Inquilinos abandonados
Soy inquilino de la sevillana plaza de la Encarnación, número 6, el famoso edificio donde habitaba Rosario Piudo, la anciana a la que desahuciaron por dejar de pagar, por un error, 39 euros. Este caso, que conmocionó a la opinión pública y que despertó una enorme ola de solidaridad, plasmada tanto en los medios de comunicación como en los cientos de muestras de apoyo ciudadano que hemos recibido, no ha tenido, ni por asomo, el mismo efecto entre lo propietarios.
Desde entonces, la situación de los dos últimos inquilinos que quedamos, una anciana impedida y yo, ha empeorado ostensiblemente. Hace apenas tres meses que se ha vendido el edificio a una promotora llamada GDP del Sur, a excepción de las viviendas habitadas, que siguen siendo propiedad de los anteriores dueños, entre los que figura el administrador Luis Giménez Torres, que, en definitiva, es quien firma los recibos y al que pagamos los alquileres. La propiedad no ha intervenido, prácticamente, nunca en la conservación del inmueble, de ahí la situación que padecemos con cientos de puntales desde hace más de tres años y medio. Ahora, ha optado por el abandono total a costa de nuestra dignidad como inquilinos. Nadie viene a limpiar las escaleras y los pasillos a pesar de que pagamos por ello; la puerta de la calle lleva meses estropeada y no funcionan los porteros automáticos; ha habido cañerías rotas, brotando agua durante semanas, y muchos bajantes están atorados; la instalación eléctrica de las zonas comunes, además de su deterioro manifiesto, entraña graves peligros; y así, un largo etcétera. No existe la más mínima labor de mantenimiento que no sea la nuestra. De nada valen nuestras quejas a ambos propietarios. Se pasan el mochuelo uno a otro. Se ríen. Sabemos sobradamente que su intención es expulsarnos definitivamente de la casa y especular con tan goloso terreno.
En este largo proceso de desgaste, los inquilinos nos sentimos indefensos. El proceso iniciado por la Gerencia de Urbanismo para expropiar el inmueble por el reiterado incumplimiento de la propiedad en su conservación es excesivamente lento y, al final, los padecimientos los sufrimos sólo los inquilinos. Nosotros cumplimos con nuestra parte del contrato, esto es, pagamos la renta todos los meses, sin excepción. Ellos la incumplen sistemáticamente: no ofrecen una vivienda en condiciones dignas. Así ha sido durante casi cuatro años en mi caso y más de 30 en el de mi vecina. Ella hace meses que optó por encerrarse con un candado en su propia casa ante el temor que le infunde un edificio abandonado e inseguro, donde puede entrar cualquiera para hacer sus necesidades, para chutarse o, peor aún, para poner en práctica eso que se ha dado en llamar mobbing inmobiliario o acoso a través de desalmados asustaviejas que todos sabemos a quién benefician. Qué injusticia más grande.
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