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Reportaje:LA CARRERA HACIA LA CASA BLANCA | Cómo se vota

Vuelta al colegio electoral

Los comicios reabren el debate sobre el sistema electoral, que dio el triunfo a Bush con menos votos

Yolanda Monge

Nada sucedió después de que muchos clamaran al cielo en 2000. Se habló incluso de crisis de legitimidad. Al Gore ganó en las urnas, pero George W. Bush se impuso en el colegio electoral. En un sistema en el que la elección del presidente es indirecta, a través de los 538 compromisarios que forman el colegio electoral, en el año 2000 llegó a la Casa Blanca, por tercera vez en la historia, no quien tuvo más votos populares sino quien más reunió en el colegio electoral. La máxima "un hombre, un voto" y la mitad más uno da el ganador, en Estados Unidos, al igual que en otros países democráticos, no siempre se cumple.

Para sus detractores, el colegio electoral es un dinosaurio que debería estar en un museo, de cuando sólo podían votar los hombres blancos y pudientes. Para sus defensores, es la garantía de que los Estados pequeños y las comunidades rurales no se quedan fuera. En opinión del profesor Emilio Viano, de la American University, "la tesis de los padres fundadores sigue viva: el colegio permite que se escuche y se tenga en cuenta a los Estados más pequeños".

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Viano sólo concede que hay una parte que merecería ser revisada, y que al no estar en la Constitución no generaría demasiados quebraderos legales: el principio que establece que "el ganador se lleva todos los votos". En su opinión, es esta premisa, y no el colegio electoral, la que provoca problemas.

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El profesor David Lublin incide en la herencia histórica que supone el colegio electoral. "Refleja nuestro sistema federal y no se olvida de los Estados menos poblados", explica. Llegados a este punto, ambos se preguntan: "¿Cree usted si no que algún candidato habría ido tantas veces, por ejemplo, a Nuevo México?".

Pero para el analista político James Klurfeld, el colegio electoral es una cosa del pasado. "Imagine que Bush, al explicar su fervor por expandir la democracia en Oriente Próximo, intentara defender un sistema en el cual el ganador del voto popular no llega a alcanzar el poder", explica Klurfeld. "Es algo absurdo en estos días y en estos tiempos", puntualiza. "Los fundadores de EE UU establecieron una elitista democracia representativa dentro de un sistema federal", finaliza Klurfeld.

Esta última opinión se refrenda con un sondeo del Instituto del Colegio Marista para la Opinión Pública del pasado martes, que señalaba que el 60% preferiría que fuera el voto popular el que decidiera el presidente frente al 35% que sigue apegado al colegio electoral.

El caso es que desde la polvareda de 2000, nada ha cambiado. La mecánica será en esta ocasión la misma. Los electores podrían levantarse el próximo día 3 y encontrarse con que su presidente gana el voto electoral, pero no el voto popular. Y por si no hubiera bastantes incertidumbres, Colorado ha decidido romper la baraja y jugar con sus propias reglas. Cuando el próximo martes este Estado vote, también dirá o no a la "enmienda 36": cambiar la distribución de sus votos dentro del colegio electoral y que el ganador no se los lleve todos, sino que sean repartidos de forma proporcional al voto popular.

Puede que la idea de retocar la Constitución suene a palabras mayores en EE UU, pero en los dos más que largos siglos transcurridos desde su redacción se le han añadido 27 enmiendas. Sobre el colegio electoral ha habido 700 intentos de reforma desde su creación, en el siglo XVIII. El mecanismo del colegio electoral data de 1787. Fue entonces cuando los padres de la Constitución crearon este órgano como una garantía ante el voto popular y un compromiso entre quienes defendían el sufragio personal y quienes abogaban por una elección indirecta del presidente. Este sistema obedeció, además, a un pacto con los Estados de menor peso demográfico, que exigían igual voz en la elección presidencial. George Washington, que se convirtió en el primer presidente de EE UU, el 4 de febrero de 1789, definió el Colegio como "el platillo que permite sostener la taza de un café hirviendo".

El colegio electoral está compuesto por 538 compromisarios, repartidos por Estados en igual número a la suma de sus parlamentarios en la Cámara de Representantes (435) y senadores (100) más tres electores ofrecidos para la ocasión por el Distrito de Columbia (Washington DC), que está privado de representación en el Congreso. La representación final de los Estados depende además de su población y varía entre los 55 compromisarios del más poblado (California) a los tres con que contribuyen los siete más pequeños.

Los compromisarios son elegidos por cada partido y los del candidato ganador son convocados el primer lunes después del segundo miércoles de diciembre (el 13 de diciembre en el caso de este año) a la capital de cada Estado para votar por el candidato presidencial, salvo Nebraska y Maine, cuyos compromisarios votan de forma proporcional al sufragio en sus respectivas circunscripciones.

El resultado de la votación es secreto y no se conoce hasta el 6 de enero, cuando en sesión solemne del Congreso se hace el recuento oficial de los 538 votos. La cifra mágica para ser presidente de EE UU es 270 votos electorales. En la mitad de los Estados los compromisarios están obligados -bajo amenaza de sanción- a votar a favor del vencedor. En el resto son libres de votar en conciencia, y en el pasado ha habido ocasiones en las que los compromisarios no han respondido a las expectativas.

Y antes que Bush, otros dos políticos llegaron a presidente gracias a imponerse sólo en el colegio electoral: en 1888, Benjamín Harrison, y en 1876, Rutherford Hayes, quien llegó a la Casa Blanca gracias a su victoria por un solo voto en el colegio electoral.

John Kerry, en un acto de campaña ayer en Sioux City (Iowa).
John Kerry, en un acto de campaña ayer en Sioux City (Iowa).REUTERS

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Sobre la firma

Yolanda Monge
Desde 1998, ha contado para EL PAÍS, desde la redacción de Internacional en Madrid o sobre el terreno como enviada especial, algunos de los acontecimientos que fueron primera plana en el mundo, ya fuera la guerra de los Balcanes o la invasión norteamericana de Irak, entre otros. En la actualidad, es corresponsal en Washington.

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