La esencia de La Mancha
Esta villa toledana, famosa por sus molinos de viento, festeja a finales de octubre la cosecha del azafrán
De Consuegra se ha dicho que, pese a tener 10.000 habitantes, semeja un pueblo chico. Es un bonito cumplido, sobre todo para alguien que conoce el valor de lo pequeño. Alguien que se dedica a cultivar, en medio de la inmensidad de La Mancha, una florecica púrpura que sólo brota durante una semana al año, que lo único que interesa de ella son los estigmas y que hay que recogerla a mano antes de que el sol abrasador salga y arruine una cosecha de, como mucho, 30 kilos por hectárea.
Es un proceso tan arduo y minucioso, y a la vez tan simple, que parece made in China, otro lugar inmenso donde las cosas pequeñas poseen un infinito valor. Medio millón de los de antes cuesta el kilo de azafrán, que es, con gran diferencia, la especia más cara del mundo: cinco veces más que la vainilla y 30 que el cardamomo. Y aún parece poco si se considera que, tras la cosecha, viene la monda, un nombre muy apropiado para la pacienzuda tarea de extraer digitalmente -con los dedos, o sea- los microscópicos estigmas, toda la familia dejándose los ojos alrededor de la mesa camilla.
El molino gigante Sancho pone estos días en marcha su maquinaria del XVI
Antiguamente, era una ocasión pintada para entrar en casa de la novia con la excusa de echar una pata, cosa a la que los padres no hubiesen accedido en otras circunstancias ni por todo el oro en hebras de La Mancha. "Por Santa Teresa, rosa en mesa". Así, con precisión refranera, se supone que el azafrán hace su aparición el 15 de octubre sobre los campos de La Mancha. Pero como no es la primera vez que este rico caballero -oro rojo, también le dicen- se hace desear, en Consuegra prefieren aguardar hasta el último fin de semana del mes para agasajarle con la Rosa del Azafrán, una fiesta cuyo acto estelar es el concurso en que representantes de diversas localidades manchegas, ataviados con trajes típicos, compiten en la plaza de España para ver quién es el que se da más maña extrayendo los tres clavos rojizos, o estigmas, de cada flor. Lo dicho: de chinos.
Otra atracción de las fiestas es el molino de viento Sancho, que esos días pone en marcha su maquinaria del siglo XVI para obsequiar a los visitantes con saquitos de harina molida a la antigua usanza. Sancho es el capitán de un equipo de 11 gigantes que hacen aspavientos en la cresta del vecino cerro Calderico.
Gigantes que, como ya no hay trabajo de verdad, ni quijotes con los que luchar, entretienen su jubilación como buenamente pueden. Bolero, por ejemplo, hace de oficina de turismo; Mambrino, de bar; y Rucio, aprovechando que se alza en el único lugar donde los autocares cargados de extranjeros pueden dar la vuelta, de tienda de recuerdos. Entre los molinos Cardeño y Vista Alegre, se yergue el castillo de la Muela.
Siete puertas había que romper para acceder al núcleo de esta fortaleza defendida por torres de 30 metros de altura y muros de hasta 8,5 de espesor, y aun así no bastaron para resistir a los almorávides, que el 15 agosto de 1097 dieron jaque a Alfonso VI y muerte a don Diego, único hijo varón del Cid. Tal es el origen de otra celebración, ésta a mediados de agosto, en la que 400 personas, del pueblo y los alrededores, recrean con fidelidad aquella batalla: Consuegra Medieval. Además hay zoco, concierto, cena, miserere, danza de la muerte... Insólito despliegue, para festejar una derrota. Hasta 1837, la fortaleza fue propiedad de los caballeros sanjuanistas.
Al igual que lo fue, ya en el casco urbano, la casa de la Tercia, donde se dividían en tercios -de ahí, su nombre- los impuestos que recibía el castillo. Hoy es uno de los mejores restaurantes de la localidad, embellecido con vetustas estatuas y columnas que nos hablan de la Consabura romana. Como nos hablan la plaza de España, levantada sobre el foro, y el viejo Alfar, sobre el circo.
Y es que en Consuegra, incluso en sus calles más modernas, uno tiene la sensación de estar paseando del brazo de una señora muy anciana. Aunque no suena demasiado bien, es otro cumplido.
Mazapanes, vidrio y cuero
- Cómo ir. Consuegra (Toledo) dista 120 kilómetros de Madrid yendo por la autovía del Sur (A-4) y desviándose en Madridejos por la carretera CM-400. Hay autobuses Madrid-Consuegra de la empresa Aisa (tel.: 902-19 87 88), que salen de Méndez Álvaro.
- Qué ver. En el cerro Calderico: molinos de viento y castillo de la Muela. En el casco urbano: casa de la Tercia, plaza de España -con el llamado arco del Cid-, museo Municipal, Alfar, iglesia de Santa María, convento de las Carmelitas y ermita de la Vera-Cruz. Todas las visitas son gratuitas, salvo el castillo, que cuesta 2 euros.
- Alrededores. En Tembleque (a 26 km.): plaza Mayor y casa de las Torres. En Villacañas (a 26 km.): silos y ermitas de Santa Ana, de San Sebastián, de la Concepción y de San Roque. En Campo de Criptana (a 39 km.): excepcional conjunto de molinos de viento.
- Comer. Las Provincias (tel.: 925-48 02 00): migas, lomo de merluza en salsa de azafrán y crujiente de manitas con crema de alubia; precio medio, 35-40 euros. Casa de la Tercia (tel.: 925-48 22 91): platos típicos -migas, gachas, duelos y quebrantos, platos de caldereta de cordero...- en un marco histórico; 20-25 euros. San Paúl (tel.: 925- 48 13 15): cocina casera manchega; precio: 20 euros.
- Dormir. Las Provincias (tel.: 925-48 02 00): hotelito confortable, decorado en estilo castellano; doble, 46 euros. Casilda (tel.: 677 39 48 72): vivienda tradicional de alquiler completo, para seis personas; 72-84 euros. Los Laureles (Urda; 925-47 40 50): siete habitaciones dobles, salón con chimenea, jardín y cuadra; 57 euros.
- Compras. Mazapanes, en Peces (La Salle, 6). Vidrio, en Montserrat Gómez Fogliati (Toledo, 9). Cuero, en Rey Pavón (Ctra. CM-400, km. 58,500) y Joaquín García Huertos (Crespas, 15).
- Más información. Oficina de Turismo de Consuegra (molino Bolero s/n; tel.: 925-47 57 31). En Internet: www.consuegra.es
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