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Columna
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El coche Scion

A cada etapa del siglo pasado correspondió un coche insignia. ¿Pero cuál es el coche representativo de estos años? Probablemente Toyota acaba de lanzar este importante producto, no sólo ecológico, ni individualizado, ni reciclado, sino formalizado en el xB Scion. Un coche que sólo aspira a ser un coche, después de que el automóvil ha recorrido las numerosas formas del sueño y la significación. Este coche es apenas una máquina, exenta de toda apariencia superior. Se trata de un artefacto escueto: un habitáculo sobre cuatro ruedas dotado de propulsión. ¿Podría ofrecerse algo más rabiosamente simple y actual? Los norteamericanos, que han sido de los primeros en conocer el xB, lo ha definido como "una tostadora sobre cuatro ruedas". Una definición de lenguaje antiguo para un objeto de la máxima novedad conceptual.

El Scion no es tan barato como el Panda, al que recuerda, pero ofrece mayor habitáculo y potencia. Resulta, en términos relativos, menos caro que el 600 de entonces y ronda, como tantos otros modelos competidores, los 12.000 euros. Aparte del emblemático modelo xB, se han presentado dos Scion más: un cupé tC o el Xa pero son más vulgares a fuerza de ser más vistosos. El xB, en cambio, es feo. El coche quizás más feo de los últimos cien años, en coordinación con la moda plástica o textil de hoy que nunca alcanzó más deliberadamente los secretos del adefesio.

El Scion xB es una birria al primer golpe de vista pero, en una segunda observación, descubre su distinción máxima y su pensamiento profundo. No un pensamiento referido a la sensación sino, directamente, a la ideología. El Citroën 2C constituyó un manifiesto en los sesenta y la miniván de WV un emblema hippy todavía en relativa acción. El Beetle o el Golf continuaron el muestrario heráldico junto a los Volvos socialdemócratas de la serie 200 y 300, los Citroën tiburón vanguardistas, los Mustang rebeldes o el Giulietta de la Dolce vita. El Scion, que Toyota ha querido presentar separado de su marca adulta, es un compendio mental de la juventud reinante al punto que su lanzamiento tuvo lugar en una discoteca californiana y su promoción, en varios estados norteamericanos, buscó siempre la complicidad de los disc-jockeys. "Es el coche que viene de la música", decían.

El xB, con pinta de furgoneta, nace del minimalismo geométrico y de la fácil funcionalidad sexual (los asientos delanteros se abaten); reniega de las connotaciones inmediatas y de la publicidad visual. Para su personalización (o customización) puede elegirse entre una larga lista de complementos pero su concepción primordial es desprenderlo de individualismo. No hay signo alguno que sea inocente pero lo que significa el Scion xB es vida sin política, humildad sin miseria, moda sin modo, no-logo. O, en suma, el otro mundo posible expresado en la automoción y dirigido a una cohorte de clientes que ahora se encuentran entre los 14 y los 24 años pero que representará, en Estados Unidos, según The Wall Street Journal, el 40% de los compradores de coches el año 2020.

Aunque ya han empezado a comprarlo y en proporciones que casi han duplicado las previsiones de los fabricantes. Observado hoy, de cerca y a posteriori, resulta demasiado patente que un producto de estas características iba a ser un tiro. Pero ¿cómo no sucedió lo mismo con el Multipla donde Fiat jugaba una baza más o menos similar? La diferencia reside quizá en que el Multipla aparte de feo fue un coche raro, mientras el Scion es feo, sin más consideración. Feo y de porte pobre: pobre como el aspecto barato que se ha impuesto en las ropas de moda, sea remedando los diseños de las modestas costureras (Versace), sea incorporando los raídos como motivo de ornamentación. Lo bello angustia, lo rico es odioso, la demanda creciente del tú a tú y el boca a boca conlleva la alegre asunción de la imperfección y de la sencilla espontaneidad, el fin de los modelos imperativos, el ridículo del hecho diferencial, el éxito del coche "tostadora" donde sencillamente nos desayunamos todos.

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