Una notable ausencia
En la reunión de líderes progresistas (socialdemócratas) celebrada el viernes en Hungría faltó un invitado esencial, John Kerry, pues en este mundo resulta difícil pensar que pueda haber un movimiento global de esta naturaleza sin que en él participe Estados Unidos. La llamada tercera vía nació de una relación muy especial de Bill Clinton con Tony Blair y, rebautizada como "gobernanza progresista", es fuente de muchas de las ideas en la familia socialdemócrata y sus aledaños. Esta izquierda europea necesitaría una victoria de Kerry para lanzarse en ese verdadero desafío, y además intentar cerrar las heridas fruto del desgarro que ha supuesto la guerra de Irak. Es esta guerra la que, además de alejar a Madrid de Washington, aún separa contundentemente a dos dirigentes como Rodríguez Zapatero y Tony Blair, que podrían y tendrían que entenderse, tal como quedó ayer de manifiesto en el encuentro de Hungría, donde, de otra parte, se acordó retomar sin fecha el histórico contencioso gibraltareño.
Esta izquierda, que ahora cuenta como miembro destacado al jefe del Gobierno español, se enfrenta, al menos en la Unión Europea, a nuevos desafíos: para empezar, al hecho de que ahora son 25 los países miembros. Necesita una idea renovada de Europa, que logre satisfacer la esencia de la modernización, compaginando las demandas de justicia social y de competitividad económica, tradicionalmente consideradas contradictorias. Europa puede ofrecer un nuevo modelo al mundo, aunque, como todo en estos tiempos cambiantes, también ha de ser, en palabras de Blair, "flexible, adaptable e inteligente". Y entre los nuevos retos está sacar de la marginalidad a sectores enteros de la población como son los jóvenes, que sufren un creciente paro, o las mujeres, que no logran incorporarse al mundo laboral, y hacer frente a "nuevos riesgos" como la obsolescencia profesional.
Se trata de fijar las nuevas fronteras del Estado de bienestar en Europa y otras zonas del mundo. El nuevo primer ministro checo, Stanislav Gross, afirma correctamente que, si se quiere evitar "que el neoliberalismo desmantele totalmente las instituciones del Estado de bienestar, o que estas instituciones encuentren falsos protectores en la plaga nacionalista", hay que renovar no sólo el modelo y el consenso, sino hacerlo "de forma que inspire un cambio global", y que garantice los suficientes bienes públicos, incluidos un sistema mundial de derechos humanos.
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