Números mágicos
Por curiosos motivos de las más variadas especies, la humanidad siente predilección por ciertos números. En los cuentos orales, por ejemplo, el 3 es esencial: tres hermanos, tres pruebas, tres naranjas del amor... El 7: siete enanitos (en España, "hermanitos"), Siete Niños de Écija, o las siete estrellas de la Osa Mayor. La docena es también muy requerida para significar entidades más o menos esotéricas: doce tribus de Israel, doce apóstoles, doce campanadas... Todos esos números desprenden irradiaciones de poder hermético, de verdad insondable.
Sabedores de ello, muchos economistas y políticos de hoy actúan como chamanes modernos del guarismo. Raro será que se pongan de acuerdo en lo que significan sus cifras, y averiguar si son ciertas resulta poco menos que imposible para el sufrido contribuyente. Pero ahí están, acribillándonos a diario. Los Presupuestos Generales del Estado para el 2005, en su aplicación andaluza, están dando pie a no pocas revelaciones. Cada día un portento. Además todo gira, como les anunciaba la semana pasada, en torno a un nuevo número: el 18. No carece de fundamentos connotativos: la edad para votar y, antaño, la edad en que las señoritas se ponían de largo, como dijo aquel inefable portavoz de Aznar. Aquí y ahora se trata del porcentaje de la población andaluza y, por feliz coincidencia, también el de la extensión de su territorio, en el conjunto nacional (me refiero a España). El Gobierno andaluz la ha puesto en el candelero para equiparar las inversiones del Estado en nuestra tierra, con un resultado muy aproximativo: el 17,4%. En términos conceptuales: el peso de la población ha de equivaler al peso de las inversiones públicas. Es arbitrario, pero queda muy bien para centrar la cuestión. Lo malo sea que se imponga como irrefutable, mágico, y nos quedemos ahí. Pues cuando se siguen leyendo otras cifras, de los mismos chamanes, la cosa ya no resulta tan halagüeña.
Ejemplos: sólo tres provincias andaluzas (Córdoba, Málaga y Cádiz) se sitúan por encima de la media nacional (409 euros por habitante) en las nuevas inversiones del gobierno central. (Sevilla, salvo correcciones de última hora, se queda la penúltima, con unos esmirriados 287 euros; para que luego digan). En el reparto por cabeza de todo lo que producimos (PIB, para los amigos), Andalucía se coloca 4.000 euros por debajo de la media nacional, que anda por los 11.328. Yendo a lo concreto, eso explica que en gasto por alumno no universitario estemos prácticamente a la cola -siempre española-, con 2.292 euros. La mitad, por ejemplo, que el País Vasco, en el supuesto de que el País Vasco siga siendo España. Otros datos muy sesudos, procedentes de la Cámara de Comercio de Málaga, aseguran que el PP primó a Almería en sus inversiones y la Junta a Jaén, y que ello se debe a favoritismos electorales. Qué retorcidos son algunos. La Junta se ha apresurado a decir que, una vez dentro de nuestra tierra, el criterio ya no es sólo el poblacional. No ha dicho cuáles sean los otros, pero debería hacerlo cuanto antes, no vaya que ahora cada cual interprete a su aire lo que se le antoje, y sin un número mágico del que echar mano.
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