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Crítica:POESÍA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

El desamor, me temo

Javier Rodríguez Marcos

Nadie más alejado de la figura del poeta chamánico, arrebatado y furioso que Amalia Bautista (Madrid, 1962). Reunida por ahora en sólo tres libros -Cárcel de amor (Renacimiento, 1988), Cuéntalo otra vez (La Veleta, 1999) y este último Estoy ausente-, la suya es una poesía de línea clara y versos bien medidos que elude tanto la oscuridad que trata de hacerse pasar por profundidad como el recurso al desahogo de la sinrazón que pretende ocultar su propio sinsentido. Lo cual no quiere decir que en la obra de Bautista, de voluntario y hasta orgulloso tono menor, la sencillez sea una forma de simpleza o que sus poemas no contengan también su dosis de misterio. De hecho, la zona menos aprehensible de la conciencia humana está más presente en Estoy ausente que en las dos entregas anteriores. Desde el inicial 'Sueño con mi padre' al final 'Matar al dragón', dos buenos poemas, el recurso al inconsciente tiñe este libro de una pesadumbre que se suma al desamor constante. De ahí surge una lucha entre la melancolía y la esperanza muy bien representada en los títulos de la primera y de la última sección del conjunto: 'Negra bilis' y 'Luz del mediodía'. 'Hilos de seda', el largo poema fragmentario de tintes expresionistas que se inserta entre ambas secciones juega, a su vez, con la figura de la araña como símbolo de la propia escritura, creadora de mundos claros geométricos, perfectos, "dignos de las peores pesadillas": "Llevo al aire las cosas que debiera / esconder, lo más íntimo y oscuro".

ESTOY AUSENTE

Amalia Bautista

Pre-Textos. Valencia, 2004

67 páginas. 10 euros

Aparte esa larga reflexión

sobre el oficio, Estoy ausente es un libro descaradamente amoroso: "Todos necesitamos que nos quieran. / Algunos infelices, sin embargo, / no sabemos vivir para otra cosa" . El tono del conjunto, ya está dicho, se va iluminando poco a poco hasta alcanzar la certeza de que el dolor no nos hace mejores después de haber partido de un tiempo de desengaño en que "es de noche todo el día, / invierno todo el año / y las semanas sólo tienen lunes". Curiosamente, los momentos sombríos dan mejores poemas. Quizá porque, siguiendo al clásico, todas las parejas felices se parecen y las infelices lo son cada una a su manera. Sin caer en el patetismo ni en la sensiblería -también el humor atraviesa su obra-, Amalia Bautista le saca a la desgracia los versos más certeros: "Era todo mentira y me convenzo / en el momento más inoportuno. / El amor no era amor. Eran los besos / una manera de apagar la sed. / Las caricias, el modo de orientarnos / en medio de la noche", reza el comienzo de 'Ver el sol', un poema cuyo final -"Oigo ahora / la voz de la tristeza: si pretendes / ver el sol, deberías al trasluz / mirar un huevo pasado por agua"- serviría de ejemplo para mostrar la paradoja de una poeta que en ocasiones lleva el poema a lo más alto para después dejar que se desplome contra el suelo.

Contando incluso con todas sus caídas, Estoy ausente es una pieza más en el universo que Amalia Bautista ha levantado a base de palabras de familia limadas por una voz madura que pone todo su arte y todo su artificio en que éstos -el arte, el artificio- no se noten.

Sobre la firma

Javier Rodríguez Marcos
Es subdirector de Opinión. Fue jefe de sección de 'Babelia', suplemento cultural de EL PAÍS. Antes trabajó en 'ABC'. Licenciado en Filología, es autor de la crónica 'Un torpe en un terremoto' y premio Ojo Crítico de Poesía por el libro 'Frágil'. También comisarió para el Museo Reina Sofía la exposición 'Minimalismos: un signo de los tiempos'.

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