en Saint Briac, pero antes tuvieron que reconstruirlo: como gesto de despedida, los nazis lo habían volado, demoliendo completamente el château original.

A diferencia de cualquier otro presidente de EE UU desde Roosevelt, Kerry, a pesar de los ataques de Bush acusándole de izquierdista, lo cual es ridículo, representa una tradición estadounidense que miraba a Europa por sus valores culturales. Kerry, al igual que su actual esposa, Teresa Heinz Kerry, fue educado en colegios suizos, habla un excelente francés y, a pesar de su amor por los yates rápidos, el wind surf y, en realidad, por todo lo que se mueve deprisa, tiene una educación cultural de primera clase. Paradójicamente, tiene la capacidad de ser un presidente excelente, pero su actitud distante y una cierta timidez que parece provenir del hecho de haberse criado lejos de su familia (un poco al estilo inglés) le confieren una especie de torpeza; es difícil transmitir a un amplio público los valores que, por un lado, le hicieron alistarse para la guerra de Vietnam y, por otro, le hicieron después criticar abiertamente aquella guerra. Es irónico que la campaña de Bush haya utilizado contra él incluso el hecho de que durante buena parte de su carrera política Kerry estuviera arruinado. Durante una de sus campañas políticas, Kerry pidió prestado un dormitorio en la casa de un amigo, un activista que también era demócrata. Los Bush acusan a Kerry de no haber pagado alquiler por la habitación. Para tratarse de un partido que hace profesión de fe en los valores familiares, que deberían incluir los valores de la amistad (¿desde cuándo es un delito alojarse en el dormitorio de la casa de un amigo?), y habiendo asuntos reales, como el escándalo Halliburton, representa el colmo del cinismo. Ahora queda por ver si Kerry puede ganar las elecciones, o si los estadounidenses le rechazan, no por su postura política, sino más bien a la manera de Adlai Stevenson, que no consiguió la nominación por ser demasiado "intelectual". Aun así, a Stevenson le siguió Kennedy. Aunque ahora no se vea claro, siempre hay un "después". La semana pasada El Mundo me citó mal diciendo que si Kerry pierde EE UU se haría fascista. Lo que dije en realidad es que si Kerry pierde, el país podría girar a la izquierda.

SCIAMMARELLA

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