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Reportaje:AULAS

Poco espacio para mucho ingenio

La Escuela de Ingeniería de Cádiz, con capacidad para 500 estudiantes, cuenta con 2.200 matriculados

A las 10.00 de ayer, el aula 22 de la Escuela Superior de Ingeniería de Cádiz acogía a más de cien alumnos del segundo curso de Informática de Sistemas. Las sillas llegan hasta la puerta. La semana pasada, los estudiantes tuvieron que introducir bancos del pasillo. Otros se quedaron fuera.

La dirección ha tenido que poner un límite de aforo, para respetar la normativa, aunque las clases siguen siendo multitudinarias. Son las consecuencias directas de la falta de espacio de sus instalaciones. 2.200alumnos están matriculados en el curso, a pesar de que el edificio, construido hace unos 40 años, se diseñó para dar cabida a 500.

Optimizar. Mariano Marcos, el director, ha tenido que acoplar a su vocabulario habitual esta palabra que repite sin cesar para explicar lo que sucede en el centro: "Tenemos que optimizar todos nuestros recursos mientras no contemos con las infraestructuras adecuadas".

A pesar de las dificultades, los grupos de investigación no se han frenadoLa Escuela de Ingeniería de Cádiz, con capacidad para 500 estudiantes, cuenta con 2.200 matriculados

En los últimos años, la Escuela de Ingeniería ha experimentado un crecimiento progresivo en proyectos y docencia. Este curso ha sumado la especialidad técnica de Informática de Sistemas a sus titulaciones de Técnica Industrial, con sus especialidades de Mecánica, Electricidad y Electrónica, y la de Informática de Gestión. Imparte también el segundo ciclo de Ingeniería de Organización Industrial.

Sus responsables anuncian, además, que existen muchas posibilidades de que el curso que viene se implante la titulación de Ingeniería Informática. A más titulaciones, más alumnos.

El interés por matricularse en este centro universitario ha ido aumentado al tiempo que han ganado prestigio sus laboratorios y departamentos como el de Metrología o el de Microrrobótica.

Pero este desarrollo no ha sido paralelo a la ampliación de las instalaciones. "Está claro que se nos han quedado pequeñas", reconoce el director. Para suplir la falta de espacio se han buscado algunas soluciones provisionales. "El hambre agudiza el ingenio", dice bromeando Marcos. "Tenemos carencias y hay que echarle imaginación".

Una de las medidas ha sido distribuir a alumnos y profesores en otras instalaciones universitarias cercanas. Algunas clases teóricas se imparten en los aularios de La Bomba y de Simón Bolívar, a unos 300 metros del edificio de la escuela, en la calle Chile. Esto ha provocado inconvenientes para alumnos y profesores.

Antonio García, de 22 años, estudiante de electrónica, ha llegado a tener clases de Dibujo de 9.00 a 10.00 en uno de los aularios y otra clase de Informática, inmediatamente después, en el edificio principal. "Tenemos que llegar tarde", se lamenta. También se quejan de que las instalaciones actuales no cuentan ni con aire acondicionado ni con calefacción y que las clases en las instalaciones alternativas no están acondicionados técnicamente.

"Las prácticas no las podemos hacer en los aularios porque no hay ordenadores ni equipos", afirma.

La dispersión afecta también a los 160 profesores, ya que los despachos están repartidos por los diferentes centros. "No hay una verdadera convivencia universitaria", señala el secretario de la escuela, Juan Beira.

La dirección del centro reconoce que todos esos inconvenientes se solventarían si pudieran contar con el nuevo edificio proyectado hace años en el campus de Puerto Real. Denuncias ecologistas, que advirtieron de que la ubicación prevista se iba a realizar sobre unas lagunas estacionales de valor ecológico, y la falta de financiación han impedido, hasta ahora, su construcción.

Mariano Marcos reconoce que sus obsoletos medios no permiten desarrollar plenamente todo el potencial de la escuela pero insiste en que sus alumnos no conocen lo que es el desempleo. "Hay estudiantes de tercero que ya están trabajando", asegura el director.

A pesar de las dificultades, los grupos de investigación no se han frenado. Sus responsables tratan ahora de convencer a las empresas locales que sus proyectos tienen utilidades a corto, medio y largo plazo. Que sepan que, aunque les falta espacio, les sobra el ingenio.

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