El Barça pone la épica y la estética
Un golazo de Ronaldinho decide un soberbio partido en el que los azulgrana logran remontar un tanto de Shevchenko
El Barça le puso por fin el pie en el cuello al Milan en un partido precioso, de palabras mayores, especialmente exigente, de una intensidad sobrecogedora, de los que sólo se dan en la Copa de Europa. La actuación azulgrana fue irreprochable desde el punto de vista de la épica y de la estética. No le quedó más remedio al Milan que rendirse y aplaudir el ejercicio de madurez del Barcelona, que dominó todas las suertes del fútbol, incluida la del remonte, circunstancia insólita frente a un equipo italiano, doblegado en el último minuto, víctima de su propia medicina. Jugaron bien los azulgrana, maduraron mejor la contienda y la resolvieron con una acción deliciosa de Ronaldinho, que se reencontró con el gol en un momento mágico, como pedía una contienda tan solemne, a gusto de la hinchada, temperamental como pocas, sufridora como ninguna.
BARCELONA 2 - MILAN 1
Barcelona: Valdés; Belletti, Oleguer, Puyol, Van Bronckhorst; Deco, Márquez (Larsson, m. 79), Xavi; Giuly (Iniesta, m. 66), Eto'o y Ronaldinho.
Milan: Dida; Cafú, Nesta, Maldini, Kaladze; Gattuso, Pirlo, Ambrosini; Kaká (Rui Costa, m. 76), Serginho (Seedorf, m. 73); y Shevchenko (Tomasson, m. 86).
Goles: 0-1. M.17. Shevchenko recibe un pase de Pirlo, se va de Oleguer y bate a Valdés.
1-1. M. 37. Eto'o le gana la espalda a los centrales del Milan entrando por velocidad en el área y empalma por alto un precioso pase de Xavi.
2-1. M. 88. Ronaldinho controla una cesión de Eto'o, burla a Nesta y Gattuso, y empalma un tiro a la escuadra desde el borde del área.
Árbitro: Urs Meier (Suiza). Amonestó a Kaká, Ambrosini, Ronaldinho y Gattuso.
Camp Nou. Casi lleno. 90.465 espectadores.
Ronaldinho compareció para marcar las diferencias después que Xavi llevara al equipo con grandeza frente a Dida, el mejor de los escenarios para el más artista de los jugadores, necesitado de un gol terminal para firmar su reaparición futbolística después de un mes preguntándose por su salud. No había mejor partido, hora ni rival para el regreso de Ronaldinho. Frente a la mejor versión del brasileño no hay defensa que valga.
Equipo táctico por excelencia, especialmente bien trabajado defensivamente y desequilibrante en ataque, el Milan sabe que le conviene en cada partido. Ancelotti operó en la contienda con la precisión de un cirujano, espantado como quedó por el desafío azulgrana en San Siro. Ambrosini y Gattuso se situaron como volantes de contención, siempre dispuestos al corte ante Xavi y Deco, mientras Kaka y Serginho ejercían de falsos interiores, prestos a coger la espalda de los laterales azulgrana, sorprendidos por su trabajo defensivo. El plan rossoneri era tan clarividente que el gol de Shevchenko se cantó desde los vestuarios del estadio.
Ambrosini abortó un cambio de orientación de Deco, combinó con Serginho hasta encontrar a Pirlo y el medio centro profundizó para Shevchenko, que arrancó como un velocista, se zafó de la marca de Oleguer y cogió a Valdés a mitad de camino. Ambrosini cortó, Serginho jugó con Pirlo y Sheva resolvió. Puro diseño italiano. El dominio escénico rossoneri ponía los pelos de punta y el Barça pasó un mal rato hasta serenarse.
Acostumbrado a mandar, el Barcelona se encontró atado, con la pelota a pies de los centrales y un gol en contra frente al Milan, un dato sobrecogedor si se atiende a que los italianos acumulaban cinco partidos sin recibir un tanto. Le costaba al Barça tirar la línea de pase y alcanzar el área. La única jugada que durante media hora alteró al conjunto de Ancelotti fue inesperada: el diestro Belletti se arrimó al córner para centrar con la zurda a la cabeza del pequeño Deco.
Al Milan había que jugarle con paciencia e inteligencia, muy concentrado, y pillarle de improviso, y el Barcelona tiene los jugadores precisos para atacar el sistema neurológico rossoneri. El empate así lo expresó. Xavi profundizó de primera para Eto'o, que abatió a Dida con un punterazo tremendo. Los azulgrana trabajaron bien los espacios y la velocidad de ejecución de la jugada fue incontestable. No hay receta defensiva contra el talento atacante. Imposible combatir a toda hora la sapiencia de Xavi y el instinto de Eto'o. El gol animó a la hinchada, especialmente espantada, y serenó al equipo, que reanudó el partido con una entereza sobresaliente. No hace falta vestirse de Milan para batir al Milan. No se traicionó el Barça, empeñado en demostrar que, en caso de duda, es mejor tener un buen juego de ataque que de defensa.
El Barça siempre quiso la pelota y la jugó de manera reiterada y valiente. A falta de fútbol por las bandas, exigidos como estaban en su campo los laterales azulgrana, el equipo buscó el balcón del área con Ronaldinho siempre presto para forzar la falta táctica. Los barcelonistas se procuraron el mismo escenario que en Milan. De forma perseverante, tocaban y tocaban, abanicaban el frente de ataque, ante un rival obligado a defenderse con hasta nueve futbolistas. Aunque la profundidad de banquillo de Ancelotti no tiene límites, Rijkaard respondió con atrevimiento, anunciando que, aunque le valía, no firmaba el empate, y retiró al medio centro (Márquez) para jugar con un ariete (Larsson).
A la pareja Xavi-Eto'o se unió el duo Iniesta-Larsson. Un punto de calma por una parte y por otra de agresividad. Una mezcla que convirtió en circunstanciales las maniobras del Milan, parapetado en su campo, consciente de que el Barça es tan disuasorio con la pelota en movimiento como incapaz a balón parado. No dejaron los azulgrana de darle la murga al Milan hasta que se presentó Ronaldinho. El brasileño recibió de Eto'o, se cambió el balón de pie con un regate y embocó con la zurda a la derecha de Dida. Un gol que no admitía réplica y que, por el contrario, era el mejor el punto final a una actuación azulgrana tan impecable como la camiseta blanca del Milan.
La defensa del Milan, equipo legendario por su concepto defensivo del fútbol, agrandó el éxito del Barcelona, un equipo inspirado en el juego de ataque, feliz finalmente por un remonte que le coloca de nuevo en el escaparate europeo con todos los honores.
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