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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Inquietud creciente

Aunque en la jornada de ayer la cotización del barril descendió en casi dos dólares, el precio del crudo es el principal factor de inquietud de la economía mundial. En días anteriores ha superado cumplidamente los 50 dólares por barril, aproximándose peligrosamente a la frontera de los 52 dólares, que nos colocaría en un nivel de precios equivalente al que produjo el shock energético de 1979. Pero resulta que un segundo factor, la prolongación del periodo de precios muy elevados del crudo, también está provocando la alarma mundial. Sobre todo cuando crece la confusión sobre los factores que están tirando del precio. La crisis de Yukos, la huelga en Nigeria o los impuestos venezolanos no son la razón de fondo del encarecimiento progresivo y continuado del precio -ha aumentado el 70% desde comienzos de este año-, sino la voracidad consumidora de las economías emergentes, China entre otras, y la intranquilidad de los mercados petroleros y financieros por la incapacidad estadounidense para normalizar la situación política, económica y petrolera de Irak.

Todas las previsiones relevantes de crecimiento económico (OCDE, FMI, Banco de España, Presupuestos) están calculadas con precios del petróleo en una horquilla entre 32 y 34 dólares. En el entorno de los 50 dólares, sectores como el del transporte, las compañías aéreas o el turismo sufren un impacto directo, mientras la inflación se cuela por casi todas las rendijas de la formación de costes. Después de varios meses de petróleo por encima de los 40 dólares, el ejercicio está prácticamente perdido para la causa del crecimiento del 3%. Más bien se acercará al 2,5% o 2,6% en el mejor de los casos. La inflación, por el contrario, va camino de consolidarse en torno al 3,4%. Estamos, pues, ante un caso claro de riesgo de estrangulamiento de la economía, al menos durante 2004.

Para el año próximo, las predicciones son arriesgadas, pero sí se puede decir hoy que no se ven claras las razones para que baje el precio del crudo. Queda un largo invierno, la demanda de energía seguirá creciendo por encima de las posibilidades de aumentar la oferta e Irak seguirá siendo, al menos durante meses, un polvorín político, con vastas zonas fuera de control e incompatible con la producción y exportación organizada de petróleo. Si el precio se mantiene en torno a los 50 dólares, la cuestión palpitante ya no serán las décimas que hay que descontar del crecimiento del PIB, sino las inevitables disposiciones de ahorro y eficiencia energética.

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