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Sharon se niega a convocar el referéndum sobre la salida israelí de Gaza que reclaman cuatro ministros

Reconfortado por la victoria parlamentaria que, por 67 votos a favor frente a 45 en contra, aprobó el plan de retirada de Gaza, el primer ministro de Israel, Ariel Sharon, rechazó ayer tajantemente la convocatoria de un referéndum popular para "legitimar" la salida de Israel de la franja de Gaza.

La exigencia ha sido planteada por cuatro ministros rebeldes del Likud y los responsables del Partido Nacional Religioso, uno de los socios de la coalición gubernamental, quienes de manera conjunta han amenazado con hacer caer en dos semanas a Sharon si no acepta convocar la consulta nacional en las urnas.

"No cederé jamás a las presiones y a las amenazas y mucho menos aceptaré un ultimátum", declaró ayer Sharon a la prensa pocas horas después de que un grupo de ministros rebeldes, encabezados por el titular de la cartera de Finanzas, Benjamín Netanyahu, impulsaran la revuelta interna con el apoyo del Partido Nacional Religioso, el movimiento político que aglutina a los colonos de Cisjordania, Gaza y Jerusalén Este.

Sharon, que días atrás ya se había opuesto a la convocatoria de un referéndum, se negó ayer nuevamente a la iniciativa con estos tres argumentos. Primero porque el Plan de Desconexión, como se conoce en Israel la retirada de Gaza, ha sido ya votado y aceptado legalmente en el Parlamento; en segundo lugar, porque supondría un nuevo foco de tensiones internas en Israel, y, finalmente, porque en su opinión es una estrategia para retrasar la retirada. Pero además, a estas tres razones Sharon podría muy bien añadir un argumento definitivo; jamás en la historia política de Israel se ha celebrado ningún referéndum, una fórmula política, que no está contemplada en sus leyes fundamentales.

Para dar una muestra más de firmeza, el primer ministro israelí ha rechazado el referéndum y se ha enfrentado de manera abierta al golpe de palacio. Ha destituido de sus cargos al ministro Ouzi Landau, adjunto al jefe del Gobierno, y a Mijael Ratzon, viceministro de Comercio e Industria, dos destacados dirigentes del Partido Likud en castigo por haber votado no al plan de retirada de Gaza en el Parlamento. Uzi Landau, uno de los más firmes detractores de la decisión impulsada por Sharon, traicionó además al primer ministro al negociar con el partido religioso sefardí Shas para que no apoyara la propuesta en el Parlamento.

Si los cuatro ministros del Likud y los dirigentes colonos cumplen sus amenazas, en apenas dos semanas Sharon puede quedarse en minoría y verse obligado a convocar elecciones anticipadas o a ampliar y reformar su coalición de gobierno con la entrada del Partido Laborista y los grupos pacifistas. En este último caso, ello supondría una escisión definitiva del Likud, que quedaría dividido en dos bandos: los seguidores de Netanyahu y los de Sharon.

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