Retrato de un violador
El crimen de las mujeres policías cuestiona la eficacia del sistema de rehabilitación de algunos presos
Los psicólogos y educadores de la cárcel barcelonesa de Brians están destrozados. Pensaban que su trabajo de años con el preso Pedro Jiménez García había servido para reinsertarlo en la sociedad, pero es casi seguro que estaban equivocados y que el recluso reincidió de manera salvaje el pasado martes, cuando mató a puñaladas a dos mujeres policías en L'Hospitalet de Llobregat. Un caso escalofriante que vuelve a cuestionar la función resocializadora de la cárcel para presos como Jiménez García, al que los forenses ya definieron en 1993 como un psicópata.
Aquel año, la Sección Novena de la Audiencia de Barcelona que presidía Margarita Robles le condenó a 52 años de cárcel por cinco delitos de robo a punta de navaja, uno de ellos con violación incluida, cometidos en 1992, cuando disfrutaba de un permiso penitenciario y cumplía otra pena de 15 años de cárcel.
Un educador de prisiones admite que "todos los violadores son presos modelo"
"Estas personas son irrecuperables porque no hay tratamiento", afirma un forense
Jiménez García volvió a salir con un corto permiso y, el martes pasado, con toda probabilidad acuchilló mortalmente y de manera muy violenta a las policías Aurora Rodríguez, de 23 años, y Silvia Nogaledo, de 28, que compartían un piso de alquiler en el popular barrio de Bellvitge.
"Los psicópatas, como ha señalado en reiteradas ocasiones el Tribunal Supremo, son individuos con trastornos graves de la conducta, pero que no presentan alteraciones psíquicas importantes (...) no es ciertamente un enajenado en sentido estricto, pues no está fuera de sí, aun cuando puede ser un enfermo mental". Esa reflexión está extraída de la última sentencia condenatoria contra Jiménez García y la comparten, con matices, profesionales de todos los ámbitos.
"Lo que ha ocurrido es de manual porque ese hombre es un psicópata. Se diga lo que se diga, no existe tratamiento para este pequeño porcentaje de delincuentes. Son irrecuperables", asegura de manera taxativa el forense Miquel Orós, con más de 28 años de experiencia y profesor de la Escuela Judicial con sede en Barcelona. "La inteligencia no tiene nada que ver con la psicopatía", añade, con el ánimo de rebatir el tópico de que esas personas están dotadas de unas grandes cualidades mentales. En opinión de Orós, si el supuesto asesino de las dos mujeres policías hubiera sido mínimamente inteligente no habría dejado un rastro de pruebas incriminatorias, como un recibo de teléfono, la supuesta arma del crimen o una zapatillas deportivas. "Lo que sí tienen en común es que son personas muy frías, que no sienten el sufrimiento de los demás y casi siempre actúan de manera idéntica", añade el forense.
En el caso de Jiménez García, por ejemplo, se ha sabido que empleó el mismo tipo de nudo para atar a la cama a las dos mujeres policías antes de acuchillarlas por todo el cuerpo. Doce años antes, cuando cometió otra violación, también ató a su víctima a la cama y le introdujo un calcetín en la boca para que no chillase, un detalle que ahora ha repetido con, al menos, una de las policías. En 1992, el hombre rasuró el pubis de su víctima con una navaja de afeitar y la violó cuando ésta intentó desatarse. Después la obligó a ir a la bañera y lavarse.
En el caso de las dos policías no se tiene la certeza de que hubiesen sido violadas en vida, aunque un informe oficial dijese en un principio que una de ellas había sido sodomizada. Todas las víctimas de los robos de hace 12 años también fueron abordadas a punta de navaja a la entrada de sus casas, como le ocurrió a una de las policías.
El forense Orós asegura que el nivel de reincidencia en los psicópatas es previsible con el denominado test PCL que ya ha realizado en alguna ocasión a petición judicial. Son más de 600 preguntas en las que se puede apreciar si el preso miente, "porque si algo tienen todos los psicópatas es una gran habilidad para simular y engañar a prácticamente todo el mundo", asegura. Como posiblemente le ocurrió al psicólogo de la cárcel de Brians, quien certificó por escrito que el preso había participado de manera "muy positiva" en un programa para presos condenados por delitos sexuales y que mostró "una actitud favorable, asumiendo los hechos y sus consecuencias". Según el psicólogo, tras ese tratamiento el recluso era "una persona más estable emocionalmente" porque mostraba "una mayor capacidad de afrontar los conflictos". Un educador de prisiones que ha tratado a personas como Jiménez García admite sin reparos que "prácticamente todos los violadores son presos modelo". Apenas provocan ningún incidente en el interior de las prisiones y siempre buscan la complicidad de los funcionarios para blindarse ante el resto de presos.
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