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Columna
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Innombrable

El 29 de octubre se constituirá lo que algunos denominan Euroregión. Es un proyecto para conformar la macrorregión que debería reunir los territorios de la Corona de Aragón. Esta iniciativa ha sido impulsada por el actual presidente de la Generalitat de Cataluña, Pasqual Maragall, y nadie sabe cómo se llamará. Éste es su secreto mejor guardado. Se trata de un nuevo concepto geopolítico trasnacional que se mueve -¿qué duda cabe?- por los amplios cauces de la Unión Europea. Durante muchos años, cuando la concepción comunitaria europea era incipiente, se promovieron acciones de colaboración y acercamiento entre distintas regiones. Las entidades empresariales establecieron lazos de aproximación y se transmitieron conocimientos y experiencias. Posteriormente, se puso en marcha el programa Europartenariat que conectaba economías y opciones de negocio.

Mucho antes, en el seno de las Cámaras de Comercio, se desarrolló la COPEF, que reunía a los representantes empresariales y económicos de diferentes zonas de Francia y España para fomentar su vinculación y los intereses compartidos a ambos lados de los Pirineos. La COPEF, cuyo ámbito coincidía con la Eurorregión de Maragall, funcionó como alternativa eficaz a la labor que no se desarrollaba a causa del distanciamiento oficial entre las administraciones públicas francesa y española durante la dictadura. La COPEF tuvo su sede permanente en Valencia a partir de la presidencia en esta cámara de José María Simó Nogués. Valencia tuvo con la COPEF una posición relevante en las relaciones hispano-francesas. Barcelona, Marsella, Perpiñán, Zaragoza y Valencia fueron ciudades que acogieron estas reuniones. Baleares, Aragón, Languedoc-Roussillon, Cataluña y Midi-Pyrénées se darán cita en Barcelona en un acto constituyente en el que se percibirá la ausencia de la Comunidad Valenciana. El objetivo es fomentar los intereses culturales, económicos, sociales y políticos de estos territorios con el fin de incrementar su competitividad en beneficio de sus 15 millones de habitantes. Son unas metas deseables, en clave política, que tienen la posibilidad de convertirse en realidad. Los valencianos permanecemos al margen de este foro, cuando podríamos haber sido socios fundadores con capacidad de liderazgo e influencia. Una vez más, solos ante el peligro. Las consecuencias irán acompañadas de un lógico aislamiento.

Probablemente el día 29 se decidirá la denominación de la Euroregión y no tendremos derecho a opinar. No parece una decisión baladí porque va a condicionar el posicionamiento estratégico de la Comunidad Valenciana. Se trata de una alianza territorial de intereses que funcionará porque está basada en la colaboración que se viene desarrollando precisamente entre estas zonas. La Comunidad Valenciana, por razones obvias, tiene naturaleza periférica y resultará perjudicada si se aleja de sus aliados naturales. Hasta ahora no han funcionado ni el Arco Mediterráneo, ni el Eje de la Prosperidad. Esta oportunidad, todavía sin nombre, se plantea como una ocasión perdida a la hora de asumir la condición periférica de la Comunidad Valenciana, en aras de una eventual centralidad en la que no se aprecian sus ventajas.

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